Este legítimo heredero del trono, hijo del anterior mandatario, emprendió una serie de conquistas que no solo aseguraron su gobierno, sino que también sentaron las bases para la propagación de la religión católica en su reino.
Su verdadero legado se forjó más allá de su estrategia político-militar, sino fundamentalmente en la promoción de la fe católica. Su peregrinaje a Roma, donde buscó la aprobación del Papa Silvestre II para los obispados y el título de rey, fue un hito fundamental en esta empresa. La respuesta papal fue un acto de reconocimiento y gratitud, que culminó con la solemne coronación de Esteban como el primer rey de Hungría en el año 1000.
El amor inquebrantable de Esteban por la religión católica se manifiesta en cada aspecto de su reinado. Su devoción a la Virgen Santísima era excepcional, impulsándolo a erigir templos en su honor y a invocarla en sus momentos más desafiantes. Además, fomentó la construcción de templos y dotó a las iglesias de ornamentos, libros y objetos litúrgicos necesarios, tanto en su nación como en Roma, promoviendo así la expansión y el fortalecimiento de la Iglesia Católica.
La generosidad del Rey Esteban hacia los necesitados se destacó por su magnitud, y su preocupación por los pobres era palpable. Su máxima era clara: «Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial». Incluso se aventuraba de incógnito como un simple albañil para brindar ayuda a los menos afortunados, sin temor a los peligros que podían acechar. Su sacrificio personal era una expresión de su profundo compromiso con la caridad cristiana.
La educación que proporcionó a su hijo refleja su sabiduría y su deseo de transmitir valores morales sólidos. Le instó a huir de la impureza y del orgullo, a ser paciente, generoso con los pobres y respetuoso con la Iglesia Católica. Esteban no solo promulgó leyes, sino que también inspiró a través de sus acciones y ejemplos, convirtiendo a las personas hacia la fe y la virtud.
Es innegable que el Rey Esteban, con sus virtudes cristianas, dejó una huella imborrable en la historia de Hungría. Su legado perdura en la fe arraigada en su nación y en la veneración que sigue recibiendo como santo. Es un recordatorio de la influencia positiva que un líder con principios morales y valores cristianos puede ejercer en la cultura y la civilización, y un ejemplo de cómo la cristiandad puede contribuir al desarrollo de una nación. Que Dios nos envíe líderes en todo el mundo que sigan el ejemplo del santo Rey Esteban en su compromiso con la fe y la generosidad hacia los necesitados.
La vida de este Santo como sus consejos para la educación cristiana amerita un tratado en sí; conviene simplemente ver por ahora lo que es actualmente Hungría como una de las pocas naciones verdaderamente cristianas). Dirá San Esteban: «En primer lugar, te ordeno, te aconsejo, te recomiendo, hijo amadísimo, si deseas honrar la corona real, que conserves la fe católica y apostólica con tal diligencia y desvelo que sirvas de ejemplo a todos los súbditos que Dios te ha dado, y que todos los varones eclesiásticos puedan con razón llamarte hombre de auténtica vida cristiana, sin la cual ten por cierto que no mereces el nombre de cristiano o de hijo de la Iglesia».