El sábado 20 de agosto de 2021 tuvo lugar una “filtración” por parte de un grupo de científicos del IPCC (grupo intergubernamental de exportemos en cambio climático de la ONU), meses antes de la divulgación de su publicación oficial acerca de los objetivos de cara a la mitigación del cambio climático. Principal conclusión de este provisorio documento fue que “los países desarrollados tienen que dejar de crecer a nivel económico si aspiran a atajar el cambio climático y sus devastadores efectos”[i]. En palabras de Fernando Prieto, director del observatorio Sostenbilidad y miembro del movimiento “Extinction Rebellion”: “Nuestra economía va a tener que decrecer en los próximos años para realmente adaptarse en el cambio climático en el que estamos todos inmersos”[ii].
Toda la articulación de susodicho documento se legitima en función del “decrecimiento” económico, término que estructurara de forma categórica tiempo atrás el reconocido intelectual de base marxista y padre del ecologismo francés, André Gorz. Para este, “el decrecimiento es un imperativo de supervivencia” aunque suponga “otra economía y otra civilización”[iii]. En este sentido, será preciso tener en consideración las apreciaciones de Naomi Klein, escritora y activista climática canadiense, considerada por muchos como “la figura más visible e influyente de la izquierda estadounidense” en la actualidad, una figura análoga a “lo que Howard Zinn y Noam Chomsky[iv] fueron hace treinta años”[v]. En “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”, la autora explana la idea según la cual el quid de la cuestión pasa por entender que “la del cambio climático es una batalla del capitalismo contra el planeta”[vi], que fundamentalmente coloca a nuestra civilización frente a una crisis que pone en amenaza nuestra supervivencia como especie, y en la cual se contraponen dos necesidades diametralmente opuestas: por un lado, la del planeta, manifestada incesantemente mediante los bruscos cambios en el clima y, por el otro, la de crecimiento mantenido del sistema capitalista que, como hemos marcado, pone en juego las necesidades del primero, llevándonos a una “crisis existencial”. En otras palabras, “el cambio climático confronta lo que el planeta necesita para mantener la estabilidad con lo que nuestro modelo económico necesita para sostenerse a sí mismo”[vii].
En tal sentido, el cambio climático debe ser comprendido como “la alarma que nos despierta a la realidad de nuestro tiempo, es un poderoso mensaje […] que nos dice que necesitamos un modelo económico totalmente nuevo y una manera igualmente novedosa de compartir este planeta”[viii], en otras palabras, debe ser considerado como la estrategia que posibilite un “cambio en el orden político y social”, que de origen a una serie de formas de transformación social, políticas y económicas. En efecto, hemos llegado a una situación límite en la que resulta crucial tomar medidas radicales, pues, todo lo hecho hasta el momento resulta insuficiente, y no hemos realizado las cosas necesarias para reducir las emisiones (pues las emisiones de sectores geográficos cruciales se han reducido, y todo indica que ese proceso continuará, pero para nuestra autora ello no modifica el contexto crítico de la Humanidad) porque todas esas posibles medidas a implementar, entran en un conflicto de base con el capitalismo descontrolado, la ideología imperante durante todo el estadio de tiempo en que se han inquirido alternativas a la crisis climática. Resulta crucial comprender que, si el capitalismo ha causado el actual desvarío climático, poco cabe esperar de él, y la solución no vendrá de su mando. Pues bajo este sistema “todos los caminos conducen a Roma”. En tal sentido es que debe comprenderse, como lo hiciera Gorz, que dado que “la crisis actual no tiene salida vía el crecimiento”, el decrecimiento es “una buena idea que choca con la ideología del sistema económico dominante”, por lo que habría que “fragmentarlo en medidas subalternas y escalonarlo en algunos decenios”. En cualquier caso, lo importante es “la valorización de las fuerzas vivas y la creación como fuente de riqueza”[ix]. En otras palabras, se trata de subvertir un orden económico que Occidente ha desarrollado durante siglos, el cual sería el responsable último de la “situación crítica” en la cual nos situamos. De lo que se trata es de “proposición radical que no solo apunta a una transformación de las relaciones de producción, a una mutación del aparato productivo y de los modelos de consumo dominantes, sino también a crear un nuevo paradigma de civilización, en ruptura de los fundamentos de la civilización capitalista / industrial occidental moderna”[x]. Como lo compendiase el filósofo y sociólogo de la Escuela de Frankfurt, Herbert Marcuse, “la lógica ecológica es la negación pura y simple de la lógica capitalista, no se pueda salvar la Tierra en el marco del capitalismo”[xi]. En este sentido, tanto para el ecologista, como para el activista climático, no basta una mejora ambiental -si es que esta fuera posible-, por el contrario, “no se trata de purificar la sociedad existente sino de reemplazarla”[xii].
Esta parte de la solución planteada por el grupo de “expertos climáticos” del IPCC para afrontar la “crisis climática” y reducir las emisiones de CO2, ostensible tanto en el Acuerdo de París como en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. De lo que se trata es de acometer un giro total en el paradigma económico dominante en Occidente en función de trazar de forma estable el “Nuevo Contrato Social Verde”[xiii], el cual tiene como principales beneficiarios no solo a la economía China, curiosamente, el único estado al cual la ONU le permite seguir creciendo y contaminando sin diatriba alguna, ya que controla el 75% del mercado mundial de “metales raros”[xiv], un sine qua non de posibilidad de producir las llamadas “energías verdes”, es decir, China, el país más contaminante del mundo, seguirá creciendo, mientras las demás naciones deberán sucumbir a los sinsentido propuestos por la Agenda 2030. Pero también se beneficia al corporativismo verde, que tiene a día de hoy entre sus principales inversionistas a capitales como los de la familia Rockefeller, misma que durante años había agigantado su patrimonio a través del oligopolio petrolífero que había consolidado a escala global y hoy, logran que los Estados comiencen a financiar emprendimientos “verdes”, que pertenecen a ellos mismos. El cambio climático es la estrategia del gran reseteo hacia una economía centralizada, pero no ya solo por parte de la izquierda, sino también por parte del corporativismo verde. La idea de un control de la economía más riguroso se hace evidente en cada recoveco de esta teoría, bajo la legitimación que de ella hace el catastrofismo climático. El cambio climático es, certissime, la estrategia que resuelve de forma efectiva el control total de la economía. En otras palabras, de lo que se trata es de empobrecer a los seres humanos, que no posean autos, que no consuman carne, que no se reproduzcan, que vivan con lo mínimo, en definitiva, “no poseerás nada y serás feliz”, pero con paneles solares.
Trump hizo más por el clima que Greta Thunberg
Ahora bien, mal que le pese a muchos militantes ecologistas y activistas climáticos, los países que más se asemejan a un ideal de “economía libre” son los que, a su vez, obtienen un mejor desempeño ambiental: Las emisiones de dióxido de carbono -principal gas de efecto invernadero considerado por todos los estudios del IPCC- de los países desarrollados han descendido ostensiblemente desde hace décadas: “Los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea han reducido sus emisiones totales de dióxido de carbono desde el año 2000”[xv]. Entre 1990 y 2010, se estima que las emisiones antropogénicas totales de los Estados Unidos se han reducido en un 60%[xvi]. De hecho, para desgracia de más de un progresista, fue justamente durante la presidencia de Donald Trump y tras abandonar el Acuerdo de París sobre Cambio Climático cuando en “Estados Unidos se produjo la mayor disminución de CO2 relacionadas con la energía emisiones en 2019 en una base de país – una caída de 140 millones de toneladas, o 2,9%, a 4,8 Gt. Las emisiones de EE. UU. Ahora han bajado casi 1 Gt desde su pico en el año 2000, la mayor disminución absoluta de cualquier país durante ese período”[xvii]. En otras palabras, durante la presidencia de Donald Trump, Estados Unidos no sólo redujo sus emisiones de forma histórica en 2019, sino que lo hizo sin ningún tipo de repercusión económica. Por otra parte, suele decirse que la pandemia de coronavirus ha disminuido drásticamente las emisiones de CO2, gracias al estancamiento de la economía global[xviii], sin embargo, no se menciona que la bajada del uso del carbón en EE. UU. han estancado este gas de efecto invernadero desde 2014. De hecho, “las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, procedentes de los combustibles fósiles y el sector industrial, encarrilan tres años de estancamiento. Mientras, en ese mismo periodo, la economía mundial ha crecido un 3% de media, según resalta un informe que se presenta… en la Cumbre del Clima que se celebra en Marrakech (Marruecos)”[xix], esclarecía una nota del medio español El País en 2016, lo que presenta “confirmación de que la economía mundial puede crecer sin incrementar las emisiones de CO2 generadas por los combustibles fósiles y la industria, como constata el informe y ha resaltado la Agencia Internacional de la Energía en sus últimos análisis anuales. Desde los años setenta, este tipo de emisiones han caído o se han estancado en varias ocasiones, pero eran descensos siempre ligados a crisis económicas. ‘No hay precedentes de un descenso del CO2 mientras crece la economía’, destaca Pep Canadell, director ejecutivo de Global Carbon Project”[xx].
Asimismo, a pesar de que las emisiones totales de Reino Unido habían aumentado progresivamente desde comienzos de la década de 1960 hasta mediados del siguiente siglo, desde este periodo se produjo un proceso de inflexión, en el cual las mismas han ido en descenso hasta posicionarse casi en la mitad de lo que eran sus niveles iniciales de 1960. Algo análogo ocurrió con otras economías desarrolladas, como la de Alemania, que ha reducido sus emisiones de dióxido de carbono de forma ininterrumpida desde la década de 1990, al igual que Suiza, durante el mismo periodo[xxi].
Por otro lado, basándonos en el Índice de desempeño ambiental elaborado por la Universidad de Yale, un estudio que clasifica a 180 países en base a 24 indicadores, sobre diez categorías de problemas ambientales. El desempeño ambiental de Suiza en 2018 fue de 87.42 puntos, mientras que la puntuación de la Biodiversidad y Hábitat de su territorio fue de 84.20[xxii], siendo el mejor promedio de la lista. Asimismo, en el Índice de libertad económica desarrollado por la Heritage Foundation[xxiii], Suiza también aparece como el cuarto país entre las economías más “libres” del mundo, siendo la primera de su región. Otro ejemplo podría ser Nueva Zelanda, la cual obtuvo casi 76 puntos en su evaluación de desempeño medioambiental, siendo la mejor puntuación de su región y la tercera economía más libre del ranking de la Heritage Foundation. “¿Y qué tal Suecia?”, de donde proviene Greta, podría preguntarse el lector. Suecia aparece como el quinto país con mejor puntaje en su desempeño medioambiental, sobrepasando los 80 puntos, a la vez que aparece entre las veinte economías más “libres” del mundo[xxiv], siendo la tercera en su región, solo por debajo de Dinamarca e Islandia, las cuales, a su vez, obtienen el tercer y onceavo lugar entre los países con mejor desempeño medioambiental, respectivamente, y se encuentran entre las economías más abiertas del mundo.
Sin embargo, este no es el caso de economías mayormente intervencionistas, ya que estos datos revelan a su vez que, a medida en que baja la apertura económica de los países en la lista, también lo hace su desempeño ambiental: tomemos el ejemplo de Bolivia, donde luego del mandato de trece años del presidente narcoterrorista Evo Morales[xxv], quedó situada en el puesto 173 de la lista respecto a su libertad económica, pero posicionándose en el puesto 92 en cuanto a su calidad ambiental, con un desempeño de tan solo 56 puntos sobre 100. Aquí vemos una disociación entre el discurso ambientalista del expresidente boliviano con la realidad ambiental de dicho país. Finalmente, a la hora de la verdad, luego de más de una década de mandatos de Morales, “los conceptos indígenas del […] ‘buen vivir’[xxvi], entendidos como la aspiración de construir unas sociedades en armonía con la naturaleza […] se convirtieron en el discurso oficial del Estado, plasmado incluso en la ley. Pero […] tan prometedora retórica se ha visto superada por la realidad”[xxvii]. En el mismo sentido, India, por ejemplo, se coloca en el puesto 130 de libertades económicas de dicho estudio, siendo uno de los países más contaminantes del mundo (177 de 180 países estudiados). Un caso más extremo es el de Bangladesh, uno de los lugares más contaminados del mundo, posicionándose en el puesto 179 de desempeño ambiental -solo por encima de Burundi-, que ocupa el puesto 128 de libertades económicas.
De los diez países con mejor puntaje ambiental, siete se posicionan entre las veinte economías más abiertas. Al mismo tiempo, de los diez países con peores desempeños ambientales, cuatro se encuentran entre las veinte economías más intervenidas del mundo -sin mencionar-, que ningún país del primer grupo se inserta entre los peores desempeños ambientales, como ninguno de economía estatizada mantiene un buen desempeño ambiental. Esto revela una correlación que no queda circunscripta únicamente a las economías más desarrolladas, pues, nada nuevo descubrimos si nos remontamos a la conclusión de Adam Smith: los países que comercian se enriquecen. Sí, pero además, sus economías -independientemente de que se traten de economías industrializadas o no- se hacen de las innovaciones tecnológicas que han producido los países desarrollados anteriormente. Por ejemplo, en Estados Unidos se comenzó a utilizar gasolina sin plomo en 1975, mientras que China y La India comenzaron a emplearla sino hasta 1997, mientras solo tenían el 13% de la riqueza de Estados Unidos, cuando este país comenzó a utilizarla. De esta forma, las innovaciones tecnológicas desarrolladas en el mundo desarrollado son empleadas por los países en desarrollo cuando estos aún no cuentan con los recursos de los primeros, al tiempo que crecen económicamente sin contaminar lo que el Primer Mundo, cuando estos países desarrollaron sus economías.
El uso de depuradores, filtros y procesos más inteligentes redujeron notablemente las emisiones de sustancias nocivas. La Unión Europea, entre 1990 y 2017, observó una reducción de sus contaminantes atmosféricos más importantes. Un 90% en las emisiones de dióxido de azufre -principal causante de la llamada lluvia acida-, junto con 71% en emisiones de compuestos orgánicos volátiles, 58% en las emisiones de óxido de nitrógeno, y una reducción de casi 50% en las emisiones mariales particulados[xxviii], además de una reducción del 22% en las emisiones de gases de efecto invernadero durante el mismo periodo[xxix]. Hecho que contribuye a otro proceso: En 1970, el ecologista Kenneth Watt sentenció en una nota al diario Time que “al ritmo actual de acumulación de nitrógeno, es sólo cuestión de tiempo antes de que la luz se filtre fuera de la atmósfera y ninguna parte de nuestra tierra sea utilizable”[xxx], empero, averiguadamente eso nunca ocurrió y, de hecho, “en los últimos años se ha visto una leve recomposición del ozono”[xxxi]. De hecho, este mismo año se cerró el agujero más grande en la capa de ozono del hemisferio norte, estudiado por el Servicio Copérnico de Monitoreo Atmosférico (CAMS), y que tenía una extensión máxima de poco menos de un millón de kilómetros cuadrados[xxxii]. Por otro lado, hoy en día contamos con la energía suficiente para recuperar y reciclar los desechos de chimeneas industriales, a fin de convertirlos en productos útiles para la industria. De esta forma, el dióxido de azufre puede reciclarse para producir ácido sulfúrico, económicamente valioso. Esto ha contribuido notoriamente con la reducción de las cargas de acidificación: “Luego de advertencias por la muerte de los bosques en Europa oriental a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, muchos temían que la lluvia ácida convirtiera los bosques europeos en desiertos químicos. Pero eso nunca pasó, en parte porque los niveles de contaminación cayeron y, además, porque las alertas fueron exageradas. En la Unión Europea, el área del ecosistema donde se superan las cargas de acidificación disminuyó de 43% [considerando las exrepúblicas soviéticas] a 7% entre 1980 y 2010, y la eutrofización (como la proliferación de algas en ríos y lagos) también está en descenso”[xxxiii].
Como recordó Ronald Bailey en una edición especial por el Día de la Tierra en el año 2000, “en enero de 1970, Life informó: ‘Los científicos tienen pruebas experimentales y teóricas sólidas para respaldar … las siguientes predicciones: en una década, los habitantes de las ciudades tendrán que usar máscaras de gas para sobrevivir a la contaminación del aire … para 1985 la contaminación del aire habrá reducido la cantidad de luz solar alcanzando la tierra por la mitad…’”, lo cual resulta curioso, ya que tan solo diez años después, en 1980, se alertaba a la población sobre la necesidad de utilizar gafas de sol, pues “The Future’s So Bright”, rezaba una popular canción de la banda Timbuk 3. También en 1970, “el ecologista Kenneth Watt le dijo a Timeque, ‘al ritmo actual de acumulación de nitrógeno, es sólo cuestión de tiempo antes de que la luz se filtre fuera de la atmósfera y ninguna parte de nuestra tierra sea utilizable’. Barry Commoner citó un informe del Consejo Nacional de Investigación que había estimado ‘que para 1980 la demanda de oxígeno debido a los desechos municipales igualará el contenido de oxígeno del flujo total de todos los sistemas fluviales de Estados Unidos en los meses de verano’. Traducción: Los contaminantes orgánicos en descomposición consumirían todo el oxígeno de los ríos de Estados Unidos y provocarían la asfixia de los peces de agua dulce. Por supuesto, intervino el incontenible Ehrlich, prediciendo en su entrevista con Mademoiselle que ‘la contaminación del aire … ciertamente se cobrará cientos de miles de vidas solo en los próximos años’. En Ramparts, Ehrlich esbozó un escenario en el que 200.000 estadounidenses morirían en 1973 durante ‘desastres de smog’ en Nueva York y Los Ángeles.”. Sin embargo, desde luego que nada de ello ocurrió. Por el contrario, como el propio Bailey destacó en susodicha oportunidad, “desde 1970, los niveles ambientales de dióxido de azufre y monóxido de carbono se han reducido en un 75 por ciento, mientras que el total de partículas suspendidas como el humo, el hollín y el polvo se han reducido en un 50 por ciento desde la década de 1950”[xxxiv]. Y a día de hoy, estas se han reducido exponencialmente.
Entre 1970 y 2013, Gran Bretaña ha reducido la emisión de “compuestos orgánicos volátiles […] en 60%; los óxidos de nitrógeno, en 62%; el material particulado, en un promedio de 77%, y el dióxido de azufre, en 94%”[xxxv]. De hecho, la concentración de dióxido de azufre y humo en el aire de Londres aumentó desde fines del siglo XVI durante trescientos años, pero luego “cayó casi de la noche a la mañana”, tal como lo resume Johan Norberg[xxxvi].
Las cifras de exposición a materiales particulados en 2017 demuestran un promedio de calidad de aire superior en países con economías más abiertas al mercado. Así, mientras que la exposición a estas partículas en Suiza, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Irlanda y Suecia no superan, en ningún caso, un promedio del 10%, en China es del 53%, en lugares como Bangladesh, del 61%, en Nigeria y Camerún, supera el 72%, y en India y Níger, el 91 y 94%[xxxvii], respectivamente. Las estimaciones denotan que, en promedio, los habitantes de países menos desarrollados, sufren niveles de PM[xxxviii] cuatro o cinco veces más altos que en países desarrollados. Mientras que la Organización Mundial de la Salud fija el límite máximo de concentración segura de partículas finas de contaminantes peligrosos en suspensión en los 25 microgramos por metro cubico, y por su parte, “el Gobierno Federal estadounidense considera que cualquier nivel igual o superior a los 250 microgramos supone un riego sanitario importante”, como lo recuerda Klein, “en enero de 2014, en Pekín, los niveles de esos carcinógenos alcanzaron los 671 microgramos por metro cubico de aire”[xxxix]. En un marco en que “Shanghái, entre tanto, ha introducido un protocolo de emergencia por el que las guarderías y las escuelas de primaria se desalojan y se cierran inmediatamente, y los grandes actos al aire libre […] se cancelan al momento, en cuanto los niveles de partículas en suspensión en el aire superan los 450 microgramos por metro cúbico”[xl].
En este sentido, según los datos recopilados por la OMS, en el año 2016, en todo el mundo tuvieron lugar 4,2 millones de muertes prematuras atribuibles a la contaminación del aire. Según indica el estudio, “alrededor del 88% de estas muertes ocurren en países de ingresos bajos y medios”, de las cuales, desglosando los casos por regiones, el Sudeste de Asia junto con la región del Pacífico occidental son las regiones de mayor impacto, acumulando un total de más de 2.500.000 millones de muertes, seguidas por la región africana, con un total de 425.000 muertes[xli].
El Índice europeo de calidad del aire elaborado por la European Environment Agency es un análisis basado en las mediciones de hasta cinco contaminantes clave, respaldados por datos modelados, que demuestra las notables diferencias entre la calidad de aire en la zona occidental de Europa, y su parte oriental, a casi treinta años de la caída del régimen comunista. En este sentido, mientras casi la totalidad de ciudades de Suiza, Alemania, Holanda, Francia, España, Portugal y Bélgica destacan por su buen desempeño, las ciudades de Serbia, Bosnia, Bulgaria, Hungría, República Checa, entre otras naciones que lograron su independencia durante la caída del régimen soviético, oscilan entre un paupérrimo y extremadamente mal desempeño[xlii].
Esto se debe a que el establecimiento de una obligación legal no crea ipso facto las condiciones materiales para que cada sujeto alcanzado por la misma, se encuentre en condiciones de cumplirla. Los países que más protegen su medio ambiente son, a su vez, los que se advienen a una economía abierta de mercado. Pero las legislaciones coercitivas que muchas veces se incentivan hacia la población a través de tendenciosas “buenas intenciones”, no son más que trabas artificiales al propio proceso de mercado, que las más de las veces derivan en males inesperados, como la creación de oligopolios, favoreciendo marcadamente a un sector del mercado. Pero, además, embrolla a los sectores más bajos que se hacían de ese método para llevar adelante sus actividades. En todo caso, sólo resulta efectivo para la parte que resulta beneficiada por esa legislación, que de ahora en más mantendrá cautivo a un sector del mercado coercitivamente.
Aunque podría parecer prima facie que estos son, de hecho, “logros de las legislaciones ambientales”, de hecho, no lo son realmente: “De los resultados colectivos de los deseos humanos, han sido más valiosos para el desenvolvimiento social los deseos que fomentaron la actividad privada y la cooperación espontánea que los impulsaron a obrar por medio de la intervención gubernamental […] Los gobiernos han perturbado y entorpecido contantemente […] [el] crecimiento, no favoreciéndolo nunca […] No es al Estado a quien se debe la multitud de inventos útiles […] No ha sido el Estado el autor de los descubrimientos en física, química, etcétera, que sirven de guía a los fabricantes modernos; como tampoco ideó las máquinas para fabricar objetos de todas las clases, para transportar a los hombres y a las cosas de un lugar a otro y para aumentar de mil modos nuestro bienestar […] Prívese al mecanismo político de estas ayudas que le [ha] prestado la ciencia […] déjeselo solo con lo que han inventado los funcionarios del Estado, y su vida cesará pronto”[xliii].
Globalizar la contaminación: otra falacia ecologista
Otro de los asiduos discursos que mantienen los ecologistas es que, tanto en Europa como en Estados Unidos, desde la década de los noventa en adelante ha “aumenta[do] el interés de las empresas en poner sus fábricas químicas y metalúrgicas en los países en desarrollo”. La idea, en este sentido, “es la de ‘favorecer’ a los países de la periferia, proponiéndoles que usen como ventaja comparativa la destrucción de su ambiente natural y humano”. En palabras del escritor argentino Antonio Elio Brailovsky, “se considera razonable que se especialicen en productos que, en vez de utilizar tierra, muchos capitales o mano de obra en cantidad, tengan la particularidad de producir mucha contaminación”[xliv]. Esto podría ayudar a explicar por qué, como la misma Naomi Klein admite -a pesar de sus iterativas afirmaciones alarmistas sobre las cuales articula todo su discurso-, “las emisiones en América del Norte y Europa […] gracias en gran medida a la externalización y la deslocalización de la producción industrial que la actual era de liberalización comercial ha hecho posible, han dejado […] de aumentar”[xlv]. Empero, como se permitió discutir Daniel Fernández, Doctor en Economía Aplicada egresado de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, si esta tesis fuera verídica, “esperaríamos que aquellos países con gran recepción de inversión extranjera directa tuvieran también un mal puntaje en el índice de desempeño ambiental. Sin embargo, esto no ocurre”. De hecho, al constatar “la inversión extranjera directa desde los países con desempeño ambiental muy alto (por encima de 85 puntos en índice [Heritage Foundation]) hacia los países con desempeño ambiental muy pobre (por debajo de 50 puntos en el índice) vemos que los primeros apenas invierten en los segundos. Menos del 0,1 % de la inversión extranjera directa de los países más limpios va hacia los países más sucios. De los 25 países más limpios, 14 no tienen ni una sola inversión en los países más sucios. De los 11 países restantes, solo uno supera el 5 % de destino de sus inversiones hacia países sucios. Solo dos países destinan más del 1 % de su inversión extranjera directa a los países más sucios”[xlvi].
A modo de conclusión, las economías más intervencionistas o centralizadas no son sinónimo de buen desempeño ambiental, ni mucho menos, ya que como fuera dicho, de los diez países con mejor puntaje ambiental, siete se posicionan entre las veinte economías más abiertas. Mientras que, de los diez países con peores desempeños ambientales, cuatro se encuentran entre las veinte economías más intervenidas del mundo. En este sentido, el desarrollo de la economía de mercado no resulta, bajo ningún concepto, antítesis de un buen desempeño ambiental. El desarrollo de depuradores, filtros y procesos más inteligentes han contribuido de forma notable en la reducción de emisiones de sustancias nocivas, al tiempo que las economías en desarrollo los adquirieron de las economías más desarrolladas. Por otro lado, los militantes ecologistas no son los únicos que abogan por más restricciones al proceso de mercado, ya que estos se ven acompañados por el corporativismo verde que, desde la persecución de otros objetivos -su propio beneficio-, constituye un mismo camino perjudicial a seguir, embanderado en un falaz ambientalismo mercantilista.
Asimismo, parece válido recordar una célebre reflexión que realizara tiempo atrás el propio Bailey acerca de las mejoras ambientales que vivimos: “En las ocasiones en que admiten que las cosas han mejorado, los apocalípticos afirmarán que cualquier progreso ambiental que se haya logrado en los últimos 30 años es solo el resultado de las advertencias que dieron. Una de las características más molestas de activistas como Ehrlich y Lester Brown es la forma en que estos profetas del destino se adelantan a un desfile que ya ha comenzado. Cuando las cosas mejoran, afirman que es solo porque las personas prestaron atención a sus advertencias, no debido a las tendencias de larga data y al aumento de la eficiencia. Como resultado, siempre existe el peligro de que los gobiernos promulguen sus políticas, sofocando así el progreso tecnológico y el crecimiento económico, y empeorando la situación del mundo. Entonces los apocalípticos podrían decir ‘Te lo dije’. Tan buenos o malos, que pueden afirmar que tenían razón todo el tiempo. […] Una predicción final, de la que estoy absolutamente seguro: habrá un grupo desproporcionadamente influyente de fatalistas que predicen que el futuro, y el presente, nunca se vieron tan sombríos”[xlvii].
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Referencias:
[i] Coreal, B. (20 de agosto de 2021). Los países desarrollados deben dejar de crecer económicamente para luchar contra el cambio climático: el claro aviso de los científicos. La Sexta. Recuperado de: https://www.lasexta.com/noticias/ciencia-tecnologia/paises-desarrollados-deben-dejar-crecer-economicamente-luchar-cambio-climatico-claro-aviso-cientificos_20210820611fafbd182777000149376f.html
[ii] Ibid.
[iii] Gorz, A. Ecológica. Capital Intelectual, Buenos Aires, Argentina, 2011, pp. 25.
[iv] Del cual Klein sin duda ha aprendido mucho. “… algunos de mis héroes personales: Arhundati Roy, Noam Chomsky, Vandana Shiva o Desmund Tutu, entre otros.”. Klein, N. En llamas. Buenos Aires: Paidós, 2021, p. 246.
[v] MacFarquhar, L. (1 de diciembre de 2008). “Agitador exterior”. The New Yorker. Recuperado en: https://www.newyorker.com/magazine/2008/12/08/outside-agitator
[vi] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. -1° ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós, 2015. Pp. 38
[vii] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. Ob. Cit. Pp. 198
[viii] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. Ob. Cit. Pp. 41
[ix] Gorz, A. Ecológica. Ob. Cit. pp. 94.
[x] Idem. Pp. 14.
[xi] Marcuse, H. Morin, E. Mansholt, S. Maire, E. Bosquet, M. Goldsmith, E. Sanit-Maire, P. “Ecología y Revolución” (1972); Buenos Aires. Ed: Nueva Visión SAIC. Pp. 83.
[xii] Idem. Pp. 84.
[xiii] Vossler, I. (14 de junio de 2021). Green New Deal: la alianza ideológica de la izquierda. Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/green-new-deal-la-alianza-ideologica-de-la-izquierda/
[xiv] Vossler, I. (16 de marzo de 2021). ¿Por qué la ONU no critica la contaminación de China?: la cara oculta de las energías “limpias”. Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/por-que-la-onu-no-critica-la-contaminacion-de-china-la-cara-oculta-de-las-energias-limpias/
[xv] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad”. Ob. cit. pp. 175, 176
[xvi] Zhang, Y., West, JJ, Mathur, R., Xing, J., Hogrefe, C., Roselle, SJ, Bash, JO, Pleim, JE, Gan, C.-M. y Wong, DC: Long tendencias a largo plazo en el medio ambiente PM 2.5 – y cargas de mortalidad relacionadas con O 3 en los Estados Unidos bajo reducciones de emisiones de 1990 a 2010, Atmos. Chem Phys., 18, 15003–15016, https://doi.org/10.5194/acp-18-15003-2018, 2018.
[xvii] https://www.iea.org/articles/global-co2-emissions-in-2019
[xviii] “La actividad económica se ha detenido tanto que el mundo emitirá menos gases de efecto invernadero este año que el año anterior. […] la reducción será del orden del 5 por ciento. Eso significa que liberaremos a la atmósfera entre 48.000 y 49.000 millones de toneladas de carbono, en lugar de 51.000”. Gates, B. Cómo evitar un desastre climático. Grupo Editorial S. A.: Buenos Aires, 2021, p.24.
[xix] Planelles, M. (14 de noviembre de 2016). La economía mundial consigue crecer sin aumentar las emisiones de CO2. El País. Recuperado de: https://elpais.com/internacional/2016/11/11/actualidad/1478869565_743642.html
[xx] Planelles, M. (14 de noviembre de 2016). La economía mundial consigue crecer sin aumentar las emisiones de CO2. El País. Recuperado de: https://elpais.com/internacional/2016/11/11/actualidad/1478869565_743642.html
[xxi] Centro de Análisis de Información sobre Dióxido de Carbono, División de Ciencias Ambientales del Laboratorio Nacional de Oak Ridge. (2016). Emisiones de CO2 (toneladas métricas per cápita). Bancomundial.org. Recuperado de: https://datos.bancomundial.org/indicador/EN.ATM.CO2E.PC?most_recent_value_desc=true&view=map&year=1972
[xxii] Universidad de Yale. 2018. “2018 environment performance index”. Recuperado de: indice desarrollo ambiental yale.pdf
[xxiii] El Índice de la Heritage Foundation evalúa a 180 países en cuatro amplias áreas de política que afectan la libertad económica: el estado de derecho; tamaño del gobierno; eficiencia regulatoria; y mercados abiertos. Hay 12 categorías específicas: derechos de propiedad, efectividad judicial, integridad gubernamental, carga fiscal, gasto gubernamental, salud fiscal, libertad comercial, libertad laboral, libertad monetaria, libertad comercial, libertad de inversión y libertad financiera. Los puntajes en estas categorías se promedian para crear un puntaje general: https://www.heritage.org/index/pdf/2018/book/index_2018.pdf
[xxiv] Entendemos de aquí en adelante las referencias a “economías más libres” y/o “abiertas al mercado” como los países que encabezan la lista de la Heritage Foundation. De la misma manera, no pretendemos decir, bajo ningún sentido, economías realmente “libres” (ya que cada uno de los países aquí estudiados tienen diversas formas de intervención respecto a su economía, al igual que oligopolios privados en distintas ramas del mercado, que fungen como trabas a un verdadero “libre mercado”) sino las que menos regulaciones mantienen, o más se asemejan a este ideal.
[xxv] El expresidente boliviano es considerado por el ala ecologista del progresismo mundial como uno de los paladines de la defensa de la Tierra. Así, por ejemplo, lo considera el profesor y editor de la revista Monthly Review, John Bellamy Foster, uno de los teóricos más reconocidos del ecosocialismo norteamericano, cuando a Morales se refiere como “uno de los más elocuentes defensores, a escala mundial, del medio ambiente global”. Citado en Löwy, M. “Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista”. – 1a ed. – Buenos Aires: El colectivo – Herramienta, 2011. Pp. 125
[xxvi] El concepto del “Buen Vivir” se instaló durante la II Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Defensa de la Vida organizada en Bolivia por el gobierno de Evo Morales el 12 de octubre de 2015, y “se instaló como una suerte de utopía que tiende puentes entre pasado y futuro, entre mtiz comunitaria, cosmovisión relacional indígena y mirada ecologista”. Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Buenos aires: Siglo XXI Editores, 2021, p. 202.
[xxvii] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. -1° ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós, 2015. Pp. 228
[xxviii] Agencia Europea de Medio Ambiente. (2020). “Estadísticas de contaminación del aire: inventarios de emisiones”. Eurostat Statics Explained. Recuperado de: https://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/Air_pollution_statistics_-_emission_inventories
[xxix] Agencia Europea de Medio Ambiente. (2020). “Estadísticas de emisiones de gases de efecto invernadero: inventarios de emisiones”. Eurostat Statics Explained. Recuperado de: https://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php?title=Greenhouse_gas_emission_statistics
[xxx] Watt, K. Cit. en Bailey, R. (s. f.) Día de la Tierra, antes y ahora. Reason. Recuperado de: https://reason.com/2000/05/01/earth-day-then-and-now-2/
[xxxi] Hary, M. “Climagate” (2013); Buenos Aires. Ed: Maihuensh. Pp. 56
[xxxii] BBC News Mundo. (29 de abril de 2020). “Cómo se cerró el agujero más grande detectado en la capa de ozono sobre el Polo Norte (y no tiene nada que ver con el coronavirus). Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52479826
[xxxiii] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad”. Ob. cit. Pp. 159
[xxxiv] Bailey, R. (s. f.) Día de la Tierra, antes y ahora. Reason. Recuperado de: https://reason.com/2000/05/01/earth-day-then-and-now-2/
[xxxv] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad” (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. Traductora: Ana Bello. pp. 157
[xxxvi] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad”. Ob. cit. Pp. 157
[xxxvii] State of Global Air. (2020). “Qué tan limpio es tu aire?”. State of Global Air / 2020. Recuperado de: https://www.stateofglobalair.org/air
[xxxviii] Entendemos por PM a materiales particulados que constituyen una mezcla de partículas líquidas y sólidas, de sustancias orgánicas e inorgánicas, que se encuentran en suspensión en el aire, y que son perjudiciales para la salud. El PM “es el contaminante ampliamente considerado como el más dañino para los seres humanos salud. PM2.5 se define como partículas ambientales en el aire que miden hasta 2.5 micrones de tamaño. Su tamaño microscópico permite que las partículas ingresen al torrente sanguíneo a través del sistema respiratorio y viajen por todo el cuerpo, causando efectos de gran alcance en la salud, como asma, cáncer de pulmón y enfermedades cardíacas. La contaminación del aire también se ha asociado con bajo peso al nacer, aumento de las infecciones respiratorias agudas y accidentes cerebrovasculares”. “World Air Quality Report”. 2019. IQAir. Pp. 5. Recuperado en: file:///C:/Users/User/Downloads/2019-World-Air-Report-V8-20200318.pdf
[xxxix] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. -1° ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Paidós, 2015. Pp. 432
[xl] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. Ob. Cit. Pp. 432
[xli] Organización Panamericana de la Salud. “Calidad del Aire”. OPS/OMS Organización Panamericana de la Salud. Recuperado de: https://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=14454:ambient-and-household-air-pollution-and-health-frequently-asked-questions&Itemid=72243&lang=es
[xlii] European Environment Agency. (2020). “Índice europeo de calidad del aire”. Airindex. Recuperado de: https://airindex.eea.europa.eu/#
[xliii] Spencer, H. “El hombre contra el Estado” (1953) [1884]; Buenos Aires. Ed.: Aguilar. Pp. 111, 112, 113
[xliv] Brailovsky, A. “Esta, nuestra única tierra” (1992); Buenos Aires. Ed: Larrouse Argentina S.A.I.C. Pp. 186-188
[xlv] Klein, Naomi. “Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima”. Ob. Cit. 505
[xlvi] Fernández, D. (13 de octubre de 2019). “La verdadera relación entre capitalismo y medio ambiente”. Panam Post. Recuperado de: https://panampost.com/daniel-fernandez/2019/10/13/la-verdadera-relacion-entre-capitalismo-y-medio-ambiente/
[xlvii] Bailey, R. (s. f.) Día de la Tierra, antes y ahora. Reason. Recuperado de: https://reason.com/2000/05/01/earth-day-then-and-now-2/