Gobernador de Buenos Aires y figura central de la Confederación Argentina durante más de dos décadas, Rosas fue, para sus detractores, un dictador férreo; pero para quienes lo comprenden en su contexto, un defensor implacable de la soberanía nacional frente a los poderes extranjeros y sus aliados internos.
El contexto: la Argentina dividida y codiciada
Tras la independencia, el territorio del Río de la Plata se encontraba desgarrado por dos proyectos irreconciliables:
-Los federales, que defendían la autonomía de las provincias y una organización confederada.
-Los unitarios, que buscaban concentrar el poder en Buenos Aires, abriendo además las puertas a la influencia económica y cultural de Gran Bretaña y Francia, que ambicionaban dominar el comercio del Plata y controlar las rutas fluviales hacia el interior sudamericano.
En este escenario, Rosas emergió como el único líder capaz de mantener la unidad nacional, resistiendo simultáneamente las presiones de las potencias europeas y la constante conspiración de los unitarios exiliados en Chile, Montevideo y Europa.
Durante su exilio en Francia, ya escribiría San Martín a Rosas respecto de aquellos que se unen al extranjero… “No concibo que americanos puedan unirse con extranjeros para humillar a su patria; usted ha sostenido el honor de la Nación con dignidad y firmeza, y por ello merece toda mi consideración y respeto”

El Restaurador del Orden
Rosas llegó al poder en 1829, respaldado por la clase rural bonaerense y los caudillos del interior. Desde el inicio, impuso una política clara:
orden interno, soberanía externa y defensa de la patria frente a toda injerencia extranjera.
A diferencia de los unitarios, que confiaban en la “civilización” europea como modelo a imitar, Rosas sostenía que la independencia debía ser total: política, económica y cultural. En una de sus cartas más célebres, escribió:
“No deseo para mi patria sino independencia real, no aparente. Nada temo tanto como verla invadida por ideas extranjeras que corrompan su espíritu”
Esa visión lo enfrentó frontalmente con las élites liberales de su tiempo, que consideraban que el progreso sólo vendría “importando instituciones” de Europa.
Las invasiones de Francia e Inglaterra
El momento más decisivo de su gobierno llegó con la doble agresión anglo-francesa (1838–1850).
Francia primero, y luego Francia junto a Gran Bretaña, bloquearon el Río de la Plata exigiendo libre navegación de los ríos interiores y un trato preferencial para sus ciudadanos. Rosas se negó con firmeza:
“Los ríos argentinos son de la Confederación, no del mundo”
En 1845, en Vuelta de Obligado, las fuerzas federales —inferiores en número y armamento— resistieron heroicamente el avance de la flota combinada anglo-francesa. Aunque militarmente fue un combate desigual, políticamente fue una victoria monumental: las potencias europeas debieron reconocer la soberanía argentina sobre sus ríos interiores, un hecho que pocos países de América Latina lograron imponer tan temprano.
Incluso el general José de San Martín, desde su exilio en Francia, escribió emocionado a Rosas y le legó su sable libertador, reconociendo en él al único gobernante que había defendido la independencia argentina con igual coraje que en la guerra de emancipación.

Rosas no rompió relaciones con Inglaterra, sino que negoció tratados con firmeza:
En 1825, antes de Rosas, se había firmado el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre el Reino Unido y las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Rosas lo mantuvo vigente, pero no permitió que se interpretara como una concesión de privilegios.
Durante su gobierno, hubo acuerdos comerciales parciales y arreglos diplomáticos, especialmente después del bloqueo anglo-francés.
El más importante fue el Acuerdo Southern-Arana (1849), firmado entre el enviado británico Henry Southern y el canciller rosista Felipe Arana.
Este tratado puso fin al bloqueo británico y fue una victoria diplomática para Rosas, porque Inglaterra reconoció oficialmente:
La soberanía argentina sobre los ríos interiores, la no intervención en asuntos internos, la validez de los derechos aduaneros argentinos.
Francia tardó un poco más (hasta 1850) en aceptar las mismas condiciones.
El Acuerdo Arana-Southern fue, de hecho, una reivindicación de la soberanía argentina. Fue la primera vez que Inglaterra firmó un tratado reconociendo la igualdad diplomática de un país sudamericano, sin imponer condiciones.
Por eso, paradójicamente, Rosas firmó la paz con Inglaterra desde una posición de fuerza, no de debilidad.
El documento fue firmado “entre partes iguales, sin concesión de privilegio alguno”, algo muy inusual en la diplomacia británica de la época.
Los unitarios: “el partido de los extranjeros”
Mientras tanto, los unitarios, derrotados en el país, conspiraban desde el exilio.
-En Montevideo, Francia e Inglaterra financiaban a sus líderes.
-En Bolivia y Brasil, diplomáticos británicos tejían alianzas con caudillos y comerciantes hostiles a Buenos Aires.
-En Chile, figuras como Sarmiento y Alberdi escribían panfletos contra Rosas, sostenidos por el gobierno chileno y la prensa liberal (El Mercurio de Valparaíso).
Durante el gobierno de Rosas, Chile veía a Buenos Aires como un poder centralista y expansionista que amenazaba sus intereses en el sur (la Patagonia y el Estrecho de Magallanes).
Rosas reclamaba soberanía sobre toda la Patagonia, incluida la zona del Estrecho, que Chile también consideraba suya.
El gobierno chileno temía que Rosas buscara “reconstruir el virreinato del Río de la Plata”, lo cual podía poner en riesgo parte de su territorio.
El Chile de entonces, gobernado por figuras como Manuel Bulnes y más tarde Manuel Montt, tenía una élite intelectual liberal, muy vinculada a Francia e Inglaterra y sus ideas del “progreso civilizatorio europeo”.
En ese marco, Rosas era visto como un tirano bárbaro, retrógrado y caudillista, mientras que los unitarios se presentaban como los representantes de la “civilización y el orden europeo”.
Sarmiento, por ejemplo, publicó en Chile “Facundo”, que fue financiado y promovido en gran parte por círculos chilenos y británicos.
Por eso, apoyar a los unitarios (enemigos de Rosas) era una forma indirecta de debilitar a la Confederación Argentina.
Rosas los llamaba el “partido de los extranjeros”, pues sus proyectos políticos dependían siempre de apoyos foráneos. Como señaló el propio Rosas:
“El enemigo no está sólo en el extranjero: lo tenemos dentro, y su alma está vendida al oro de fuera”
La traición de Urquiza y su posterior arrepentimiento
El golpe más duro para Rosas vino de dentro del mismo campo federal. En 1851, el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, pactó con Brasil y con los unitarios para derrocarlo.
El llamado Acuerdo de San Nicolás —y luego la batalla de Caseros (1852)— marcaron el fin del gobierno rosista. Rosas partió al exilio en Southampton, Inglaterra, donde viviría con modestia hasta su muerte en 1877.
Con el tiempo, sin embargo, Urquiza reconocería haber sido engañado por los intereses extranjeros. Varios testimonios, entre ellos los de José María Pirán y Ángel Pacheco, señalan que Urquiza admitió su error al comprender que los pactos con Brasil y los unitarios terminaron entregando a la Argentina a la influencia externa contra la cual Rosas había luchado.
Pirán fue un militar entrerriano cercano a Urquiza, que sirvió bajo sus órdenes y más tarde se convirtió en una de las fuentes orales sobre el período posterior a Caseros.
Según el testimonio que transmitió años después, Urquiza le confesó en la intimidad:
“Me equivoqué; Rosas era el dique que contenía la anarquía”
Esta frase se conserva en tradición oral recogida por el historiador revisionista José María Rosa, y aparece también mencionada en obras de Fermín Chávez y en publicaciones de la revista Todo es Historia.
Según varios testimonios recogidos en memorias de época, Pacheco relató que Urquiza, tiempo después de Caseros, le expresó palabras de pesar similares:
“He derribado al único hombre que podía mantener el orden y la independencia de la patria”
Este recuerdo aparece en fuentes orales y en recopilaciones históricas de autores como Ernesto Palacio, Fermín Chávez y Norberto Galasso, quienes lo mencionan dentro del contexto del desencanto de Urquiza con los unitarios porteños tras la secesión de Buenos Aires (1852–1860).
Poco después de Caseros, Urquiza dirá “Hay un solo hombre para gobernar la Nación Argentina, y es Don Juan Manuel de Rosas. Yo estoy preparado para rogarle que vuelva aquí” (Urquiza al representante ingles Gore, al partir para reunirse para el encuentro se San Nicolás. ( Mayo de 1952)
“Buenos Sentimientos le guardan los mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle”, Justo José De Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858. Extraída del libro de Mario César Gras “ Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros “. Edic. Del Autor. Bs. As. 1948.
“Toda mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que cometí al cooperar, en el modo en que lo hice, a la caída del General Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder” (Fragmento de carta de Urquiza a un tucumano de 18 años después de caseros, de fecha 3 de marzo de 1870 y publicada a fs, 326. tomo3 de la Historia de los Gob. De las Provincias Argentinas de A. Zinny, ed. 192º – cita de Raúl Rivanera Carlés, Rosas Pág. 13).
Esta última carta tiene el tono de un testamento político y moral. Urquiza no sólo reconoce haber cometido un “inaudito crimen”, sino que también profetiza su propio final: ser asesinado por los mismos intereses a los que él ayudó a encumbrar.
Y esa profecía se cumplió trágicamente: Urquiza fue asesinado el 11 de abril de 1870 en su residencia del Palacio San José, durante el levantamiento de Ricardo López Jordán, antiguo aliado federal.
De algún modo, su muerte cerró el círculo del arrepentimiento: la traición al Restaurador terminó volviéndose contra él mismo, tal como temía en esa carta.
Rosas marcha al exilio sin dinero. Solamente llevaba algunas cosas personales y un baúl con documentos. Sus bienes, (que poseía antes de ser gobernador), serían confiscados. Se lo juzgó en ausencia, sin derecho a defensa, y condenado sin poder probársele nada.
El exilio y la coherencia
Durante su largo exilio en Inglaterra, Rosas mantuvo su pensamiento inalterable. Nunca aceptó volver al país bajo condiciones impuestas ni buscó congraciarse con las potencias que lo habían combatido.
Vivió de su trabajo agrícola en una granja de Southampton, sin lujos ni privilegios, escribiendo cartas donde reflexionaba sobre el futuro de su patria:
“He visto a mi pobre patria arrastrada por ideas foráneas. Pero confío en que el tiempo restablecerá la verdad”
Incluso desde suelo británico, no renunció a su crítica hacia el imperialismo ni hacia la masonería europea, que él consideraba uno de los instrumentos de influencia ideológica contra los pueblos de América.
Muchos que no saben que decir contra Rosas, utilizan el argumento que era “pro-ingles” y “la prueba es que se exilió en Inglaterra”.
Sin embargo la razón por la que fue a Inglaterra es muy sencilla, y prueba lo contrario:
Los Ingleses siempre utilizaron la estrategia de “deshacerse del enemigo permitiéndole escapar” (Filosofía Sun Tzu). La usaron muchas veces en la guerras de Europa y la usarían también en América. Rosas respetó a los ingleses de Bs.As. (y los tratados de 1825 de nación favorecida que obtuvieron a cambio de reconocernos la independencia) pero se opuso encarnizadamente al libre comercio y la libre navegación de los ríos, objetivo buscado por los ingleses (y franceses).
Los brasileros (aliados de siempre del imperio ingles), en virtual guerra con Rosas, tentaron a Urquiza (jefe del ejército de la Confederación contra Brasil) para que se revele contra Rosas. Urquiza, entre otras razones por ambición personal y económica (que hasta el mismo Sarmiento le echa luego en cara) en alianza con los brasileros derroca a Rosas. Si bien se arrepiente en forma casi inmediata, el error ya estaba hecho y los Ingleses consiguieron su objetivo en gobiernos posteriores.
Derrotado Rosas por Urquiza y Brasil a Rosas le quedaban dos opciones: entregarse como lo hizo Chilavert, sin resistencia, para ser fusilado por la espalda (por Urquiza), o entregarse a su verdadero vencedor.
Carta a Tomás Guido (Southampton, 20 de febrero de 1856):
“¡Pobre patria mía! ¡Cuánto la han degradado los que se llaman civilizados! Han vendido su honra y su independencia por las doctrinas extranjeras que les han enseñado los que nunca desearon el bien de América! Cuando gobernaba, decían que yo era bárbaro porque no me inclinaba a los dictados de Europa; ahora la patria yace postrada a los pies de esos mismos que la oprimen con el oro y las modas”.
Carta a Felipe Arana (su antiguo ministro de Relaciones Exteriores), Rosas escribió en tono muy similar:
“Las ideas que hoy dominan en Buenos Aires no son argentinas; son las de los salones de París y Londres, que nada saben de nuestra tierra ni de su espíritu. Las han traído los enemigos de la soberanía nacional, los mismos que me combatieron por resistirlas”.
El legado federal y soberano
El legado de Rosas va más allá de su tiempo.
-Consolidó la unidad territorial de la Argentina.
-Defendió la soberanía económica ante las potencias.
-Fortaleció la identidad nacional, vinculando el federalismo con la defensa del territorio y las costumbres propias.
-Y, sobre todo, demostró que un país latinoamericano podía decir “no” a las potencias más poderosas del mundo.
Muchos de sus críticos lo acusaron de concentrar el poder, pero olvidan que esa centralización fue una respuesta de emergencia ante una guerra constante, interna y externa. Rosas sostuvo un principio claro:
“Primero la patria, después los hombres”
OPINIONES SOBRES ROSAS
Juan Bautista Alberdi:
“Si se perdiesen los títulos de Rosas a la nacionalidad argentina yo contribuiría con un sacrificio no pequeño al logro de su rescate. Hablar de la expectabilidad de Rosas es hablar de la expectabilidad del país que representa”. (Juan Bautista Alberdi. Obras Completas, T.I. Bs.As. 1886. Afirmado originariamente en su “Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho”). “Yo fui enemigo lo recuerdo con disgusto”.
“Rosas y la República Argentina son dos entidades que se suponen mutuamente; él es el que es, por ser argentino; su elevación se supone la de su país; el temple de su voluntad, la firmeza de su genio, la energía de su inteligencia, no son rasgos suyos, sino del pueblo, que él refleja en su persona” (Alberdi. La Argentina treinta y siete años después de la revolución de Mayo. Valparaíso 1847)
Domingo F. Sarmiento:
“No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar (Plebiscito del 26, 27 y 28 de marzo de 1835 en Buenos Aires por el cual la ciudadanía se pronunció en concederle la Suma del Poder Público a Roas). Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión… que el de Don Juan Manuel de Rosas” , (Domingo F. Sarmiento, “Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga“. Santiago de Chile, 1845).
El 26, 27 y 28 de marzo de 1835, se realizó un plebiscito en Buenos Aires para que la ciudadanía ratificara la concesión de la “Suma del Poder Público” a Juan Manuel de Rosas, es decir, la autoridad plena para gobernar en defensa del orden y la soberanía.
Según los registros, la participación fue masiva y favorable a Rosas, lo que refleja su apoyo popular, no solo por las élites, sino también por amplios sectores rurales y urbanos.
«Jovencito, no tome como oro de buena ley todo lo que he escrito contra Rosas» (de Sarmiento a Ramos Mexía).
Florencio Varela:
“Se paseaba triunfante por las calles de Buenos Aires, hacía gala de su popularidad, recibía a todo el mundo, era un eco de alegría y de aplausos el que se alzaba por donde él pasaba; su casa era el pueblo, el pueblo lo amaba”, Florencio Varela. (Extraído de la obra de Manuel Gálvez, “La vida de Rosas”. Editorial Tor).
Emilio Ravigniani:
“Rosas… llegó un momento en que dominó por completo el escenario del país y su acción trascendió los límites de Argentina… Rosas tuvo amigos entre gente importante y entre los humildes. Mas su prestigio como hombre lo afirmó en estos últimos; entre los importantes se incubaron sus enemigos… A los personajes federales del interior, los envolvió en una trama amistosa tan fuerte y sutil que sin su conocimiento haría inexplicable la acción política desplegada. Con Estanislao López y Juan Facundo Quiroga estructuró la confederación a partir de 1831 sobre la base de un íntimo entendimiento… En la correspondencia sostenida con uno y otro y los respectivos actos de conducta aparenta dos ecuaciones personales diferentes fruto de una conciencia política proteiforme. Es un Príncipe Criollo”. Emilio Ravignani. Jurisconsulto, historiador y Profesor universitario. Uno de los creadores de la Nueva Escuela Histórica. Diputado de la Unión Cívica Radical desde 1936 por tres períodos. Testimonio extraído del libro de Fermín Chávez “La Vuelta de Don Juan Manuel”. Edit. Theoría. Bs. As. 1991.
Ernesto Sábato:
“En muchas oportunidades como en una carta a Clarín en 1996, afirmé que es una triste muestra de inmadurez política y espiritual, el exilio póstumo de Juan Manuel de Rosas. Un hombre que luchó por la soberanía nacional contra potentes enemigos de afuera así como contra los argentinos que desde adentro los apoyaban… en esta ciudad de Buenos Aires hay calles que celebran la memoria de el tabaco o exigido salivaderas en los lugares públicos; pero no hay una sola calle y mucho menos una avenida para hombres como Rosas y Quiroga”. Expresiones vertidas por Ernesto Sábato. Físico- matemático, novelista y ensayista. Escritor premiado nacional e internacionalmente.
Juan Catriel:
“Juan Manuel es mi amigo. Nunca me he engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien…” Discurso del cacique pampa CATRIEL en Tapalqué celebrando la llegada de Rosas al poder en su segundo gobierno. Extraído del libro “Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833. Recopilado por ADOLFO GARRETON. Edit. EUDEBA. Bs. As. 1975.
Nicasio:
“Que él había acompañado en cinco campañas a Juan Manuel y que siempre había de morir por él porque Juan Manuel era su hermano y el padre de todos los pobres”. Parte del discurso del Cacique Nicasio en Tapalqué celebrando la llegada de Rosas al gobierno por segunda vez. Extraído del libro “Partes detallados de la expedición al desierto de Juan Manuel de Rosas en 1833” Recopilado por Adolfo Garretón. Edit. EUDEBA.
Cipriano Catriel:
“Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos”. Expresiones del Cacique Catriel, extraídas del libro “Roca y Tejedor” de Julio A. Costa.
José Antonio Ferry:
“Si hemos de reconocer la verdad histórica convengamos que Rosas fue fiel ejecutor de las leyes de emisiones y seriamente económico dentro de las leyes de presupuesto. Durante su larga administración se quemaron fuertes cantidades de papel moneda y se amortizaron muchos millones de fondos públicos en el cumplimiento de las respectivas leyes. Esta conducta impidió la desvalorización del papel moneda colocó a la plaza en condiciones de fáciles reacciones en los momentos en que las vicisitudes de la guerra lo permitían. El comercio y el extranjero tenían confianza en la honradez administrativa del Gobernador”. José Antonio Terry, “Contribución a la Historia Financiera”. En el centenario de mayo de 1910. Artículo en el Diario La Nación y trascripto en su libro “Finanzas” 2da. Edición, Pág. 442. Terry fue Ministro de L. Sáenz Peña, Roca y Quintana.
Mitre:
“Sino queremos seguir exterminándonos los unos a los otros, sin alcanzar por ese medio bárbaro (guerra civil) la uniformidad que solo puede alcanzarse bajo la presión de un gobierno bárbaro como el de Rosas….” (Mitre a Urquiza luego de Pavón. 2-11-1861 JMR.tVI.p.396)
Laurent de l´Ardeche:
“Lo que hay de cierto es que el poder de Rosas se apoya efectivamente en el elemento democrático, que Rosas mejora la condición social de las clases inferiores, y que hace marchar a las masas populares hacia la civilización dando al progreso las formas que permiten las necesidades locales. La guerra de los gauchos del Plata contra los unitarios de Montevideo representa en el fondo la lucha del trabajo indígena contra el capital y el monopolio extranjeros y encierra para los federales una doble cuestión: de nacionalidad y de socialismo” (Palabras de Laurent de l´Ardeche, diputado socialista francés, el 8-01-1850 en le parlamento francés. Publicado en “La Republique” de París el 9-1-1850 y en “La gaceta Mercantil” del 20-4-1850)
Palmerston:
“Debemos aceptar la paz que quiere Rosas, porque seguir la guerra nos resulta un mal negocio” (Dicho por Palmerston en el Parlamento Ingles al pedir la aprobación del tratado Southern-Arana)
Pedro De Angelis:
“La rada está llena de buques, los almacenes y tiendas rebosan. La aduana ya no sabe donde poner pipas y fardos, ni le alcanza el tiempo para hacer liquidaciones. Cada buque que llega trae onzas y emigrados. ¿Y en la Asamblea Nacional (de Francia) se discute si debe hacerse una expedición para pacificar el Río de la Plata. Y al que pide 3 mil hombres para sujetar a Rosas y a Oribe, se le aplaude y se le dice tres bien, tres bien.?
“Sin agresiones exteriores, quiero decir europeas, el gobierno argentino en la posición que le ha dado la naturaleza es inexpugnable, tiene más de lo que necesita para hacerse respetar”
“Rosas no ataca, pero sabe defenderse, y su política se halla encarnada en frases vulgares pero sentenciosas que acostumbra a repetir: Quien me la hace, me la paga. Quien me busca me encuentra. Y al son que me tocan, bailo.” (De Angelis.Dic 1850) JMR t.1.230)
Delisle:
“…Rosas no tiene absolutamente ningún derecho…,no ha sido elegido ni por el conjunto de las Provincias Unidas del Río de la Plata, ni por Buenos Aires. Ha llegado al poder por la violencia y es mantenido solamente por el terror de sus crímenes…¿Tenéis los medios?…En el combate de Obligado sus fuerzas fueron avasalladas en un instante…Con 3.000 granaderos franceses arrollaríamos en un instante a esos gauchos cobardes…; algunas lanchas cañoneras y 10 millones de francos bastarán…Pero os pediré que agreguéis 4 ó 5 millones más para terminar de una manera honorable y digna de la grandeza de Francia un asunto conducido hasta ahora de manera tan vergonzosa y deplorable. El Paraguay, el Entre Ríos, el Brasil, solicitan una alianza ofensiva y defensiva que no nos costará nada…Podemos asegurarles un provenir contra las asechanzas de la pretendida Confederación Argentina. En un tiempo que estamos tan pobres de gloria y desde tanto tiempo. ¿el gobierno francés no debe aprovechar la ocasión de adquirir un poco de gloria? (Diputado Delisle en la Asamblea Nacional de Francia. 30-4-1850) JMR La Caída. T.1-225
Juan Domingo Perón:
“El primero que después de San Martín muere en el exilio por haber defendido dignamente la soberanía popular y la independencia de la Patria. Los que se han dicho sanmartinianos parecen no haber comprendido la lucha contra el colonialismo que realizó Rosas, lo que San Martín vio claro a quince mil kilómetros de distancia. Él le rindió a Rosas, él le rindió a Rosas el mejor homenaje que un soldado puede rendir a otro soldado: su sable libertador…”. Carta de J.D. Perón del 20 de octubre de 1970 al historiador Fermín Chávez publicada por este historiador en su libro “La Vuelta de Don Juan Manuel”. Edit Theoría. Bs. As. 1991.




