La respuesta cambiante de la izquierda a la creciente amenaza política de la inflación sigue evolucionando casi como con naturalidad. Primero dijeron que el problema no existía y que cualquiera que dijera lo contrario estaba actuando de mala fe o soltando propaganda republicana. Luego, dijeron que la inflación es real, pero el plan Build Back Better del presidente Biden lo arreglaría.
Ahora dicen que la inflación está ocurriendo ¡culpa de las corporaciones codiciosas! Y que esas empresas deben ser castigadas.
La codicia corporativa es la razón por la que los precios de la energía y de bienes son más caros este año, alega la senadora Elizabeth Warren (D-Mass.). La codicia corporativa también es la razón por la que Dollar Tree (una cadena estadounidense de tiendas de descuento que vende artículos todo por un dólar o menos), finalmente está aumentando sus precios, después de 35 años, de 1 dólar a 1,25 dólares para la mayoría de los artículos, dice un miembro del personal senior del senador Bernie Sanders (I-Vt.). Y la codicia corporativa (¡y posiblemente la malversación!) es la razón por la que los precios en el surtidor de combustibles siguen siendo altos, sugirió Biden, quien ha pedido a la Comisión Federal de Comercio que investigue «comportamientos potencialmente ilegales y anticompetitivos» en la industria del petróleo y el gas.
Los medios de comunicación izquierdistas y los grupos de defensa están ampliando este mensaje. Por lo general, lo que hacen es citar ganancias corporativas récord como prueba de que las empresas deben estar “aprovechándose” o “sacándole” al público, en lugar de, por ejemplo, responder a las inusuales condiciones del mercado actual.
No está claro si se trata de una estrategia de comunicación cínica, o si realmente lo creen. De cualquier manera, es una estupidez.
Para que la “codicia corporativa” sea la culpable del reciente aumento de precios, bueno, tendría que creer que las empresas de repente se volvieron mucho más codiciosas o que las empresas de repente se volvieron mucho más efectivas para actuar sobre esa codicia.
Aquí está el tema. Las corporaciones siempre están dispuestas a hacer dinero. Ese es su trabajo. Esto fue así hace un siglo, una década y también el año pasado. En la primavera de 2020 la inflación se desplomó (con los precios del petróleo incluso brevemente volviéndose negativos) y las ganancias corporativas se desplomaron. Eso no sucedió porque todos los ejecutivos y accionistas de repente se volvieron más altruistas.
Lo que sucedió fue que la pandemia hizo que la demanda se desplomara, lo que obligó a una caída tanto en los precios que cobraban las empresas como en las ganancias que obtenían.
Lo que está pasando ahora, a la inversa, es que la demanda ha vuelto a subir. Especialmente para bienes físicos, como muebles, automóviles y equipos deportivos, ya que los consumidores bajo el encierro tienen dinero en efectivo que están ansiosos por gastar y aún no se sienten totalmente cómodos comprando servicios de mayor riesgo como viajes.
La pandemia también afectó, y continúa arruinando la cadena de suministro. Esos cuellos de botella hacen que sea más difícil para las empresas producir y vender tantas cosas como el público quiera.
Así que están vendiendo lo que tienen, obteniendo una buena ganancia de esas ventas y pagando mucho dinero para adquirir aún más inventario, cuya última unidad suele ser la más cara de adquirir. Fuerzas similares están afectando el mercado de la energía a medida que las fábricas aumentan la producción y consumen más combustible en el proceso.
Estas fuerzas están generando beneficios récord y una mayor inflación. Los progresistas dicen que deberías sospechar que ambas cosas podrían estar sucediendo a la vez, pero la verdad es que ambas son un síntoma de una oferta restringida que hace todo lo posible para satisfacer la demanda.
Nada de esto quiere decir que no hay algunas industrias que estén extremadamente arruinadas, que podrían usar algún tipo de intervención regulatoria o antimonopolio para funcionar de manera más competitiva. Definitivamente los hay.
Los demócratas podrían reconocer esta realidad. Podrían decir: Oye, sentimos tu dolor, pero no hay mucho que el presidente pueda hacer para sofocar la inflación. También podrían argumentar que la inflación por encima de la tendencia puede ser desagradable, pero vale la pena lidiar con ella por un tiempo, porque hacer que la economía se caliente un poco permite un crecimiento laboral más rápido, aumentos salariales para los trabajadores con salarios más bajos, etc.
Podrían decir que este conjunto de compensaciones es preferible a una en la que los responsables de la formulación de políticas se esfuerzan más por sofocar la inflación suprimiendo la demanda (presionando a la Reserva Federal para que aumente las tasas de interés, por ejemplo, o adoptando medidas de austeridad fiscal); en ese escenario, podríamos obtener precios más bajos, pero también menos contratación y menos crecimiento. Quizás otra recesión.
En lugar de hacer cualquiera de estos argumentos, nos estamos volviendo más perezosos, y haciendo lo que saben hacer, pura demagogia populista.