Karoline Leavitt, la Secretaria de Prensa de la Casa Blanca, afirmó que “la Casa Blanca no estaba al tanto” de la reunión, pero que a pesar de ello, respaldó igualmente a Huckabee: “el presidente apoya a nuestro embajador, Mike Huckabee, y todo lo que está haciendo por Estados Unidos e Israel”.
Según The New York Times, Huckabee se reunió con el espía Jonathan J. Pollard en julio. Tres funcionarios estadounidenses hablaron del incidente con el Times, al igual que el propio Pollard, quien afirmó que «fue una reunión cordial». Pollard dijo que le agradeció a Huckabee que hubiera pedido su liberación en 2011, argumentando que su condena era demasiado larga y que liberarlo sería un gesto hacia Israel.
Que Huckabee lo haya recibido en la embajada y no lo haya puesto en su agenda pública ha sido criticado, ya que rompe con el protocolo normal.
Pollard cree que algunos están usando la noticia del encuentro para debilitar a Huckabee. Según él, existen “elementos anti-Israel” dentro de EEUU que quieren desprestigiarlo.
Pollard, antiguo analista civil de inteligencia de la Armada, fue condenado a cadena perpetua en 1987 por vender a Israel un enorme alijo de secretos militares. Pasó 30 años en prisión. Israel le concedió la ciudadanía en 1995 y actualmente reside en Israel, donde fue recibido calurosamente por el propio Primer Ministro Benjamin Netanyahu en la pista de aterrizaje cuando Pollard y su esposa llegaron a Tel Aviv en 2020. Según la biografía de Pollard, su llegada fue en un avión privado (jet privado) perteneciente al magnate Sheldon Adelson.

El 20 de noviembre de 2020, apenas semanas después de la elección presidencial que Trump perdió, la U.S. Parole Commission (Comisión de Libertad Condicional de EE.UU.) emitió un certificado que terminaba la supervisión de parole de Jonathan Pollard, es decir, levantó todas las condiciones que lo regían (toque de queda, monitor de muñeca, restricciones de trabajo, vigilancia de computadora, etc.). Según la vocera del Departamento de Justicia, tras revisar su caso, determinaron que “no hay evidencia para concluir que es probable que viole la ley” y por eso dieron por terminado su parole.
Para algunos críticos sonó a gesto político hacia Israel, y a un favor indirecto a aliados de Trump, como Sheldon Adelson, gran donante y figura influyente en el vínculo Trump–Netanyahu. Incluso aunque la decisión fuera técnicamente legal y tomada por la Parole Commission, el timing alimentó suspicacias.
Muchos dentro del Pentágono, la CIA y la comunidad de seguridad nacional consideraban que su libertad debía mantenerse bajo condiciones estrictas hasta su muerte.
Aunque el espionaje ocurrió en los años ’80, todavía existían elementos sensibles: documentos clasificados nunca recuperados, información cuya exposición podía afectar a terceros, y contactos internacionales que Pollard aún conservaba.
La comunidad de inteligencia repetía que no podían descartar que Pollard aún poseyera o pudiera reconstruir información delicada, o compartir percepciones internas del sistema estadounidense.
En el sistema estadounidense, los casos de espionaje grave suelen implicar restricciones de por vida. Continuar la parole podía basarse en precedentes de otros espías como Aldrich Ames, Robert Hanssen o Ana Montes, la doctrina de que los agentes que dañaron fuentes y métodos no deben circular sin supervisión.
El FBI, la CIA y el Departamento de Defensa históricamente consideraron que Pollard pudo haber sido parte de una red mayor, y que su libertad sin restricciones reabría la posibilidad de contactos con individuos vinculados a aquella operación. Por ello es que la parole actúa como un mecanismo para monitorear comunicaciones, viajes y actividades asociadas.
Aunque Pollard no fue condenado por traición, su nivel de daño es considerado similar por la comunidad de inteligencia.
Huckabee no confirmó ni negó la reunión en un comunicado, pero afirmó que el reportaje del Times estaba plagado de inexactitudes, sin especificar a qué se refería. Según informes, las autoridades excluyeron la reunión de la agenda oficial de Huckabee y señalaron que esta generó alarma en la estación de la Agencia Central de Inteligencia de EEUU en Israel.
Según el Times, al parecer la Casa Blanca no fue notificada de la reunión y “altos funcionarios se alarmaron cuando se enteraron de que había tenido lugar”.
En septiembre, Huckabee había expresado ante 250 legisladores estadounidenses que “la relación con nuestro único socio, Israel, es una relación sin igual”, y comparó esa relación entre ambos países como si Israel fuera la esposa de EEUU. “Si vinieras a cenar a mi casa esta noche y entraras y me dijeras: ‘Oh, Mike, nos caes muy bien. Te apreciamos muchísimo. Nos encanta estar contigo. Estamos encantados de cenar contigo’, dijo. ‘Pero tu esposa, no la soportamos. No nos gusta nada. Espero que no esté en la mesa’. Yo te diría: ‘Pues sí estará. Ustedes no. ¡Fuera!’. Porque si insultas a mi pareja, me insultas a mí también”.
Jonathan Pollard se está preparando para presentarse como candidato al parlamento israelí, conocido como Knesset, y en una entrevista con el Jerusalem Post en agosto afirmó que su primera lealtad es a Israel.
“Así como ciertos miembros del gobierno de Trump profesan la doctrina de ‘Estados Unidos Primero’, yo defiendo con convicción la doctrina de ‘Israel Primero’. Y por ello estuve 30 años en la cárcel”, declaró. Pollard impulsa la anexión de Gaza como parte de su programa político.
Israel presionó durante años para la liberación de Pollard, y muchos sectores de la derecha israelí y estadounidense abogaron por su excarcelación. Fue puesto en libertad condicional en 2015 y, hacia el final de su primer mandato, Trump decidió dejar expirar las restricciones de la libertad condicional de Pollard y concedió el indulto total el 20 de enero de 2021 a su contacto, Aviem Sella, un ex piloto y militar de la Fuerza Aérea Israelí, solicitado y apoyado por varios actores clave: el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu, el embajador de Israel en EEUU Ron Dermer, y otros.
Según la Casa Blanca, la idea del indulto era “cerrar este capítulo desafortunado en las relaciones entre EEUU e Israel”. También influyó Miriam Adelson (viuda de Sheldon Adelson), donante importante para Trump, que respaldó el pedido.
Sella fue comandante de escuadrones importantes y participó en operaciones militares relevantes, como el ataque al reactor nuclear de Irak en 1981 (“Operación Opera”), y en los años ’80, mientras estudiaba en New York (en la NYU) reclutó a Jonathan Pollard, quien pasó a espiar para Israel. Fue acusado por EEUU por espionaje: en 1987 fue procesado por cargos relacionados con esa red de espionaje. Nunca fue extraditado a EEUU para responder esos cargos: se quedó en Israel, donde continuó su carrera militar y más tarde también una carrera civil.
En el momento de la detención de Pollard, el entonces Secretario de Defensa, Caspar Weinberger, escribió que Pollard había enviado a Israel una “cantidad increíblemente grande de información clasificada”, una cantidad tan grande, escribió Weinberger, que le resultaba imposible detallar toda la información que se transmitió al tribunal.
El exembajador de EEUU en Israel durante la presidencia de George W. Bush, Daniel Kurtzer, expresó su incredulidad ante el incidente, afirmando que no existe ninguna razón concebible para la reunión de Pollard. «¿Por qué querría el representante estadounidense en el Estado de Israel reunirse con Jonathan Pollard?», declaró, según el Times. «Es simplemente ilógico».
Desde su condena inicial hasta hoy, Pollard ha insistido en su inocencia. Ha sostenido que creía que era incorrecto que EEUU ocultara información de inteligencia a Israel y que no tuvo más remedio que entregarla, si bien algunos informes revelaron que recibió una generosa compensación, consistente en un anillo de diamantes y zafiros y dinero en efectivo, procedente de contactos israelíes.
Desde el punto de vista de la narrativa política, mediática o de opinión pública, mucha gente en EEUU —especialmente dentro de las comunidades de inteligencia— consideran a Pollard un traidor, un término que se usa comúnmente en el discurso público.
Y bajo ese marco, que un embajador estadounidense reciba en la embajada a alguien considerado traidor es percibido como un hecho muy grave.




