Mon Laferte o Malena Pichot son claros ejemplos de feministas que promovieron culturalmente el aborto procurado como supuesto derecho inherente a toda mujer. Lo que a una parte importante del sector ProVida le resulta llamativo y hasta contradictorio es que tales feministas hoy ya son madres.
Ante esto se las suele tratar de “hipócritas” o de “vencidas por el patriarcado”, lo cual es no sólo un error de comunicación, sino un error lógico. Allende de la perversión que implica el feminismo como ideología, objetivamente es cierto que las principales voceras del movimiento sostuvieron el aborto procurado como un acto de libertad de la mujer, no una obligación impuesta de rechazar la maternidad. Lo que sí es una contradicción, cínica por cierto, es que las mismas personas que sostuvieron que el no nato era un conjunto de células, a partir del deseo de la mujer se convierte en un “hijo”. En términos básicos de lógica donde opera el primer principio fundante del conocimiento: “nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido”; si el ente es un conjunto de células disponibles por el portador, no puede luego ser una persona a la espera del alumbramiento.
Aunque no es precisamente tal contradicción lo que debería ocupar la atención primordial del ProVida. Ser ProVida es más que ser AntiAborto, más si se considera que el mal es privación del bien debido; denunciar un mal no sigue de ello que se esté generando un bien, similar a denunciar que la luz se ha ido, pero nadie decidiera prender una vela en la sala. Que hoy muchas feministas sean madres debiera suponer un desafío para que muchos jóvenes, deseosos de ser ProVida, también se abran a la vida para así formar comunidades numerosas y sanas donde florezcan aquellos valores que se defienden; si las feministas, supuestas malas personas pudieron, por qué uno no habría de poder. La vida es un bien y como todo lo que es bueno, es expansivo, por lo que naturalmente la vida de expandirse para gloria del Bien Mayor.