“Miles de muertos y millones de desplazados por la violencia yihadista: monseñor Théophile Naré, obispo de Kaya (Burkina Faso), dio la voz de alarma. Para él, los cristianos se enfrentan a una doble amenaza en su país: la de los islamistas que quieren iniciar un «conflicto religioso», y la de los «kamitas» que ven al cristianismo como responsable de la colonización en África.”; esto se describe según Tempi, AED y FSSPX.Actualités.
El «país de las tres fronteras» (por los límites inmediatos a Malí y Níger) se halla bajo el asedio constante del terrorismo islámico. Gracias a Dios le hace frente una Iglesia intenta levantarse desde la Caridad en Cristo; según datos consultados por las fuentes, esta tierra del África subsahariana fue evangelizada en 1900 por los Padres Blancos llegados de Francia, y en 2023 la Iglesia católica reúne en sus 15 diócesis aproximadamente al 24% de la población de un Estado que sigue siendo predominantemente musulmán. Se expone que el 22 de junio de 2023, monseñor Théophile Naré habló en Roma durante un coloquio organizado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (AED), con el fin de crear conciencia en Europa sobre el calvario que atraviesan los cristianos en su país, y su observación es escalofriante: «El terrorismo islamista se ha extendido por casi todo el territorio que ahora controla en un 60%; su modus operandi se caracteriza por expulsiones masivas, secuestros y masacres perpetradas contra la población civil».
Este obispo de Kaya vincula al poder político en la expansión del terrorismo al decir: «Las autoridades tardaron en reconocer el alcance de la amenaza extremista y fueron incapaces de rastrear las raíces del mal: la pobreza y el resentimiento de una parte de la población persuadida de ser abandonada por el Estado». Resulta oportuno remarcar que también Occidente se mantiene indolente ante tales atentados hacia el pueblo de Dios.
Sostiene Monseñor Naré: «los extremistas quieren desencadenar un conflicto interreligioso, después de haber intentado en vano otros métodos para lograr sus fines, jugando primero con los antagonismos existentes entre las regiones de Burkina, luego entre las etnias».
El ataque al cristiano no patrimonio exclusivo del islam; vale recordar los «kamitas» -o kemitas-, enérgicos defensores de las tradiciones culturales de África, son una amenaza presente. Tal tradición considera al catolicismo (desde la más absoluta ignorancia que no resiste un debate serio) responsable de la destrucción de la cultura africana y de la esclavización de los pueblos del continente. Por ello se justifica la violencia actual que incluye todo tipo de acto perverso. El kemitismo es «un conjunto de creencias y prácticas inspiradas en la religión politeísta del antiguo Egipto», tal como explica el sociólogo senegalés Abdou Khadr Sanogo quien precisa: «Es una forma de resistencia a las religiones monoteístas pero que explota una fibra muy sensible, la de la identidad». El punto es que, como todo grupo extremista, la idea de resistencia legitima cualquier práctica violenta, tal como sucedió cuando BLM habló de la resistencia negra o los mapuches hablan de resistencia ancestral. Ahí es donde radica el peligro de estos movimientos, porque «incluso los políticos utilizan el registro identitario del sentimiento anticolonial para que las poblaciones se adhieran a su causa».
«Es importante dar a conocer lo que está pasando en Burkina Faso», dice monseñor Naré al mundo. El pasado mes de enero, deseosa de recuperar su ‘soberanía’ en la lucha contra los yihadistas, la junta burkinesa pidió a la fuerza francesa ‘Sabre’, integrada por 400 soldados de las fuerzas especiales, abandonar el país tras catorce años de presencia. Desde entonces, ha sido reemplazada por mercenarios que tienen la intención de «participar activamente en los esfuerzos colectivos para estabilizar la situación en Burkina Faso», como declaró recientemente el vicecanciller ruso, Mikhail Bogdanov. En el tablero de ajedrez geopolítico, los cristianos perseguidos no son siquiera considerados.