Fuente: The Federalist
A medida que el gas y la nafta alcanzas máximos históricos en sus precios, los ecologistas siguen argumentando que es el momento perfecto para hacer la transición a una economía de «energía limpia».
Para entender este riesgo vale comparar Texas con Alemania. La energía solar subsidiada genera menos del 2% de la energía de Texas durante el año; la energía nuclear genera alrededor del 10% y la eólica casi el 20%, mientras que el carbón representa casi el 15% y el gas natural más del 52% de la generación de electricidad. El rescate a las crisis energéticas en Texas no provino ni por asomo de las energías verdes.
Por otro lado, hace más de una década, después de que un gran terremoto causara el desastre nuclear de Fukushima, la canciller alemana, Angela Merkel, anunció que su nación cerraría todas sus plantas de energía nuclear, al mismo tiempo que cuadriplicaría la descarbonización de su economía (energiewende). Una vez hubo 17 reactores en Alemania, pero ahora solo quedan 3, todos los cuales están programados para desconectarse a finales de año.
El paso a la “energía limpia”, sin energía nuclear, ha logrado tres cosas:
- Ha llevado a Alemania, y al resto de la UE, a comenzar a depender más del gas natural ruso a medida que «hace la transición». Putin, que ha comenzado a exigir a las naciones de la UE que paguen su energía en rublos, ahora puede socavar la economía europea a voluntad.
- Ha creado los precios globales de electricidad por hogar más altos del mundo. En 2019, los hogares alemanes pagaban 34 centavos por kilovatio-hora en comparación con los 13 centavos en los Estados Unidos. El precio de la energía se ha duplicado desde 2000, cuando Alemania ordenó por primera vez la descarbonización, un esfuerzo que obligó a las empresas de energía a comprar energías renovables ineficientes a largo plazo a precios altos e inventados.
- Ha significado la quema de carbón. Incluso antes de que Rusia comenzara a cortar el suministro, Alemania dependía más del carbón que Estados Unidos.