Pocas semanas atrás, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura publicó su Informe de síntesis correspondiente al año que acaece. El mismo se encauza en remarcar el hecho de que, según las proyecciones sostenidas por la propia ONU, “dentro de 30 años, cerca de 10.000 millones de personas habitarán nuestro planeta, unos 2.000 millones más que ahora. En este sentido, “para que haya comida para todos en 2050 y se alcance el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que es el de acabar con el hambre en 2030, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) sostiene en su informe ‘El estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura: Sistemas al límite’ (SOLAW 2021) que la agricultura necesitará producir el doble de alimentos con respecto a 2012, año de referencia escogido para esta estimación. Supone un reto mayúsculo, a tenor de los datos y conclusiones que refleja este documento […], teniendo en cuenta el escenario al que nos enfrentamos: a la incertidumbre generada en la agricultura, ganadería y pesca por los fenómenos meteorológicos extremos propiciados por el cambio climático, se unen la pérdida de biodiversidad y una progresiva degradación del suelo –es decir, que es menos productivo– y de la escasez de agua como consecuencia, principalmente, de las acción humana. ‘Al tener que producir más comida por el aumento de la presión demográfica conlleva una mayor presión en los recursos hídricos. Queremos vivir mejor y comer mejor: por ejemplo, en algunos sitios se come cada vez más carne, por lo que practica una ganadería intensiva que demanda mucha más agua’, cuenta por videoconferencia Patricia Moreno Mejías, especialista en aguas y también autora del estudio.”[1].
En este sentido, el mismo no representa sino la repetición de un temor insistente acerca del crecimiento de la población y la alimentación mundial, que puede observarse en documentos públicos de la ONU desde, cuanto menos, la década de los años sesenta[2]. Según se observa en esta última publicación, los sistemas de aliementación y agricultura se encuentran “al límite”, y apenas consiguen “satisfacer las demandas impuestas sobre ellos por un sistema alimentario mundial cada vez más complejo e impulsado por el incesante crecimiento de la población. No existe mucho margen para ampliar la superficie de tierra productiva y, sin embargo, el 98% de la producción calórica mundial se obtiene de la tierra. Es necesario proteger la integridad ambiental de estos sistemas si se pretende que sigan en funcionamiento.”[3].
Sin embargo, algunos aspectos a considerar en este momento son, por ejemplo, que la producción transgénica propuesta por el capitalismo moderno, no sólo sirve como potenciador de economías regionales y resguardo alimenticio para sectores vulnerables que en otros momentos de la historia hubiesen sufrido desabastecimiento, sino que también funge como protección a la Tierra. En su “Proyecto para la supervivencia” de 1972, el equipo de trabajo del ecologista Edward Goldsmith advertía que “los insecticidas son cada vez más ‘necesarios’ en más y más lugares”[4]. En una dirección análoga va Boerger, coautora del informe de las FAO, quien añade que “el uso intensivo de agroquímicos hace que cambie la biodiversidad del suelo y se contamine. Los recursos de las tierras son limitados y quizá nos lleve unas horas o minutos degradarlos, pero se necesitan miles de años para que un centímetro de ese suelo vuelva a regenerarse”[5]. Pues según el propio estudio, el aumento de la intensificación de las tierras de cultivo existentes se ve “limitado por la erosión del suelo, el agotamiento del carbono, los nutrientes y la biodiversidad del suelo”, al tiempo en que el tratamiento de los fertilizantes inorgánicos ha empeorado la salud del terreno y a la contaminación de las aguas dulces. No obstante, la innovación tecnológica permite que cada vez los cultivos transgénicos -los cuales no dejan de ser blanco de ataques por el sector ecologista- precisen menos utilización de pesticidas para salvaguardar los plantíos. Por otro lado, sabido es que los mismos no representan un peligro para la vida humana ni para el medio ambiente, como lo demostró el mayor estudio hasta la fecha, realizado por la Academia Nacional de Ciencias (Estados Unidos) y publicado en el año 2016 en la revista Science Daily, en el que se concluyó, en base a una macrorrevisión de 800 análisis sobre uso de cultivos transgénicos, “que las nuevas tecnologías en ingeniería genética y mejoramiento convencional están desdibujando las distinciones que alguna vez fueron claras entre estos dos enfoques de mejoramiento de cultivos. Además, aunque reconoció la dificultad inherente de detectar efectos sutiles o de largo plazo en la salud o el medio ambiente, el comité de estudio no encontró evidencia fundamentada de una diferencia en los riesgos para la salud humana entre los cultivos transgénicos (GM) disponibles comercialmente y los cultivados convencionalmente”[6].
Vale recordar, en este sentido, el Manifiesto elevado en 2016 por 109 científicos ganadores del Premio Nobel en sus distintas áreas de estudio, mediante el cual declararon abiertamente su disconformidad ante la crítica acérrima de Greenpeace y de la ONU hacia los alimentos transgénicos, debido a que los mismos resultan no solo seguros, sino también mucho más rentables y eficaces para combatir el hambre en el mundo[7]. Asimismo, otros 2.000 estudios en el mundo avalan la seguridad y certeza de los alimentos transgénicos para el consumo humano[8], así como también la seguridad que brindan frente a su consumo por animales, como lo demostró la Journal of Animal Science, al publicar un macroestudio en el que se analizaron los posibles efectos sobre 1.000.000.000.000 animales de ganado, concluyendo que los alimentos transgénicos no habían supuesto ningún tipo de perjuicio sobre la salud de los mismos[9].
En la década de 1940, después de miles de cruzas de trigo, el agrónomo Norman Bourlaug logró dar con un híbrido de alta renuencia, capaz de resistir a los parásitos e insensible a las horas de luz del día, lo que le permitía crecer en climas variables, que ocupaba mucho menos espacio al tratarse de una planta enana, ya que el trigo alto gastaba gran energía en desarrollar tallos no comestibles. De hecho, diestramente todo el trigo cosechado en la actualidad en el mundo desciende de las plantas que él desarrolló. También cabe destacar el rol de las decenas de tipos de maíz desarrolladas durante las últimas décadas por los científicos del Consultative Group for International Agricultural Research especificadas para diversas zonas del continente africano, capaces de soportar condiciones de sequía extrema. En efecto, resulta curioso que desde los años sesenta la militancia ecologista advierta sobre la “superpoblación” y el “hambre masiva” y, al mismo tiempo, reproche de los alimentos transgénicos, que precisan menores niveles de insecticidas y fungen como protección del ambiente y resguardo para sectores marginales. La ampliación del comercio, la electricidad, los combustibles baratos, el envasado y la refrigeración han permitido abastecer zonas que sufrían escasez de alimentos básicos, a la vez que la tecnología ha promovido un menor uso de combustible y cambios en las prácticas agrícolas, lo que ha dado como resultado una disminución en los gases de efecto invernadero.
Asimismo, resulta preciso recordar que, gracias a los avances tecnológicos agroindustriales, “el área forestal de Europa creció más de 0.3% por año de 1990 a 2015 y, en Estados Unidos, está creciendo a un 0.1% anual”, al tiempo que, al contrario de lo que se cree usualmente, el porcentaje de hectáreas de bosques quemadas de la UE es cuantiosamente menor: El área quemada se redujo a la mitad para los estados del sur de la UE 1980-2019 (Portugal, España, Francia, Italia, Grecia, ~ 90%), y se ha confirmado una tendencia a la baja para el resto de la Unión Europea[10]. Junto a ello, “la tasa global anual de pérdida de bosques sea reducida de 0.18% a 0.008% desde principios de la década de 1990”[11]. Como lo resume en su análisis Johan Norberg, “las tecnologías agrícolas empleadas desde principios de la década de 1960 han salvado un área equivalente a dos continentes sudamericanos de convertirse en tierras de cultivo”. Al mismo tiempo, “entre 1995 y 2010, las tierras utilizadas para la agricultura aumentaron solo 0.04% anual. Los investigadores Jesse Ausubel e Iddo Wernick incluso proyectan que la humanidad ha alcanzado ‘el pico de las tierras de cultivo’ y que el uso de la tierra para la agricultura disminuirá un 0.2% anual entre 2010 y 2060”[12]. Al igual que los trabajos de Malthus, toda la literatura ecologista se ha basado en la suposición de un crecimiento aritmético de la producción agrícola en un contexto de ley de rendimientos marginales decrecientes; es decir, que el aumento del output en la agricultura solamente podría lograrse mediante la agregación de los factores tierra, trabajo y capital, conjeturando un nivel invariable de la técnica. Así, en el citado trabajo de Goldsmith se afirmará que “el mundo en desarrollo afronta una elección poco envidiable: mantener viva a su creciente población durante los próximos diez años a costa de considerables daños infligidos a la estructura de su suelo y a la fertilidad en el futuro”, o bien optimar “dicha estructura para que buena parte de la población pueda ser alimentada indefinidamente, pero a sabiendas de que la población quedará reducida a esa proporción por procesos naturales como el hambre y las epidemias”. Así es que terminará por concluir que “a la larga, naturalmente, la solución consiste en el control de la natalidad […].”[13]. Sin embargo, si así hubiese sido, es decir, si los rendimientos agrícolas se hubiesen mantenido constantes, “los agricultores habrían necesitado convertir […] inmensas áreas continentales, con un tamaño similar al de los Estados Unidos, Canadá y China juntos”[14], empero, “entre 1961 y 2009, las tierras de cultivo aumentaron en apenas 12%, mientras que la producción agrícola creció cerca del 300%”[15].
El análisis de la situación presente nos demuestra que buena parte del crecimiento se debe al desarrollo tecnológico, la internacionalización de los mercados y a una aplicación mucho más intensiva del capital, relegando la tierra y la mano de obra a un papel casi marginal. Al mismo tiempo, desde 1945, la desnutrición cayó de más del 50% de la población mundial a poco más de un 10% en 2015[16] según informa la propia FAO, pese a que desde 1950 a 1980 la población mundial se duplicó de dos mil quinientos millones a cinco mil millones, y desde 1990 la cadencia de personas con desnutrición crónica “ha disminuido del 23% al 13% de la población global de países de ingresos bajos y medianos” y, “dado que la población ha aumentado en mil novecientos millones de personas en el mismo tiempo, la FAO estima que cerca de dos mil millones de personas han sido liberadas de un probable estado de inanición en los últimos años”[17].
Nunca perecieron cientos de millones de personas a lo largo del mundo como se nos ha dicho, por el contrario, los alimentos siquiera se están encareciendo, sino que cada vez se vuelven más económicos: En los Estados Unidos, como en otras partes del mundo, un hogar promedio gasta un porcentaje de sus ingresos en comida mucho más bajo que hace solo 30 años[18] y a escala global, mientras el precio de los principales productos alimenticios (arroz, maíz, cebada, trigo, centeno, azúcar, café, té, cocoa, maní, aceite de palma y carne de cerdo) ha disminuido desde 1850, el poder adquisitivo no ha sino aumentado de forma sostenida desde 1920[19] y esto, a pesar de que Paul Ehrlich insistiera en 2014 que “pronto nos estaremos preguntando si está bien comernos los cuerpos de nuestros muertos porque estamos demasiado hambrientos”[20].
En definitiva, “todos los indicadores imaginables del bienestar humano muestran que el mundo está mucho mejor con 7.600 millones de personas en 2018 que nosotros con la mitad a principios de la década de 1970. La población de la Tierra se ha duplicado, pero la proporción de la población en pobreza extrema se ha reducido de alrededor del 60% en 1970 a menos del 10% en la actualidad. […] La Tierra se volvió un 14% más verde entre 1986 y 2016. La producción de peces de la acuicultura está superando significativamente la pesca silvestre, que se ha estancado desde la década de 1980. La producción de cereales se ha más que triplicado desde la década de 1960, superando con creces el aumento de la población, aunque la tierra utilizada para la producción de cereales se ha mantenido prácticamente igual […]”[21], como lo resume el profesor de Bryan College, Jonathan Newman.
Lo cierto es que el principal mensaje que nos transmite susodicho documento de forma indirecta es que hay que redoblar los esfuerzos por estabilizar a una población mundial en aumento, que atenta contra un sistema alimentario en crisis. Por otro lado, lo cierto es que, basándonos en absolutamente todos los informes de la ONU, una clave para alcanzar el “Desarrollo Sostenible” es la reducción de la población, por eso se han incluido con insistencia prácticas como el aborto en otro de los puntos clave de la agenda, que es el del difuso término de “salud reproductiva”.
La agenda 2030 explícitamente dice que es un mecanismo para hacer cumplir las principales conclusiones de todas las grandes cumbre realizadas hasta la fecha. Esto es así, en definitiva, porque cuando se realizaron estas grandes conferencias, fueron muy pocos los países que acataron las normas impuestas por el globalismo. Esto nos lleva a tener que conocer cuál fue el objetivo de todas estas grandes cumbres: Conferencia Mundial de Población de Bucarest (1974), donde se vió un triunfo de la Argentina frente al mundo, en una cumbre organizada en principio por la familia Rockefeller junto a lo que hoy conocemos como IPPF, para implantar el control de natalidad e implantar el aborto a escala mundial (es de aquí, de donde sale el Fondo para la Población de la Naciones Unidas). Luego, tuvo lugar la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en El Cairo, de 1994, donde se redobló la apuesta de Bucarest 74, ya que buena parte del mundo subdesarrollado se opuso a la agenda del aborto, en principio, gracias a fuerte influencia cristiana que muchos ecologistas como Paul Ehrlich criticaron. Así es que en El Cairo 1994 se promulgó la idea de los “derechos sexuales y reproductivos”. Pero también podríamos hablar de la Reunión de Pekín de 1995, donde se propuso e impuso la ideología de género, o la nueva ética y moral atea que se promulgó en la “Carta de la Tierra”, del año 1993, luego de la Cumbre de Río del 92, donde se establece una nueva ética de vida sostenible, entre otras. ¿Y cuál es uno de los puntos destacados de la nueva ética sostenible? Pues, básicamente, disminuir a la población pobre, ya que esta es la parte de la sociedad que más sufre, a través de un entendimiento determinista de la sociedad, típico del siglo XVIII, donde quien nacía pobre, necesariamente perecería en la misma condición (Malthus). Esta idea determinista, de hecho, ha impregnado cada recoveco del neomalthusianismo de mediados del siglo XX.
Lo cierto es que, en un mundo que alberga cerca de 7.700 millones de personas, y en el que el acrecentamiento del nivel de vida en la mayoría de los países en vías de desarrollo ha ido en aumento desde las últimas 5 décadas, nos resulta frecuente oír que cada vez se vuelve más significativo renovar los esfuerzos por mantener un activo control de la natalidad, a fin de que este aumento de los índices de natalidad y el prolongamiento de la estimación de vida junto con el acrecentamiento del nivel de vida, “no afecten a las generaciones venideras”, como justifica su accionar el movimiento “Un mundo de 7 mil millones”, con el respaldo, nada menos, que de la ONU[22].
Una de las principales cuestiones a considerar en dicho estudio es la “posible pérdida de toneladas de cosechas debido al cambio climático”, lo cual no reviste novedad alguna: Para Paul Ehrlich, la década de los noventa sería la antesala de la hecatombe mundial, en la cual, el afán de crecimiento de las naciones pobres haría aún más complejo detener el calentamiento mundial, lo cual, a su vez, daría con la pérdida de grandes cantidades de cosechas. Ahora bien, es preciso trazar, en esta instancia, dos distinciones clave: por un lado, para Ehrlich “las pérdidas de cosechas debido al calentamiento del globo”, causado principalmente a las emisiones directas de CO2 a la atmosfera, “podrían ocasionar la muerte prematura de mil millones de seres humanos durante las próximas décadas…”. Empero, hoy el planeta es un lugar literalmente más verde que hace 20 años, tal como lo demuestran recientes imágenes satelitales de la NASA, donde se observa que, “el enverdecimiento del planeta durante las últimas dos décadas representa un aumento del área foliar en plantas y árboles equivalente al área cubierta por todas las selvas del Amazonas”, y ello se debe, en gran medida, gracias a las mayores concentraciones de CO2. Es más, de hecho, a contracara de lo que podría suponerse, el “estudio muestra que los dos países emergentes con mayor población mundial lideran el aumento de la ecologización de la tierra”, y la actividad humana ha sido crucial en este crecimiento[23]. Según el informe “Cambio global de la tierra de 1982 a 2016”, realizado en conjunto por científicos de la Universidad de Maryland, la Universidad Estatal de Nueva York y el Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, la superficie de la cubierta por bosques en nuestro planeta ha aumentado más de un 7% en 35 años, según demuestra la comparación de imágenes captadas por satélite entre 1982 y 2016, al tiempo que vale la pena destacar que la mayor parte de la cobertura de nuevos árboles se produjo en lugares que primeramente habían sido estériles, como algunos desiertos, áreas de tundra, montaña, ciudades y otros terrenos que prácticamente carecían de una considerable cantidad de flora[24].
Durante años se habían dicho que un incremento en las temperaturas sería el causante de miles de toneladas de cosechas perdidas[25], idea que ha resurgido con gran intensidad durante el cálido verano que vivieron los Estados Unidos y Canadá en julio del presente año, empero, “los agricultores de Iowa, al igual que los agricultores de los Estados Unidos, han experimentado una producción agrícola constantemente alta durante el moderado calentamiento de la última media década. […] De hecho, los rendimientos y la producción de los cultivos han aumentado sustancialmente durante el período de moderado calentamiento. […] Dado que Iowa es el principal productor de maíz y soja en los Estados Unidos, es difícil argumentar que el cambio climático está poniendo a los agricultores ‘entre la espada y la pared’. Los datos publicados por la oficina de Iowa del Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) muestran que, incluso con los típicos altibajos anuales dependientes del clima, la producción y los rendimientos de soja de los agricultores de Iowa han sido consistentemente altos durante la última década. Los rendimientos y la producción de maíz durante la última década en Iowa también han sido consistentemente altos, según muestran los datos del USDA. De hecho, los rendimientos de maíz y soja de 2015 a 2019 fueron los más altos en la historia de Iowa”[26].
Un estudio realizado por el Center for the Study of Carbon Dioxide and Global Change, concluyó que los cultivos alimentarios mundiales han aumentado con niveles más altos de CO2. De hecho, un incremento de 300 partes por millón en la concentración de dióxido de carbono en el aire mejora la biomasa de las plantas entre un 25 y un 55%[27]. A decir verdad, como sentenciara la escritora con maestría en ciencias ambientales de la Universidad de East Anglia, Vijay Jayaraj: “En las grandes conferencias sobre el clima no se hace referencia al papel del CO2 en el crecimiento de las plantas y su relevancia para la seguridad alimentaria mundial. En cambio, el CO2 se etiqueta erróneamente como una toxina. El tren del clima ha logrado lavar el cerebro de la comunidad global sobre la biología y la química simples que se enseñan a los niños en edad escolar. El mismo CO2 que ha sido responsable de proporcionar vida y permitir un rápido enverdecimiento del mundo es vilipendiado”[28].
Por otra parte, “tampoco han aumentado los eventos meteorológicos extremos (lo dice el IPCC) ni el número de víctimas por huracanes o inundaciones. Ahora bien, el futuro es otra cosa, y parece aterrador, al menos según las ‘proyecciones’ de los modelos climáticos”. Se llaman así, “‘proyecciones’ y no pronósticos, que es una forma sutil de cubrirse las espaldas si fallan. Hay más de una treintena de estos modelos”, que “discrepan entre ellos más de 3°C en el presente, pero nos indican cómo va a subir la temperatura con precisión”, al tiempo que resultan “incapaces de simular la precipitación correcta actual, pero nos dicen que habrá más sequías e inundaciones, discrepan sobre el contenido de calor de los océanos en miles de trillones de julios”, pero aseveran “cuál será la subida exacta el nivel del mar”[29].
Finalmente, es preciso contemplar la definición de “superpoblación” que el propio Paul Ehrlich esgrimara en “La explosión Demográfica”, de 1993. Para ello, es preciso diferenciar este concepto de lo que se denomina “alta densidad demográfica”. Así, mientras que lo segundo refiere al número promedio de habitantes en una determinada zona geográfica, la “sobrepoblación”, por el contrario, se da cuando la población de un determinado espacio geográfico agota rápidamente los recursos del mismo y no puede subsistir en él. “El error […] radica en tratar de definir la superpoblación en términos de densidad: sabemos desde hace mucho que la densidad per se significa poco”[30]. En este sentido, vale aclarar que, como demuestra el economista Federico Caballero Ferrari: “De hecho, si consideramos un espacio de unos 100 metros cuadrados por persona (una densidad de población que existe en ciudades como Nueva York), la población mundial solamente ocuparía un espacio de unos 648.544 kilómetros cuadrados: exactamente el tamaño del estado de Texas”[31]. La clave para estriba, no en el número promedio de habitantes de una determinada zona, sino en la relación de estos con los recursos y la capacidad del medio para mantener sus actividades. En este sentido, puede decirse que un área está superpoblada “cuando su población no puede mantenerse sin que los recursos no renovables disminuyan aceleradamente (o se conviertan los recursos renovables en no renovables), degradándose la capacidad del medio de sostener a la población. En suma, un área está superpoblada cuando sus ocupantes degradan la capacidad de carga a largo plazo de dicha área. Según este modelo, la totalidad del planeta y prácticamente todas las naciones de la Tierra se hallan más que superpobladas”[32]. Ahora bien, el precio de los principales metales para la industria no ha hecho sino disminuir su valor desde el siglo XIX; nunca antes en la historia de la humanidad se habían cosecha tantos alimentos y con tanta eficiencia; la Tierra es hoy, literalmente, más verde que hace 20 años. La cantidad promedio de tierras dedicadas por década al cultivo no ha hecho sino decrecer, al ritmo en que la población va en aumento y la pobreza y el hambre en el mundo se están reduciendo y cada vez cosechamos más con menos tierra ¿Cómo podría alguien, en base a esta evidencia, decir aún hoy que la Tierra está superpoblada?
La sobrepoblación constituye uno de los grandes metarelatos que nos ha dejado la Modernidad, que inunda el imaginario social de la persona promedio en Occidente desde la popularización de los trabajos de Thomas Robert Malthus en adelante. Sin embargo, mientras él describía la realidad de una Inglaterra en la que los alimentos se encarecían y las almas vagaban hambrientas, casi cien años después, el aún vacío Nuevo Mundo ansiaba nutrirse de los habitantes de las ciudades industriales que paulatinamente llegarían. En este sentido, no hay que ignorar el hecho de que, aunque la habitación se encuentre llena, el edificio se encuentre vacío.
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Fuentes:
[1] Cit. en El País. (14 de diciembre de 2021). Cómo producir el doble de alimentos en 2050 en un escenario de deterioro de las tierras y sin agua. Recuperado de: https://elpais.com/planeta-futuro/2021-12-14/como-producir-el-doble-de-alimentos-en-2050-en-un-escenario-de-deterioro-de-las-tierras-y-sin-agua.html?utm_source=Twitter&ssm=TW_CM_PF#Echobox=1640350165-1
[2] Vossler, I. (26 de diciembre de 2020). Del relato ecologista al control de la natalidad. Debatime. Recuperado de: http://debatime.com.ar/del-relato-ecologista-al-control-de-la-natalidad/
[3] FAO. El estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura – Sistemas al límite. 2021. (Roma). pp. 60
[4] Goldsmith, E. Allen, Robert. Allaby, Michael, Davoll, John, Lawrence, Sam. “Proyecto para la supervivencia”. Ob. Cit. Pp. 138.
[5] Cit. en El País. (14 de diciembre de 2021). Cómo producir el doble de alimentos en 2050 en un escenario de deterioro de las tierras y sin agua. Recuperado de: https://elpais.com/planeta-futuro/2021-12-14/como-producir-el-doble-de-alimentos-en-2050-en-un-escenario-de-deterioro-de-las-tierras-y-sin-agua.html?utm_source=Twitter&ssm=TW_CM_PF#Echobox=1640350165-1
[6] Academia Nacional de Ciencias. Cultivos genéticamente modificados: experiencias y perspectivas. Ciencia diaria. ScienceDaily, 17 de mayo de 2016. Recuperado de: https://www.sciencedaily.com/releases/2016/05/160517131632.htm
[7] Carta de los galardonados en apoyo de la agricultura de precisión (OMG). 29 de junio de 2016. Recuperado de: https://www.supportprecisionagriculture.org/nobel-laureate-gmo-letter_rjr.html
[8] Entine, J. (17 de septiembre de 2014). Con más de 2000 estudios globales que afirman la seguridad, los alimentos transgénicos se encuentran entre los temas más analizados en la ciencia. Forbes. Recuperado de: https://www.forbes.com/sites/jonentine/2014/09/17/the-debate-about-gmo-safety-is-over-thanks-to-a-new-trillion-meal-study/?sh=2a857d838a63
[9] Entine, J. (17 de septiembre de 2014). El debate sobre la seguridad de los transgénicos ha terminado gracias a un nuevo estudio de billones de comidas. Forbes. Recuperado de: https://www.forbes.com/sites/jonentine/2014/09/17/the-debate-about-gmo-safety-is-over-thanks-to-a-new-trillion-meal-study/?sh=2a857d838a63
[10] San-Miguel-Ayanz, J., Durrant, T., Boca, R., Maianti, P., Liberta`, G., Artes Vivancos, T., Jacome Felix Oom, D., Branco, A., De Rigo , D., Ferrari, D., Pfeiffer, H., Grecchi, R., Nuijten, D. y Leray, T., Forest Fires in Europe, Middle East and North Africa 2019, EUR 30402 EN, Oficina de Publicaciones de la Unión Europea Unión, Luxemburgo, 2020, ISBN 978-92-76-23208-7, doi: 10.2760 / 893, JRC122115.
[11] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad” (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. Traductora: Ana Bello. pp. 159.
[12] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob Cit. Pp. 159-160.
[13] Goldsmith, E. Allen, Robert. Allaby, Michael, Davoll, John, Lawrence, Sam. “Proyecto para la supervivencia”. Ob. Cit. Pp. 44.
[14] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob Cit. Pp. 42.
[15] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob Cit. Pp. 42.
[16] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob Cit. Pp. 34.
[17] Norberg, J. “Grandes avances de la humanidad”. Ob Cit. Pp. 39.
[18] Thompson, D. (8 de marzo de 2013). Cheap Eats: How America Spend Money on Food. The Atlantic. Recuperado de: www.theatlantic.com
[19] Roser, M.; Ritchie, H. (2013) – “Precios de los alimentos”. Publicado en línea en OurWorldInData.org. Obtenido de: https://ourworldindata.org/food-prices
[20] Ehrlich, P. Cit. en Ayuso, M. (24 de abril de 2014). “Nos comeremos unos a otros”: la tétrica advertencia de un experto en superpoblación. ACV. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2014-05-24/el-profeta-de-la-superpoblacion-advierte-la-escasez-nos-llevara-al-canibalismo_135440/
[21] Newman, J. (8 de enero de 2018). No, no hemos agotado los recursos de la Tierra. Mises Institute. Recuperado de: https://mises.org/wire/no-we-havent-drained-earths-resources
[22] Recuperado de: https://www.un.org/es/events/unday/2011/
[23] Abby Tabor, (11 de febrero de 2019). Centro de Investigación Ames de la NASA, Silicon Valley. “La actividad humana en China e India domina el enverdecimiento de la Tierra, según un estudio de la NASA”. NASA.gov. Ver en https://www.nasa.gov/feature/ames/human-activity-in-china-and-india-dominates-the-greening-of-earth-nasa-study-shows
[24] Song, XP., Hansen, MC, Stehman, SV et al. Cambio global de la tierra de 1982 a 2016. 2018. Nature 560, 639–643. https://doi.org/10.1038/s41586-018-0411-9
[25] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Ob. Cit.
[26] Morano, M. (2 de julio de 2021). Fallo de los medios: los cultivos de Iowa establecen récords, no fallan en medio de un calentamiento modesto. Climate Depot. Recuperado de: https://www.climatedepot.com/2021/07/02/media-fail-iowa-crops-setting-records-not-failing-amid-modest-warming/
[27] Idso, C. (21 de octubre de 2013). The Positive Externalities of Carbon Dioxide. Center for the Study of Carbon Dioxide and Global Change. Arizona. Recuperado de: http://www.co2science.org/education/reports/co2benefits/MonetaryBenefitsofRisingCO2onGlobalFoodProduction.pdf
[28] Jayaraj, V. (4 de agosto de 2021). Gratitud por el CO2: sigue alimentando al mundo. Real Clear Markets. Recuperado de: https://www.realclearmarkets.com/articles/2021/08/04/gratitude_for_c02_it_continues_to_feed_the_world_788506.html
[29] Villareal, A. (29 de septiembre de 2019). “El 97% de los científicos está con Greta Thunberg. Hablamos con el 3% restante”. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2019-09-29/cientificos-escepticos-climaticos-greta-thunberg-188_2258679/
[30] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Ob. Cit. Pp. 30.
[31] Caballero Ferrari, F. J. (28 de marzo de 2017). ¿Superpoblación? El mundo podría vivir en Texas. Economipedia. Recuperado de: https://economipedia.com/actual/superpoblacion-mundo-podria-vivir-texas.html
[32] Ehrlich, P. & Ehrlich, A. “La explosión demográfica”. Ob. Cit. pp. 31.