
La ofensiva incluyó una combinación de drones Shahed de fabricación iraní, misiles hipersónicos y de crucero, además de señuelos meticulosamente planeados para saturar las defensas aéreas ucranianas.
El ataque provocó daños significativos. En una escalada deliberada, los misiles impactaron por primera vez en edificios gubernamentales clave en el corazón de la ciudad. Al mismo tiempo, varios rascacielos residenciales fueron incendiados, dejando un saldo confirmado de al menos cuatro civiles muertos, entre ellos un bebé, y más de una decena de heridos.
Esto no es una escalada aleatoria, sino un preludio calculado. Analistas militares interpretan el asalto como una señal inequívoca del presidente Vladimir Putin de que ha comenzado la fase inicial de una operación mucho mayor. El ataque busca debilitar defensas, sembrar terror y fijar recursos ucranianos en la capital antes del verdadero objetivo estratégico.
Mientras el presidente Volodymyr Zelensky condenó el asalto como “vil” y los líderes europeos expresaron solidaridad, la realidad estratégica apunta a una conclusión sombría.
Esta abrumadora demostración de fuerza es el claro preludio de la tan anticipada ofensiva final en el Donbás. Sugiere un movimiento que Putin había retrasado estratégicamente esperando el momento adecuado, y este ataque indica que el momento de lanzar un empuje decisivo para colapsar las defensas ucranianas en la región es ahora inminente.