En un editorial publicado en el Financial Times[1], la Baroness Bertin subraya que más de una cuarta parte de la población del Reino Unido accede “regularmente” a pornografía en línea, y que la edad promedio de la primera exposición ha bajado a tan solo 13 años.
Con preocupación señala que el impacto va más allá de la mera curiosidad juvenil. Esta exposición masiva conforma actitudes, comportamientos y expectativas tanto en adultos como en niños, y se ha convertido en un factor clave de la crisis de salud mental que atraviesa la juventud. Aportando datos escalofriantes declara que, durante su revisión independiente sobre pornografía dañina, Bertin escuchó historias desgarradoras como la de un alumno que esperaba a la policía tras cometer una agresión sexual, implorando que le explicaran “qué hizo mal”, o la de una enfermera que observa un alarmante incremento de lesiones sexualmente infligidas. Además, la Baroness alerta también sobre una epidemia silenciosa que es la disfunción eréctil en los jóvenes hombres, atribuida al hecho de que la intimidad real resulta menos estimulante frente a los extremos que promueve la pornografía en línea. Sus palabras fueron: “Escuché historias desgarradoras: un colegial esperando a la policía tras cometer una agresión sexual, suplicando que le explicaran qué había hecho mal; chicos de 14 años preguntando a los profesores cómo estrangular a las chicas durante el sexo; una enfermera describiendo el aumento de las lesiones sexuales. Casi el 40 % de las mujeres menores de 40 años han sido estranguladas. La disfunción eréctil está aumentando entre los hombres, mientras que la intimidad en la vida real resulta menos estimulante que los extremos en línea”.
Frente a este problema, Bertin propone medidas concretas y urgentes; Entre ellas figura la obligación de verificar la edad y el consentimiento de los intérpretes en el contenido pornográfico, la prohibición de temáticas como el incesto o la pornografía basada en “juegos” adultos/niños, y que las plataformas adopten los estándares de distribución que se aplican al cine y al formato físico, a través de organismos como la British Board of Film Classification (BBFC) y la Ofcom. También pone el foco en que no existe ningún departamento gubernamental que se encargue de forma integral de este asunto, las leyes son fragmentadas y la vigilancia es prácticamente inexistente. Esto es visto mucho también como una situación trágica porque es darle más poder invasivo al Estado y con la capacidad de implementar un totalitarismo en línea vía Identificación Digital.
[1] Fuente: https://www.ft.com/content/b0807ee0-4c39-4b91-b50a-0f4248183473




