
Sin embargo, las primeras entregas de documentos decepcionaron ya que apenas contenían datos que ya circulaban en la opinión pública, como si la verdadera información comprometida continuara bajo resguardo[1].
Desde entonces, las autoridades han oscilado entre declaraciones ambiguas y acciones contradictorias, lo que no ha hecho sino alimentar las sospechas y el descontento, especialmente en sectores afines al movimiento MAGA, que veían en la promesa de transparencia un acto de justicia frente al poder encubierto. La Fiscal General, Pam Bondi, reiteró durante meses que existían documentos inéditos y comprometedores, capaces de revelar no solo la magnitud de los abusos cometidos por Epstein, sino también la identidad de quienes participaron o se beneficiaron de sus redes de explotación sexual, en las que menores de edad eran utilizados para entretener a miembros de la élite mundial[2].
Lo real es que a cada anuncio siguió un silencio, a cada expectativa se le dio al electorado una demora y una excusa luego. Así, la opacidad persiste donde la verdad debería imponerse, dejando al ciudadano con la amarga sospecha de que ciertos nombres e intereses siguen estando por encima del derecho público a saber.
Entre los documentos más esperados se encuentra la supuesta lista de clientes de Jeffrey Epstein, que, según aseguró la fiscal general Pam Bondi en febrero, reposaba sobre su escritorio a la espera de ser revisada y eventualmente publicada. Aquella declaración reavivó el interés público y la expectativa de que, finalmente, saldrían a la luz los nombres de figuras poderosas vinculadas a la red de abusos del magnate. Sin embargo, en un giro que no hizo sino acrecentar la desconfianza, tanto el Departamento de Justicia como el FBI negaron esta semana la existencia de tal lista. No solo eso, insistieron, una vez más, en la versión oficial de que Epstein se suicidó en su celda el 10 de agosto de 2019, cerrando la puerta a cualquier otra interpretación sobre su muerte. Con esta declaración, las agencias federales intentan disipar las persistentes sospechas de que el empresario fue eliminado para silenciarlo, antes de que pudiera comprometer a personajes de alto perfil.
Así, la narrativa oficial se reafirma en medio de una creciente duda social. Los ciudadanos perciben que el velo que cubre los nombres y las tramas detrás de Epstein permanece intacto, protegido quizás por las mismas fuerzas que cometieron los crímenes más aberrantes.
Días pasados, un periodista le pidió a Pam Bondi que aclarara qué había ocurrido con la tan comentada lista de clientes de Epstein; allí la fiscal general se desmarcó con una respuesta que no hizo sino incrementar la confusión. Afirmó que, en la entrevista que había concedido en febrero a Fox News, sus palabras habían sido malinterpretadas. Según explicó, cuando dijo tener «la lista en su escritorio esperando revisión», en realidad se refería de manera general al expediente del caso Epstein, junto con otros documentos históricos como los archivos sobre John F. Kennedy y Martin Luther King. No hablaba, según ella, de una lista concreta de clientes. La aclaración resultó, en el mejor de los casos, insatisfactoria, y en el peor, sospechosa. La fiscal remató su declaración con un detalle perturbador ya que aseguró que la documentación del caso Epstein terminó consistiendo en miles de videos de pornografía infantil que —en sus propias palabras— «jamás verán la luz del día».
Esta afirmación oscurece aún más el panorama. La revelación de que existen tales materiales, y la negativa categórica a su difusión o judicialización pública, deja entrever que la magnitud del escándalo es mucho mayor de lo que las versiones oficiales sugieren. Y que, una vez más, la verdad se encuentra no solo oculta, sino celosamente guardada por quienes deberían garantizar la justicia y la transparencia.
Por otro lado, entre los argumentos que las autoridades ofrecieron para sostener la versión oficial del suicidio de Epstein, se encuentra la difusión de una extensa grabación de las cámaras de vigilancia que monitoreaban la celda donde el magnate pasó sus últimas horas. La cinta, de casi once horas continuas, fue presentada como prueba concluyente de que ninguna persona había ingresado en la celda la noche de su muerte.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se detectara una anomalía difícil de ignorar: un minuto entero de grabación desaparece sin explicación alguna. La marca de tiempo en la grabación salta abruptamente de las 11:58:58 p.m. directamente a las 12:00:00 a.m., un vacío precisamente en la franja más crítica de la noche. Consultada sobre esta inconsistencia, la fiscal Bondi ofreció una respuesta que más que tranquilizar, alimentó la sospecha por cuanto atribuyó la ausencia del fragmento a un defecto técnico en la grabadora, la cual —según dijo— era «muy vieja, como de 1999». La explicación fue recibida con escepticismo, no solo por la precariedad del argumento, sino porque resulta difícil de creer que un centro penitenciario de máxima seguridad contara con un sistema de grabación tan obsoleto para vigilar a uno de los prisioneros más sensibles y mediáticos de la historia reciente.
Así, la grieta en el relato oficial se profundiza. La justicia intenta cerrar el caso con pruebas defectuosas, mientras la opinión pública asiste al espectáculo de un poder que se protege a sí mismo en la penumbra de un expediente mutilado.
Todas estas circunstancias han llevado a voces prominentes del movimiento MAGA a criticar el desempeño de Bondi, del director del FBI, Kash Patel, y del subdirector de la agencia, Dan Bongino. También han cuestionado si el Gobierno está encubriendo información importante sobre Epstein; recoge The Hill: “La existencia de dicha lista se había convertido en pasto para teorías conspirativas, sobre todo entre la derecha, que afirmaba que demócratas prominentes figuraban en ella. El director del FBI, Kash Patel, y el subdirector, Dan Bongino, promovieron las conspiraciones contra Epstein como figuras mediáticas de derecha antes de asumir sus cargos actuales. El memorando del lunes también concluyó que Epstein murió por suicidio, desacreditando otra teoría conspirativa común de que su muerte pudo haber sido el resultado de un crimen. Bondi, Patel y Bongino han sido objeto de escrutinio por parte de voces prominentes del movimiento MAGA que han cuestionado si el gobierno está encubriendo información salaz sobre Epstein. Epstein se declaró culpable en 2008 de cargos de conducta sexual inapropiada y fue acusado a nivel federal en 2019 por presuntamente liderar una operación de tráfico sexual que involucraba a niñas menores de edad entre 2002 y 2005.”[3]
Por su parte, el exoficial de la CIA John Kiriakou dijo recientemente, en una entrevista a Fox News, que la inteligencia podría haber destruido todos los documentos sobre el caso de Epstein. Durante la rueda de prensa en la que la fiscal Pam Bondi fue interrogada sobre las inconsistencias del caso Epstein, el presidente Trump no ocultó su incomodidad. Visiblemente molesto, interrumpió a Bondi antes de que pudiera responder y expresó su indignación por el solo hecho de que el tema hubiera sido planteado en ese contexto. Para Trump, el foco de la conferencia debía estar en la «tragedia» que azotaba en ese momento al estado de Texas, afectado por severas inundaciones. «¿Siguen hablando de Epstein? Se ha hablado de este tipo durante años. ¿La gente sigue hablando de este asqueroso? No puedo creer que estés haciendo una pregunta sobre Epstein», replicó el presidente con evidente fastidio. La reacción no pasó desapercibida. Para algunos fue una muestra de cansancio frente a un caso saturado de conjeturas; para otros, un intento de desviar la atención y blindar a quienes podrían quedar expuestos si se insistiera en desenterrar la verdad. Lo cierto es que la mención de Epstein sigue incomodando en las esferas de poder, como si el mero nombre evocara la sombra de un secreto demasiado grande para ser revelado.
Uno de los críticos más persistentes frente al manejo del caso Epstein por parte del gobierno ha sido Elon Musk, quien hasta no hace mucho se contaba entre los aliados estratégicos de Trump. La relación entre ambos se tensó considerablemente cuando, a comienzos de junio, Musk insinuó en una publicación que el propio presidente podría estar vinculado, de algún modo, al entramado de Epstein. Aunque el magnate de la tecnología borró el mensaje poco después, la insinuación bastó para provocar la ira de Trump, quien respondió tajante: «Nunca estuve en el avión de Epstein ni en su ‘estúpida’ isla».
Pero Musk no se detuvo ahí. Desde entonces, ha intensificado sus críticas, acusando al gobierno de inacción y opacidad. “¿Cómo se puede esperar que la gente confíe en Trump si no publica los archivos de Epstein?”[4], escribió recientemente en su propia plataforma, X, en una frase que resuena como un desafío directo al presidente. La disputa revela no solo una fractura personal entre dos de los hombres más poderosos del mundo, sino también un síntoma del hartazgo social ante un Estado que promete transparencia, pero cuya lentitud o reticencia en esclarecer uno de los escándalos más infames de la élite mundial sigue minando la confianza pública.
[1] Español, R. E. (2025, February 28). Justicia de EE.UU. difunde primera tanda de archivos sobre el caso Epstein: ¿Qué salió a la luz? RT En Español. https://actualidad.rt.com/actualidad/541477-justicia-eeuu-difundir-archivos-epstein
[2] Recuperado en: https://x.com/bennyjohnson/status/1892740366052323482
[3] Recuperado en: https://thehill.com/homenews/administration/5390069-pam-bondi-explains-epstein-video/
[4] Recuperado en: https://x.com/elonmusk/status/1942653394168246464