Los diplomáticos de los distintos países asociados a la OMS y los funcionarios del presidente Joe Biden están negociando un tratado con la Organización Mundial de la Salud para promover la “equidad en salud global”. La premisa es que en una pandemia u otra emergencia sanitaria mundial, los estadounidenses no deberían obtener una atención médica mejor o más rápida que los habitantes de países del tercer mundo.
Si Biden impone esto y se encontraran con un peligro real frente a una pandemia o virus mortal, los estadounidenses sufrirán y morirán a causa de las medidas.
Y supo tener su razón Donald Trump cuando decidió quitar a EEUU de la misma OMS por no verse favorecido no solo el país sino por la ineptitud de la organización frente a la investigación de los orígenes del COVID-19 o de las sumas acaudaladas de dinero que EEUU aporta a la organización a comparación de China.
El tratado es tan escandaloso que nunca sería aprobado por dos tercios del Senado, como exige la Constitución de los EEUU.
Pero la administración está indicando que puede intentar poner fin a ese requisito, considerándolo en cambio un acuerdo internacional.
Las enmiendas delegan al organismo internacional de burócratas no elegidos (OMS) más autoridad para definir qué constituye una pandemia, cuándo está en curso, cuánto dura una pandemia y cómo “prevenir, detectar y responder a futuras emergencias de salud pública de interés internacional”, en última instancia, delegar la autoridad total de la OMS sobre las operaciones de emergencia en los EEUU durante una «emergencia de salud pública».
Según el borrador del tratado, presentado el lunes en Ginebra, EEUU estará obligado a entregar la friolera del 20% de sus suministros médicos, incluidas pruebas de diagnóstico, medicamentos antivirales y vacunas, a la OMS para su distribución mundial.
El artículo 10 del tratado especifica que esto se hará “en tiempo real”, no después de que se satisfagan las necesidades estadounidenses.
EEUU ya no podrá apurar tratamientos y vacunas a sus propios ciudadanos, priorizándolos antes que enviar ayuda a otros países.
Los ciudadanos tendrán que esperar más por su Paxlovid u otros tratamientos porque esos artículos, que ahora están siendo almacenados y pagados por los contribuyentes estadounidenses, serán enviados a Nigeria, Uruguay, Afganistán y otras naciones subdesarrolladas.
La OMS tomará las decisiones sobre qué países obtienen qué suministros gracias al tratado próximo a aprobación, lo cual es de imaginar que además de verse perjudicados ciertos países, habría que analizar .
Los partidarios del tratado critican a EEUU por usar la mayor parte de Paxlovid en los estadounidenses durante la reciente pandemia y monopolizar el acceso temprano a las vacunas. Piensan que los estadounidenses deberían hacer que la salud de sus propias familias sea secundaria para lograr la equidad global.
El experto en salud pública de Harvard, Jesse Bump, dice que el tratado está diseñado para corregir “las acciones vergonzosas y egoístas de los países ricos en la pandemia de COVID”.
El artículo 19 requeriría que EEUU y otros países ricos paguen un porcentaje fijo del producto interno bruto anual a un fondo de preparación de la OMS para una pandemia.
La subordinación de la OMS a China también hace que el tratado sea especialmente peligroso.
El director general Tedros Adhanom Ghebreyesus se inclinó ante China en enero de 2020 para encubrir el brote inicial de coronavirus. Luego se inclinó ante la negativa de China a cooperar con las investigaciones sobre el origen de la pandemia. También prohibió a Taiwán observar las reuniones de COVID por orden de China.
A pesar de esto, el ex principal asesor médico de la Casa Blanca, Anthony Fauci, llama amigo al pro-China Ghebreyesus.
Cuando expiró el mandato de Ghebreyesus como director general, Biden apoyó su reelección en lugar de proponer un candidato que no esté en el bolsillo de China. Al diablo con los intereses estadounidenses.
El tratado propuesto por la OMS plantea un nuevo peligro.
Es una mezcla tóxica de demandas confiscatorias de «equidad en salud global» combinada con dictados tras bambalinas de China.
Los defensores del tratado afirman que nada permitiría a la OMS entrometerse en la forma en que EEUU responde a nivel nacional a una pandemia.
Pero la propia redacción del artículo 4 del tratado demuestra lo contrario.
Establece que cada país administrará sus propias políticas internas de salud siempre que estas políticas “no causen daños a sus pueblos y a otros países”.
El borrador del tratado dice que entrará en vigor “provisionalmente” antes de que la legislatura de cada país lo considere.
Para bloquear ese fin de eludir la Constitución de los EEUU, 15 senadores republicanos presentaron un proyecto de ley el 15 de febrero que establece que el tratado no es vinculante a menos que el Senado de los EEUU lo ratifique.