Más de 100.000 personas murieron el año pasado en EEUU por sobredosis. Una epidemia que cada año se incrementa, matando aún más personas.
Solo en un año (de 2020 a 2021), las muertes por sobredosis aumentaron un 28,5% y casi un 108% desde 2015, cuando se registraron 48.126 decesos. «Es un hito trágico», calificó Joe Biden, tras conocer el dato publicado hace unas semanas por los CDC (Centros para la prevención y control de enfermedades). «No podemos pasar por alto estas pérdidas, que ha afectado a familias y comunidades en todo el país», explicó el mandatario, quien se comprometió a hacer «todo lo posible» para acabar con la «epidemia de sobredosis».
Detrás de esas miles de muertes, se encuentran los opioides en general (causaron 75.000 decesos de los 100.000 reportados) y el fentanilo en particular (64.000 de esas 75.000 registradas, lo que supone el 64% de los decesos, un 49% más que el año anterior). Pero ¿Qué es exactamente el fentanilo y qué efectos produce? Se trata de un opioide sintético de rápida acción y corta duración que puede llegar a ser entre «50 y 100 veces más fuerte» incluso que la morfina, según detallan los CDC. También es conocida por ser la droga que mató a Prince.
Aunque su uso se ha aprobado para el tratamiento del dolor intenso, especialmente en pacientes oncológicos, se ha extendido a otros pacientes, como por ejemplo los aquejados de artrosis.
«Parte del problema que se está empezando a vivir en EE UU es que la estrategia de control del dolor crónico que planteaba la OMS hace años y la dificultad de encontrar fármacos analgésicos que no tengan efectos secundarios hizo que aumentara mucho el consumo de fármacos opioides en personas no oncológicas», explicó David de la Rosa médico de la Semfyc de enfermedades reumatológicas.
Aunque puede pincharse como ocurría con la heroína, se comercializa también en parches lo que facilita su administración», añade De la Rosa, quien subraya que además del efecto analgésico el fentanilo provoca «una sensación de bienestar que es lo que da lugar a la adicción».
Se puede deducir que la epidemia que asola EEUU tiene un origen legal. Empezó hace una década, cuando los opiáceos se recetaban indiscriminadamente para tratar el dolor crónico. Tal fue el boom que se llegaron a prescribir 255 millones de pastillas en 2012. Sin embargo y debido a que han caído las prescripciones médicas, los casos más recientes de sobredosis provocadas por el fentanilo en Estados Unidos están vinculadas al mercado ilegal, lo que ha hecho que esta sustancia, barata y potente, llene muchos barrios estadounidenses de drogodependientes.
El fentanilo que se fabrica en laboratorios clandestinos puede ser letal incluso en dosis bajas de 0,25 mg. Dos o tres gramos bastan para matar a una persona. De hecho, una dosis analgésica para una persona puede provocar una sobredosis en otra. Esto se debe a que «suele mezclarse con heroína o cocaína para aumentar los efectos eufóricos», según detallan los CDC, y en muchas ocasiones los consumidores desconocen este hecho. Debido a su rápida absorción, la sobredosis puede darse en cuestión de minutos, de ahí que los servicios de emergencias se encuentren a muchas de las víctimas con la jeringa aún en el brazo.
La DEA, de hecho, asegura que «se vende como polvos y aerosoles nasales, y cada vez más en pastillas que parecen opioides recetados legítimos. Debido a que no hay supervisión oficial ni control de calidad, estas píldoras falsificadas a menudo contienen dosis letales de fentanilo, sin ninguno de los medicamentos prometidos».
Empezó a sintetizarse en China y los cárteles mexicanos empezaron a importarla para introducirla en EEUU. Ya entre 2005 y 2007 causó la muerte de miles de personas, pero desapareció de los barrios norteamericanos hasta hace una década.
Nora Volkow, directora del Instituto Nacional de Abuso de Drogas, aseguró a la CNN tras conocer las 100.000 muertes por sobredosis que «en una crisis de esta magnitud, los que ya están tomando droga lo hacen en cantidades mayores y los que la han dejado es más fácil que se vuelvan a enganchar».
Por todo ello, Joe Biden se comprometió a revertir la situación: «Estamos fortaleciendo la prevención, promoviendo la reducción de daños, ampliando el tratamiento y apoyando a las personas en recuperación, así como reduciendo el suministro de sustancias nocivas en nuestras comunidades». Su administración ha destinado ya 4.000 millones de dólares para fortalecer y expandir los servicios para el trastorno por uso de sustancias y la salud mental. Y concluyó: «No nos detendremos, es algo trágico».