Habiendo culminado la reunión ecologista más importante en términos geopolíticos, refiérase así a la Conferencia de Partes, corresponde analizar un aspecto de su 28° edición.
“Una de las grandes novedades de la COP28 es presentar la agricultura como un sector clave de la acción climática: en la perspectiva de los organizadores de la 28ª conferencia mundial sobre el clima, la producción de alimentos sería uno de los sectores más debilitados por los “efectos del cambio climático”.
En este contexto, la declaración firmada por unanimidad el 1 de diciembre compromete –solo moralmente– a los países a integrar los sistemas alimentarios en el gran plan para reducir los gases de efecto invernadero.
Esto es una hipocresía para el ala caritativa de la Conferencia de Obispos Católicos de Inglaterra y Gales: “Actualmente, solo el 0.3% de la financiación climática se destina a los pequeños agricultores, aunque producen un tercio de las necesidades mundiales.
“Esta declaración solo funcionará realmente si alienta a los gobiernos a centrarse en fortalecer los sistemas alimentarios locales a través de soluciones que ya han demostrado ser efectivas, como la agroecología”, lo cual no es el caso, señaló Diego Martínez Schuett.
La cuestión es, en efecto, saber a dónde van a parar las vertiginosas sumas destinadas a la financiación climática en el ámbito de la agricultura, si los primeros actores fundamentales que cultivan la tierra no reciben ni siquiera el 1%”.
Esto que informa Crux y FSSPX.Actualités da muestra que la Agenda 2030 sólo busca que los más ricos y poderosos aplasten a los más humildes y pequeños. El sistema corporativista genera que los poderes supranacionales protejan políticamente a los metacapitales dejando desamparados a los productores tradicionales.
De acuerdo a las fuentes de Crux y FSSPX.Actualités, la Conferencia de Obispos Católicos de Inglaterra y Gales sostuvo lo siguiente: “Si bien la declaración de la COP28 aborda la cuestión de un sistema alimentario fragmentado, con énfasis en el apoyo a los pueblos indígenas y a los pequeños agricultores, planear impulsar los sistemas de comercio global a través de la Organización Mundial del Comercio (OMC) solo beneficiará a las grandes empresas alimentarias”.
La creación, durante la COP28, de un fondo de compensación de los países ricos, grandes consumidores de combustibles fósiles, a los países menos industrializados, a menudo los primeros en ser saqueados en nombre de la doxa ecológica, es una medida que permite sobre todo tranquilizar las conciencias.
Más bien, los países deberían “dirigir el apoyo financiero y tecnológico hacia los pequeños agricultores y no hacia los gigantes alimentarios que hacen poco para favorecer el medio ambiente”, sugirió CAFOD.
“El cuidado de la creación de Dios está íntimamente ligado al cuidado de todos”, recordó, al margen de la conferencia de Dubai, Monseñor John Arnold, obispo de Salford y responsable de las cuestiones medioambientales de los episcopados inglés y galés.
Una oportunidad de recordar también que el cuidado de este bien común de la creación se traduce concretamente en sumisión a las leyes impuestas por el creador a su criatura, particularmente humana. Este objetivo está muy lejos de alcanzarse.
Quizás sea momento de entender que con el mal no se dialoga y que la Agenda 2030 es hija del padre de la mentira. Hoy la soberanía y la libertad peligran ante un proyecto globalismo que, haciendo del ecologismo una religión, busca someter a las naciones a un panteísmo progresista.