El potencial futuro canciller alemán ha demostrado con particular énfasis su extraordinaria torpeza (o tal vez simplemente es consciente de lo que hace) en materia de política exterior, de la mano de sus socios gobernantes belicistas en Francia y Reino Unido.
Merz afirmó que las políticas del presidente argentino Javier Milei arruinarían el Estado y pisotearían al pueblo, reaccionando a la demanda del ex ministro de Finanzas del FDP, Christian Lindner, de que Alemania debería «atreverse (a ser) más (como) Milei».
Merz aparentemente desconocía los espectaculares éxitos de las políticas de Milei y el cambio de rumbo de la economía argentina. De manera aún más amateur, el autoproclamado transatlantista Merz respondió al discurso del vicepresidente estadounidense JD Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich.
«No voy a dejar que un vicepresidente estadounidense me diga con quién debería hablar aquí en Alemania», afirmó.
Aunque esto suene muy seguro de sí mismo, carece por completo de sentido de la realidad. Alemania juega en segunda división, tanto en lo militar como en lo político, y Merz sufrirá muy pronto las consecuencias de no estar en posición de dictar las condiciones.
Lo que antes era «la última línea de defensa contra la deuda» ahora es todo lo contrario
El enanismo militar de Alemania se verá ahora contrarrestado por una ola de endeudamiento histórica, diametralmente opuesta a todo lo que la CDU prometió a los votantes antes de las recientes elecciones generales.
Nunca ha habido un cambio de 360 grados más evidente (para citar a la todavía ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock) con respecto a las promesas de campaña en Alemania.
Según un informe de Der Spiegel, Merz cayó en un rumor de Internet que decía que el Presidente Donald Trump, anunciaría la retirada de EEUU de la OTAN en el reciente discurso sobre el Estado de la Unión.
Esto llevó a que su potencial socio de coalición lo persuadiera a participar en una orgía de deuda que dañará enormemente al país y por la cual no recibió nada a cambio, especialmente en materia de política migratoria, un tema con el que también engañó al electorado después de que afirmara en campaña un endurecimiento de las políticas fronterizas, para terminar en su discurso triunfal revirtiendo sus dichos al expresar que «nunca nadie habló de cierre de fronteras».
Esta humillación de los socialdemócratas, que sufrieron su peor resultado electoral desde el siglo XIX, pasará a la historia como un fracaso histórico en las negociaciones de coalición.
Ahora se puede apostar a que Merz y la CDU también entregarán unos cientos de miles de millones a los Verdes, más marginados, para sus proyectos favoritos, como la protección del clima, y que recientemente han tenido el coraje de afirmar que rechazan el plan de gasto en defensa e infraestructura siendo otros de los partidos en declive y que no formarían parte de la coalición, pero que Merz los requiere en sus votos para una reforma constitucional y para más gasto en defensa antes de la formación del nuevo Bundestag donde los Verdes pierden escaños. Friedrich Merz, que una vez se presentó como la última línea de defensa contra la locura de la deuda, ahora está dispuesto a impulsar la nueva deuda de Alemania al rango de los billones de euros.
Desde Los Verdes, Michael Kellner afirmó que Merz deberá plantear propuesta “si quiere nuestro apoyo”. “El acuerdo exploratorio (CDU-SPD) está lleno de regalos a los grupos de presión. Sería una locura política dar vía libre a la CDU/CSU y al SPD sin conseguir nada sustancial para la protección del clima”, añadió.
¿Puede el Bundestag saliente votar sobre esto?
También existen preocupaciones sobre la legitimidad democrática de un parlamento saliente que decide sobre enmiendas constitucionales de gran alcance que vincularían al futuro gobierno y son necesarias para implementar los planes de deuda de Merz.
Más aún, porque la sesión constituyente del nuevo parlamento federal se retrasa sin necesidad y sólo por este motivo, lo que muchos interpretan como un desprecio por la voluntad de los electores.
Aunque Merz prometió a todo el país exactamente lo contrario —nada de deuda nueva— ahora quiere usar o abusar del parlamento alemán, el Bundestag, para conducir al país y a las futuras generaciones por el “camino de la servidumbre” y la servidumbre por deudas.
Friedrich Merz sabe que no conseguirá una mayoría en el nuevo parlamento electo. Por eso, los que han sido destituidos deberían hacer una última tentativa para introducir esta enorme carga en la Constitución alemana.
Dietrich Murswiek, el principal abogado constitucionalista de Alemania, valoró así los acontecimientos: «El antiguo Bundestag debe decidir ahora rápidamente, no porque el proyecto sea inaplazable, sino con el único fin de engañar al recién elegido Bundestag y presentarle un hecho consumado con la ayuda de la vieja mayoría».
«Esta actitud demuestra desprecio por la voluntad de los electores y, en realidad, por el proceso de legitimación democrática. Una clase política distante desprecia con arrogancia a aquellos de quienes debería emanar el poder del Estado en una democracia», añadió Murswiek.
«Esto demuestra que no hay respeto por los resultados electorales ni por la Constitución. La Constitución se cambia rápidamente porque la mayoría necesaria para hacerlo se acaba de perder en las elecciones».
El resultado de las elecciones del pasado 23 de febrero dejó a la CDU y su hermana bávara CSU con opciones de gobernar en una gran coalición con el SPD. Sin embargo, la AfD y la Izquierda cuentan con más de un tercio de los escaños en el nuevo Bundestag y, por lo tanto, pueden bloquear cambios en la Constitución con la nueva conformación.
Por ello, los partidos centristas planean impulsar la reforma a través del Bundestag saliente antes de que se reúna el nuevo, en el que la CDU/CSU y el SPD junto con los Verdes tenían alrededor del 71% de los escaños. El nuevo Bundestag debe reunirse a más tardar el 25 de marzo.
Con este panorama, los Verdes tienen previsto reunirse este mismo lunes con la CDU y el SPD para intentar llegar a un acuerdo que salve el plan fiscal alemán, que fue recibido con gran optimismo la semana pasada por los mercados. Las negociaciones se antojan complejas, ya que Brantner no tiene intención de renunciar a sus aspiraciones.
Más deuda, más problemas
La oleada de deuda, a la que se denomina engañosamente Sondervermögen (“activos especiales”), equivale en tamaño a alrededor del 20% del producto nacional bruto de Alemania. Por lo tanto, catapultará la deuda del país del 65% al 85%, lo que no sólo es una grave violación del criterio de deuda de Maastricht, sino que también expandirá la oferta monetaria y empeorará drásticamente la calificación crediticia de Alemania.
La deuda del 0,35% del PIB al año, que antes estaba permitida por el artículo 115 de la Constitución, se convertirá efectivamente en una deuda anual mínima del 4,5% anual durante el plazo de 10 años.
Por tanto, muchos países de la eurozona también se apartarán de la disciplina fiscal y pasarán por alto las normas de deuda del Tratado de Maastricht, lo que tendrá un impacto considerable en los mercados de bonos alemanes y de la eurozona y se traducirá en importantes aumentos de los tipos de interés. Por tanto, en los próximos años se avecina una nueva crisis de la deuda soberana y bancaria europea.
El aumento de las tasas de interés del mercado de capitales y la absorción de una gran proporción de los ahorros de la economía desplazarán la inversión privada, la tasa de gasto público aumentará significativamente y la actividad de inversión privada disminuirá, causando una caída de la productividad de la economía.
Si bien el crecimiento a corto plazo puede estimularse a través de la demanda gubernamental en el espíritu de un programa de estímulo económico keynesiano, los efectos descritos anteriormente compensarán esto en el mediano plazo.
Teniendo en cuenta el perfil de desempeño de las autoridades alemanas en materia de adquisiciones, se espera que una gran parte de este programa se desperdicie. Desde una perspectiva económica, el gasto en defensa es consumo gubernamental, ya que los tanques y otras adquisiciones no están diseñados para producir nada en el futuro. En este sentido, ni siquiera son inversiones.
En materia de infraestructura, el sistema de adquisiciones del Estado, deficiente e ineficiente, generalmente implica pagar el doble que las empresas privadas por el mismo resultado.
Si se destinan 500.000 millones de euros a este programa, se espera que los precios aumenten considerablemente debido a la alta demanda y a la limitada capacidad de oferta. Por lo tanto, el poder adquisitivo real de este programa se acercará a los 200.000 millones de euros en lugar de a los 500.000 millones. La misma lógica se aplica al gasto en defensa.
En conclusión, este programa acelerará el declive económico de Alemania, tanto en términos de defensa como de infraestructura.