A sugerencia de Roosevelt, que ya había utilizado el concepto de Naciones Unidas en 1942, los aliados elaboraron una declaración conjunta para la creación de una Organización Mundial de Naciones, que retomaba, en parte, el malogrado experimento de la Sociedad de Naciones impulsada por otro presidente estadounidense, Woodrow Wilson.
La España de Franco no sólo quedó fuera de su creación, acusado de ser el único país colaboracionista con el régimen nazi de Alemania que quedó en pie, sino que una expresa resolución de 1946, un año más tarde, vetaba su posible entrada en cualquiera de los organismos internacionales, al tiempo que recomendaba la retirada de los embajadores del resto de países.
Por su neutralidad en la Segunda Guerra Mundial fue castigada por los países vencedores y esto limitó sus relaciones comerciales internacionales, lo que dificultó el acceso a recursos y alimentos. Era un país mal visto por los vencedores.
Las democracias occidentales le dieron la espalda: decidieron no intervenir militarmente en España, abandonando a la exigua resistencia interior que aún combatía agazapada en las partidas del ‘Maquis’, pero optaron por el estrangulamiento de su economía.
España perdió el acceso a importaciones de alimentos y materias pimas que solía obtener de países beligerantes. Esto exacerbó la escasez de alimentos y otros productos básicos en el mercado interno español.
La neutralidad también le impidió no beneficiarse de programas de ayuda alimentaria y económica que se implementaron en algunos países durante y después de la guerra. Dejando a España en una situación precaria limitando su capacidad para recuperarse de los estragos de la Guerra Civil Española y para satisfacer las necesidades básicas de su población.
En 1947, tras años de escasez de alimentos, España país había quedado fuera del Plan Marshall y la OTAN porque EEUU consideraba que había sido «aliado del Eje». Entonces, la Argentina de Perón criticó estas decisiones y optó por enviar más de mil millones de pesos en comida.
La visita de la primera dama argentina en 1947, Eva Perón, contribuyó al afianzamiento de un franquismo aislado internacionalmente.
“Franco, Perón, un solo corazón”. Evita viaja a España para «acabar con el aislamiento de la Madre Patria» y fue recibida como una estrella de cine. Millones de personas acudieron a escuchar un discurso histórico: «Les dejo mi corazón, me deberé siempre a ustedes».
Allí, Eva aprovechó para visitar la Catedral de Zaragoza y se arrodilló ante el trono de la Hispanidad. Besó a la Santísima Virgen del Pilar y dejó sus pendientes como muestra de solidaridad con el pueblo español.
Juan Domingo Perón envió Eva Duarte y, con ese viaje, ambos países sellaron un acuerdo de colaboración que permitió a Franco sobrevivir al aislamiento.
Argentina firmó un acuerdo con Madrid para venderle su trigo a crédito. Mientras tanto, defendió al gobierno español en la ONU y envió un embajador a Madrid, como gesto de buena voluntad. Para consolidar el ambiente de cordialidad, Franco concedió a Evita la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica. La primera dama argentina aceptó encantada y anunció que recogería personalmente la distinción.
Cuando Juan Domingo Perón fue preguntado por cómo España le pagaría las deudas en el futuro por la crisis que sufría, respondió lo siguiente: «¿Desde cuándo un hijo le pide cuentas a su padre?».
El tratado proporcionó a España los medios necesarios para continuar comprando alimentos, en la forma de un crédito rotativo de 350 millones de pesos por tres años, con opción a extenderlo por otros dos años. Madrid debía devolverlo con una tasa de interés anual del 2, 75%.
Además de este crédito, a España le fue concedido un préstamo de 400 millones de pesos en condiciones blandas, a pagar en veinticinco años, pensado originalmente para ayudarla a no quedarse atrás con los pagos a la Argentina por las importaciones de los años 1942-1946 (una deuda que llegó a 225,5 millones de pesos).
España, por su parte, se comprometía a enviar a la Argentina cada año hasta 1951, un mínimo de 15.000 toneladas de hierro, 5.000 toneladas de planchas de hierro, 5.000 toneladas de plomo, 8.000 toneladas de corcho y productos de corcho, 600 toneladas de papel de cigarrillos, 2.000 toneladas de aceitunas, y 15% de su excedente exportable de
aceite de oliva. Se comprometía además a vender a la Argentina productos textiles y de madera, zinc y mercurio, maquinaria agrícola e industrial, motores eléctricos y a combustible, máquinas de coser, de escribir, etc.
También acordó construir barcos para la Argentina en sus astilleros, pero sólo en términos generales. Debe señalarse que Argentina estaba en este momento tratando de expandir sus flotas mercante y de guerra, pero quería comparar los tipos, precios y fechas de entrega de distintos barcos antes de decidir dónde comprarlos.
El comercio entre los dos países se intensificó en este período, ayudando a aliviar la escasez de alimentos de España. Así, Argentina exportó grandes cantidades de alimentos al país ibérico.
Años antes (desde el 1938), el Argentina ya había creado una Asociación de Ayuda al Gobierno de España con la que celebraban actos semanales para recaudar fondos destinados a los refugiados españoles.
Desde la firma del tratado de octubre del 1946 (cuatro meses después de la asunción de Perón), Argentina envió a España todos estos productos:
- 400.000 toneladas de trigo: Argentina era y sigue siendo uno de los principales productores mundiales de trigo, por lo que exportaba grandes cantidades de este cereal a España para satisfacer la demanda de pan y otros productos horneados.
- 20.000 toneladas de carne: La carne de vacuno, ovina y porcina era otro producto importante. Constituía una parte fundamental de la dieta española y su disponibilidad era crucial.
- 120.000 toneladas de maíz: Argentina exportaba maíz a España y se utilizaba para la alimentación animal y producción de diversos productos alimenticios.
- Otros productos: 8.000 toneladas de aceite, 16.000 de tortas, 10.000 de lentejas, 5.000 de carne salada y 50.000 cajones de huevos.
En esta beneficiosa negociación destacó la figura de José María de Areilza, embajador que convenció a los Perón de que mandasen cereales, carnes, grasas y cueros de forma ininterrumpida. Evita solía tomarle el pelo diciendo que lo próximo que se llevaría sería la Casa Rosada.
Perón, como muestra de agradecimiento por el trato a Evita, pronunció un discurso del 12 de octubre de 1947 reivindicando el Día de la Raza, exaltando la obra de España en América y denunciando la Leyenda Negra sobre la participación de la masonería en el período de independencia.
En Tetuán (Madrid), el General Perón sigue teniendo una estatua y una avenida a su nombre como muestra de aprecio por todo su apoyo. La estatua fue levantada en 1975 y la calle dada de alta en 1948.
La Asamblea General de la ONU revocaría en febrero de 1950 por 38 votos a favor 10 en contra y 12 abstenciones la repulsa diplomática que había impuesto a España en 1946, lo que sería el paso previo, y en la práctica el fin del aislamiento, a su definitivo ingreso en la ONU en 1955.