Hace una década atrás, el Premio Nobel de Física Ivar Giaver expuso una carta abierta explicando el por qué renunciaba a pertenecer a la mayor y más prestigiosa asociación de físicos del planeta. Supiera decir: “En la APS [Sociedad Estadounidense de Física] está bien discutir si la masa del protón cambia a lo largo del tiempo o cómo se comporta el multiverso, pero ¿las pruebas del calentamiento global son incontrovertibles? Se afirma (¿cómo se puede medir la temperatura media de todo un año de toda la Tierra?) que la temperatura ha cambiado de 288 grados Kelvin a 288,8 en unos 150 años, lo que (de ser cierto) significa para mi que la temperatura se ha mantenido asombrosamente estable, y tanto la salud como la felicidad humana definitivamente han mejorado durante este periodo de «calentamiento”.
Allí expuso cómo la noción de Cambio Climático Antropogénico se había un dogma de fe para la comunidad científica que ahora ya impedía todo debate serio sobre las teorías vertidas sobre la sociedad. Giaever no fue la única renuncia de aquel organismo como tampoco fue la única queja abierta por la postura adoptada en 2007 en torno a la teoría del calentamiento global antropogénico. Las protestas se hicieron más sonoras tras el escándalo del Climategate, llevando a la renuncia del físico Hal Lewis tras negarse la dirección de la APS a revisar la postura oficial pese a la petición de algunos socios.
Ivar dijera en 2008: “Soy noruego, ¿por qué debería preocuparme por un poco de calentamiento? Desafortunadamente estoy cada vez más viejo. Hemos oído advertencias similares sobre la lluvia ácida hace treinta años y sobre el agujero de ozono hace diez o sobre la deforestación, pero la humanidad sigue por aquí. El calentamiento global se ha convertido en una nueva religión. Se dice con frecuencia los muchos científicos que lo apoyan. Pero el número no es importante, sólo es importante si están en lo cierto. No sabemos realmente cuánto efecto tiene en la temperatura global. Hay mejores maneras de gastar el dinero”.