En medio de una desvergonzada carrera por alcanzar el máximo mando ejecutivo argentino, una carrera en la que pareciera que toda estupidez vale con tal de juntar votos y no ofender a ningún estrato de la sociedad, Victoria Villarruel cruzó y corrigió a Horacio Larreta. La tibieza y el destrato a nuestras Fuerzas Armadas por parte de la casta política, a la orden del día.
El día de ayer, 29 de mayo, se conmemoró el Día del Ejército Argentino, con motivo del 213° aniversario de la creación del primer ejército patrio, cuatro días después de aquel revolucionario 25 de mayo que sentó las bases de nuestra Independencia. Resulta imposible, al hablar de estas cuestiones, no realizar un paralelismo entre aquellos tiempos emancipatorios de nacientes naciones y los actuales, en los que parecen escasear valores y virtudes que en antaño primaban. En este sentido, sirven como ejemplo de la inoperancia, ignorancia y falta de compromiso para con nuestras Fuerzas Armadas las declaraciones de los políticos, que andan pululando por diferentes medios en plena temporada de campaña electoral, cual niñato mendigando algunas monedas para comprarse algún dulce.
Una declaración en particular fue la del actual Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y pre candidato a Presidente, Horacio Rodríguez Larreta, que hace unos días dio en una entrevista radial. Acerca de su eventual triunfo, y más precisamente sobre el perfil que tomaría frente al Ministerio de Defensa de la Nación, el alcalde porteño diría: “hoy no tenemos hipótesis de conflicto (…) Si hay que comprar armas, compramos; pero no es el objeto del Ministerio. Es mucho más un tema de relaciones geopolíticas que de defensa.”
Ante tremenda burrada, que asusta viendo de quién proviene, la diputada nacional y candidata a vicepresidente Victoria Villarruel, reconocida por su perfil nacionalista, le respondió en la red social Twitter, corrigiéndolo al aclarar que “viendo a Larreta opinar sobre Defensa uno nota que no conoce del tema. La Defensa permite garantizar los intereses vitales de un país. Está definida en el art 2 de la ley 23554. Es una función indelegable del Estado porque la presencia de las FFAA se basa en la existencia misma de ese Estado y no en un conflicto concreto.” La diputada se refiere a la Ley de Defensa Nacional, cuyo artículo 2°, como bien aclaró, dictamina: “La Defensa Nacional (…) tiene por finalidad garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de la Nación Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación; proteger la vida y la libertad de sus habitantes.” Queda claro que la razón de ser del Ministerio de Defensa trasciende la existencia de cualquier conflicto internacional particular, y sus funciones y servicios se expanden más allá de una eventual pugna, pues su existencia y el de las Fuerzas Armadas son inherentes a la existencia del Estado.
De todas formas, la exposición de Rodríguez Larreta no sólo resulta errada en este sentido acerca del fin último de la institución defensiva, sino también profundamente desacertada al afirmar que actualmente en la Argentina no hay “hipótesis de conflicto” con asuntos referidos a la soberanía nacional. Continuando con su respuesta, la abogada y presidente del Partido Demócrata de Buenos Aires, luego de enumerar algunos de los diversos conflictos que el país se encuentra atravesando, tales como el reclamo territorial sobre las Islas Malvinas, la base espacial-militar china en Neuquén y problemas de incipiente separatismo en la Patagonia, muy acertadamente agregaría refiriéndose a ello en otro tuit: “Es de inconscientes y de profunda ignorancia creer que no hay hipótesis de conflicto. Nadie que pretenda ser Presidente puede desconocer la relevancia de la Defensa, porque sin Defensa no hay soberanía”.
La realidad, que ya todos conocemos, es que nuestro territorio nacional cuenta con vastísimos recursos naturales, especialmente en la Patagonia pero también en nuestra plataforma marítima y en las demás regiones del país; riquísimos recursos mineros y en hidrocarburos, una muy extensa plataforma continental con línea recta a la Antártida, y una extensión de las más amplias del planeta. A pesar de ello, tenemos el presupuesto en Defensa más bajo del continente y de nuestra historia, con un 0.5% del PBI; un presupuesto que crece por debajo de la inflación y que el gobierno sigue profundizando realizando recortes (como ejemplo reciente, en las últimas semanas reasignó $156,3 millones hacia el Ministerio de Desarrollo Social para financiar planes sociales). Esta realidad ha llevado a que prácticamente ninguno de los programas prioritarios de reequipamiento de las Fuerzas Armadas haya logrado avanzar en estos años.
Esto ha significado que la Fuerza Aérea no pudo comprar aviones de combate para proteger el espacio aéreo; el Ejército no reemplazó sus viejos helicópteros Huey, que tienen ya más de 60 años, ni modernizar sus tanques ni comprar blindados a ruedas; y que la Armada, por su parte, siga esperando para reemplazar su flota de submarinos, que dejó de existir con el hundimiento del ARA San Juan, hace seis años (tampoco ha podido modernizar su flota de superficie, que data de los años 80´). Todo esto en un escenario en donde crece la presencia de pesqueros extranjeros en las 200 millas del Mar Argentino, la actividad de vuelos ilegales y en un mundo cada vez más inestable, en donde la necesidad de los estados de dar seguridad a su población se vuelve cada vez más importante.
Villarruel, fundadora y presidente de CELTYV (Asociación Civil de Argentina que lucha por el reconocimiento de los Derechos Humanos para las víctimas del terrorismo de los 70´), coincidiendo con lo descripto en los párrafos anteriores, cerró su hilo acusando a los políticos de “subestimar la Defensa Nacional utilizando sus recursos como moneda de cambio en los gobiernos. No hay un Sistema integrado de Defensa Nacional y las FFAA sufren recortes presupuestarios constantes y falta de adiestramiento e insumos.” Desde este humilde espacio, esperamos que este año electoral sirva para reposicionar las ideas soberanistas en los espacios de mayor consideración de los programas de gobierno, y no que las gestiones presidenciales se conformen con humillantes presupuestos y vergonzosas declaraciones anti patriotas.