
La cumbre, organizada por Arabia Saudita en su capital, Riad, estuvo precedida de numerosas predicciones sobre el anuncio al que se refirió el presidente Donald Trump, calificándolo de «anuncio muy importante» durante una reunión con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en la Casa Blanca el martes 6 de mayo.
Además de lo que el presidente estadounidense, Donald Trump, tiene intención de anunciar, la agenda de la cumbre y los acuerdos y convenios que se espera que se lleven a cabo se han convertido en tema de conversación, desde acuerdos de seguridad y militares hasta acuerdos tecnológicos y de inteligencia artificial.
Una fuente diplomática del Golfo, que prefirió no revelar su nombre ni su posición, dijo a The Media Line: «El Presidente Donald Trump emitirá una declaración sobre el Estado de Palestina y su reconocimiento por parte de EEUU, y que se establecerá un Estado palestino sin la presencia de Hamás».
La fuente también añadió: «Si se hace un anuncio de reconocimiento estadounidense del Estado de Palestina, será la declaración más importante que cambiará el equilibrio de poder en el Medio Oriente y más países se unirán a los Acuerdos de Abraham».
La fuente confirmó que seguramente habrá acuerdos económicos, pero muchos de ellos ya fueron anunciados y podríamos presenciar la exención de aranceles para los países del Golfo.
Históricamente, EEUU ha apoyado firmemente a Israel, por lo que un reconocimiento de Palestina como Estado por parte de Trump rompería con décadas de política bipartidista estadounidense. Sumado a que Palestina ganaría legitimidad internacional y fuerza en futuras negociaciones, sobre todo con el seguido reconocimiento del Estado Palestino por parte de otros países.
Las consecuencias de los fanáticos religiosos pro sionistas no se harían esperar respecto a su descontento, principalmente entre votantes evangélicos que ven a Israel como clave en su visión religiosa del mundo. Y dentro del Partido Republicano las reacciones podrían ser aún más divisivas, con el riesgo de ruptura dentro de partido, al tocar un tema históricamente sensible.
El reconocimiento implicaría considerar a Palestina un sujeto soberano de derecho internacional, con los derechos y obligaciones que eso conlleva y que le posibilitaría en términos diplomáticos, por ejemplo, abrir una embajada en Washington, además de una representación dentro de la ONU.
Una incógnita sería el saber qué ocurriría con Jerusalén, ya que Israel considera toda Jerusalén como su capital «única e indivisible», incluyendo Jerusalén Este, que fue ocupada en 1967 y posteriormente anexada (anexión no reconocida internacionalmente). Mientras que Palestina reclama Jerusalén Este como su capital, como parte del futuro Estado palestino.
Habría que redefinir límites, zonas de control y accesos a lugares sagrados (como la Explanada de las Mezquitas/Monte del Templo), lo que sería explosivo a nivel religioso y político.
La idea de «dos capitales en Jerusalén» no es nueva. Aparece en casi todos los borradores de paz desde los Acuerdos de Oslo (1993):
«Jerusalén Oeste para Israel y Jerusalén Este para Palestina, con un régimen especial internacional para los lugares sagrados.»
Israel jugó un rol central en el estancamiento y eventual fracaso de los Acuerdos de Oslo, y efectivamente, Benjamin Netanyahu tuvo una participación clave en esa dinámica, especialmente durante su primer mandato como primer ministro (1996–1999).
Netanyahu se opuso abiertamente a los Acuerdos de Oslo desde el inicio, incluso antes de ser primer ministro. Cuando asumió en 1996:
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Retrasó y condicionó la implementación de los compromisos israelíes asumidos por su antecesor (Rabin, luego Peres).
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Aprobó la construcción y expansión de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este, lo que los palestinos vieron como una violación directa del espíritu de Oslo.
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Saboteó el Protocolo de Hebrón (1997), que debía retirar a las tropas israelíes de esa ciudad; lo hizo solo parcialmente y con condiciones muy duras.
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Fomentó el descrédito de la ANP, al tratarla como incapaz de frenar el terrorismo, debilitando su legitimidad.
En 2001, el propio Netanyahu dijo en un video filtrado (grabado en secreto) que:
“Cómo destruir Oslo sin que el mundo lo note. Eso es lo que hice”.
Se refería a cómo había ralentizado las obligaciones de Israel sin provocar la condena internacional, algo que mostró con orgullo.
De más estaría decir que el terremoto político en Israel como consecuencia de un reconocimiento del Estado Palestino sería de tal magnitud que reaccionarían con fuerza, acusando a EEUU de traición con el posible enfriamiento severo de las relaciones entre Trump y Netanyahu.