Algo que me encanta de leer, es la riqueza que podemos encontrar en las palabras de otros. No importa que hayan pasado años o siglos, las palabras jamás caducan. Incluso aquellas que consideramos crueles o malas nos dejan grandes aprendizajes.
Aristóteles fue un personaje enigmático en su tiempo, y lo sigue haciendo ahora. Fue uno de los discípulos más cercanos de Platón, y dentro de su filosofía podemos notar la gran influencia que tuvo de él. Sin embargo, cuando Platón murió, la Academia –escuela que Platón fundó– pasó a manos de Aristóteles y la rechazó. Desde ese momento fundó su propia escuela a la que se conoce como el Liceo, y escribió alrededor de 200 obras de las cuales sólo se conservan 31.
Uno de sus libros más conocidos es Ética a Nicómaco, dirigido a su propio hijo. Es uno de los libros más influyentes en cuanto a filosofía moral y en él trata diversos temas como la amistad, el amor, y el cómo llevar una vida feliz.
Su fórmula
Para Aristóteles, la meta del ser humano estaba en llegar a la felicidad; lo que él llamó eudaimonía. Para que la eudaimonía sea posible, es necesario un punto de encuentro entre 3 elementos: la razón, los hábitos y una vida buena.
Razón + Hábitos = Vida Buena // Eudaimonía
La suma de la razón y los hábitos dan como resultado una vida buena. Sin embargo, la vida buena y la felicidad (eudaimonía) no son lo mismo. Sólo la prolongación en el tiempo de estos 3 elementos nos llevan a un estado de felicidad.
Todo empieza con los hábitos
Decía Aristóteles:
“Cualquiera que quiera llevar una vida buena debe ser capaz de cambiar y formar hábitos.”
La razón es una capacidad que poseemos por el mero hecho de ser seres humanos. Independientemente de que la usemos o la desaprovechemos, está ahí.
En el caso de los hábitos, cada quién posee distintos y tienen un impacto importante en nuestra forma de sentirnos y ver las cosas. Esto era muy conocido por Aristóteles y es por esa razón que pone mucho énfasis en ellos.
¿La razón? Los hábitos, a la larga, forman virtudes. Y una virtud sólo se adquiere si practicamos hábitos sanos todos los días.
¿Cómo empiezo
a cambiar mis hábitos?
Según Aristóteles esto es algo simple, pero no sencillo. Él no expone ciertos pasos a seguir, pero encontré una forma de desglosar lo que dice:
1) Empieza por cambiar tu enfoque.
2) Ve en contra de tus deseos.
3) Observa tu segunda naturaleza.
Muchas veces no logramos aquello que nos proponemos porque lo estamos viendo desde una perspectiva muy pobre. La motivación de crear hábitos saludables está en que a la larga llevarás una vida feliz y buena.
Una vez que has empezado a crear un hábito y estés en ese proceso, tendrás deseos muy fuertes por querer dejarlo. Te llegarán pensamientos como “no pasa nada si dejo pasar un día” o “no siento que esté avanzando”. Por eso es muy importante que en el momento en que aparezcan los reconozcas como algo normal dentro de tu proceso. Estás desacostumbrando a tu cuerpo y a tu mente a algo. Esa es la reacción esperada. Lo determinante aquí es que estés dispuesto a ir en contra de ese deseo.
Finalmente, te toca observar. Conforme pasen los días notarás que ese hábito es cada vez más fácil y se manifestará de manera natural. Antes de pasar a ser una virtud, lo reconocerás como una segunda naturaleza y sólo te tocará observar cómo lograste aquello que tanto te costaba.
Observarlo te hará consciente y con ello serás capaz de mantenerlo con el tiempo. Mantener en el tiempo aquello que tanto esfuerzo te ha costado.
Publicado originalmente el 11 de septiembre de 2020 en el newsletter Catarsis Filosófica.
Aranza Sánchez Romero (autora):
Lic. en Filosofía (Universidad La Salle), maestrante en Psicoanálisis. Le gusta escribir y enseñar, imparte clases de Filosofía y participa activamente en distintos medios digitales para la difusión de la filosofía.