
Verleihung des Friedenspreises des Börsenvereins des Deutschen Buchhandels für 1973 an den "Club of Rom" in der Paulskirche Frankfurt. In Anwesenheit von Bundespräsident Dr. G. Heinemann u. Frau (v.l.n.r: Dr. Ernst Klett, Dr. Aurelio Peccei, Prof. Dr. Eduard Pestel (beide Mitgl. d. Exekutiv-Komitees d. "Club of Rom"))
El Club de Roma[1] es una organización fundada en 1968 por un grupo de académicos, científicos, economistas y políticos, con el supuesto objetivo de estudiar los grandes problemas de la humanidad y ofrecer soluciones a escala global. Curiosamente, en 1968, la ONU jugó un papel crucial en el inicio de políticas ambientales internacionales con la resolución de la Asamblea General que propuso una conferencia mundial sobre el medio ambiente humano[2]. Esta resolución, impulsada por una propuesta de Suecia, llevó a la histórica Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano en Estocolmo en 1972.
En cuanto al Club de Roma, su primera obra célebre, Los límites del crecimiento (1972), causó un gran impacto al anunciar, mediante modelos matemáticos, que el crecimiento económico y demográfico era insostenible, y que el mundo se encaminaba al colapso si no se adoptaban medidas drásticas para limitar el consumo y controlar la población. Ahora bien, desde una perspectiva realista sale a la luz la crítica al globalismo y la filantropía iluminista (especialmente aquel promovido por grandes ONG, fundaciones internacionales y organismos tecnocráticos supranacionales), el Club de Roma encarna varios de los problemas más preocupantes de la ingeniería social contemporánea.
Primeramente, porque se da una visión reduccionista del ser humano. El Club de Roma considera a la humanidad como una variable técnica dentro de un sistema cerrado. Las personas son tratadas como “consumidores de recursos” y “emisores de carbono”, y no como criaturas hechas a imagen de Dios con un destino trascendente. Esta mentalidad mecanicista ignora la centralidad de la persona humana, base de la doctrina social de la Iglesia.
Además, es notorio el malthusianismo disfrazado de ciencia; gran parte del pensamiento del Club de Roma está basado en la idea de que la población debe ser reducida para “salvar al planeta”. Este planteo resucita las ideas de Thomas Malthus, cuya propuesta de limitar los nacimientos para evitar la escasez ha sido siempre rechazada por la antropología cristiana. La Iglesia enseña que todo ser humano es un don, no una amenaza, y que el verdadero desarrollo no pasa por reducir la vida sino por ordenarla según el bien común.
No se puede dejar de considerar lo que es su tecnocracia sin alma. Las “soluciones” propuestas por el Club de Roma suelen derivar en un gobierno tecnocrático global, es decir, en elites ilustradas y científicas que dictan políticas al margen de la voluntad de los pueblos y de las tradiciones culturales y religiosas. Este modelo es incompatible con el principio de subsidiariedad, que enseña que las decisiones deben tomarse al nivel más cercano posible a las personas, no por estructuras impersonales y supranacionales.
Esto suma también a lo que es una agenda ecológica ideologizada. Aunque la protección del medio ambiente es legítima y necesaria, el Club de Roma y sus aliados suelen convertir la ecología en una especie de religión civil, donde la “salvación” viene por vía de restricciones ecológicas impuestas desde arriba, en lugar de una conversión moral y espiritual que permita una relación sana con la creación. Esta “ecología profunda” suele ocultar una profunda misantropía.
De esto se evidencia lo que es la complicidad con la filantropía globalista. No podría negarse que el Club de Roma ha sido promovido y financiado por grandes fundaciones que también impulsan agendas como el control natal, la ideología de género, la redefinición de la familia y el debilitamiento de la soberanía nacional. La aparente “filantropía” de estas fundaciones encubre una ingeniería social incompatible con la ley natural y con el Evangelio.
En este sentido, su más reciente actuación pone en manifiesto lo previamente expuesto. El Club de Roma, junto al Instituto Hot or Cool, la Agencia Europea del Medio Ambiente y respaldado por la ONU, lanzó un grupo con la misión de elaborar “orientaciones”[3] para influir en las decisiones de los ciudadanos sobre alimentación, transporte y estilo de vida, supuestamente para asegurar recursos y reducir crisis materiales y sociales. Se trata de una intervención planificada en las elecciones personales, financiada por organismos sin mandato democrático directo; es una afrenta directa a la libertad individual bajo el yugo ecologista que es simplemente un discurso vacío que encubre una profunda ingeniería social. Citando informes de la ONU (Global Resources Outlook), el Instituto Hot or Cool (“1.5-Degree Lifestyles”) y la Agencia Europea, se propone reemplazar la propiedad privada por la “usership” (usufructo continuo): en lugar de comprar, todo se renta; el bien es reemplazado por el servicio. Esto va desde perder la posesión del propio vehículo, hasta no poder elegir qué ropa comprar. En el prólogo del informe, la Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Inger Andersen, escribe: “Es importante señalar que los modelos circulares que debemos seguir no se limitan a reciclar; se trata de mantener los materiales en uso durante el mayor tiempo posible y de repensar cómo diseñamos y entregamos bienes y servicios, creando así nuevos modelos de negocios”[4]. De hecho, se lee en un informe: “Para abordar la alta huella ambiental de la producción de ropa y calzado, un cambio de comportamiento y el apoyo de políticas son cruciales para lograr la transición hacia modelos de negocios circulares”.
El Club de Roma luego se presenta diciendo: “El grupo de trabajo reconoce que los materiales y el consumo son la base de numerosas crisis interconectadas. Desde la creciente demanda de minerales críticos hasta el impacto de las cadenas de suministro en el cambio climático y las desigualdades sociales, abordar estos problemas es esencial para construir un futuro sostenible y resiliente”. En su sitio web oficial se observa la documentación que nutre su grupo de trabajo. Allí se observa cómo los documentos sugieren eliminar o reducir drásticamente el consumo de carne, favoreciendo dietas casi exclusivamente vegetales o pescatarianas “seguras” y “óptimas desde lo ambiental”. Para peor, luego se promueve la vida en “ciudades de 15 minutos”, restringiendo propiedad de autos, vuelos y movilidad de forma general; en cambio, se incentivaría el transporte público, bicicletas o movilidad eléctrica compartida. Es que el Taskforce no surge en silencio, sigue la agenda de informes previos de la ONU y similares, filtrando la misma narrativa, esto es, los ciudadanos “ya no poseerán nada” y deberán aceptar modelos definidos por entidades internacionales.
[1] About us – Club of Rome. (2023, November 2). Club of Rome. https://www.clubofrome.org/about-us/ v
[2] Document Viewer. (n.d.). https://docs.un.org/es/e/res/1346(XLV)
[3] Kumar, P. A. (2025, May 23). Taskforce on materials and consumption to drive sustainable resource use – Club of Rome. Club of Rome. https://www.clubofrome.org/impact-hubs/reframing-economics/taskforce-materials-consumption/
[4] Hinchliffe, T. (2025, May 30). Globalist Club of Rome pushes plan to control food, travel, and property for ‘climate change’ – LifeSite. LifeSite. https://www.lifesitenews.com/analysis/globalist-club-of-rome-pushes-plan-to-control-food-travel-and-property-for-climate-change/?utm_source=latest_news&utm_campaign=usa