
En una reciente entrevista en un podcast, la actriz Emma Watson ha afirmado que presionar a los jóvenes para que contraigan matrimonio constituye “una violencia” y “una crueldad”, especialmente contra las mujeres, pues implicaría que su valor depende de alcanzar ese estado social[1]. Parte de sus palabras fueron: “Creo que es una gran violencia y una gran crueldad contra las personas, especialmente contra los jóvenes, y sobre todo contra las mujeres… Hacerles sentir que no valen nada, o que aún no han triunfado en la vida porque no han llevado a su máximo potencial algo que, en mi opinión, jamás se puede ni se debe forzar”. Ciertamente que uno como cristiano condena toda forma de unión vivencial forzada porque se entiende que debe primar la libertad en el ordenamiento moral de la persona de cara a Dios. La cuestión es que aquí, y más en el contexto de un progresismo beligerante, esas palabras sirven para seguir atacando retóricamente la institución de la Familia.
Para la Iglesia, el matrimonio no es ni un contrato social ni una meta personal, sino un sacramento que une a un hombre y una mujer en un vínculo indisoluble, ordenado al bien de los cónyuges y a la procreación y educación de los hijos. La carta encíclica Casti Connubii del papa Pío xi sobre el matrimonio cristiano dice: “La prole, por lo tanto, ocupa el primer lugar entre los bienes del matrimonio. Y por cierto que el mismo Creador del linaje humano, que quiso benignamente valerse de los hombres como de cooperadores en la propagación de la vida, lo enseñó así cuando, al instituir el matrimonio en el paraíso, dijo a nuestros primeros padres, y por ellos a todos los futuros cónyuges: Creced y multiplicaos y llenad la tierra”. Por tanto, al contrario de lo que sugiere Watson, alentar a los jóvenes al matrimonio no es “violencia simbólica”, sino un ofrecimiento noble de la vocación humana al amor auténtico y, especialmente, fecundo.
Watson insiste en que alguien puede casarse antes de conocerse bien a sí mismo, y que eso conllevaría daño. Pero lo real, y que tampoco menciona la actriz progresista, es que la Iglesia también aprende a reconocer que la libertad debe ir acompañada de madurez interior y prudencia. Casti Connubii advierte que el consentimiento matrimonial debe darse con plena libertad, desprejuiciados de presiones externas. Rechazar toda orientación o consejo benigno, por miedo a que parezca coercitivo, puede dejar al individuo vulnerable a errores mayores; por ello es que el llamado al matrimonio no puede imponerse, pero sí debe presentarse como una posibilidad seria para quien descubre esa vocación.
Ciertamente que la postura de Watson refleja una visión cultural dominante que tiende a valorar al individuo por sus logros profesionales y su independencia, y ver el matrimonio como un obstáculo o un eslabón obligatorio que debilita la autonomía. Sin embargo, entendiendo la primacía del bien común, como enseña Casti Connubii, el matrimonio “Sepan y mediten con frecuencia cuán grande sabiduría, santidad y bondad mostró Dios hacia los hombres, tanto al instituir el matrimonio como al protegerlo con leyes sagradas; y mucho más al elevarlo a la admirable dignidad de sacramento, por la cual se abre a los esposos cristianos tan copiosa fuente de gracias, para que casta y fielmente realicen los elevados fines del matrimonio, en provecho propio y de sus hijos, de toda la sociedad civil y de la humanidad entera.” (n. 39). Allende de ello, se reconoce que el amor conyugal sirve de escuela de virtud para el sacrificio, fidelidad, servicio mutuo, virtudes que enriquecen no solo a los esposos sino a la sociedad.
Calificar el aliento al matrimonio como “violencia” subvierte el sentido de la palabra y el lenguaje porque la violencia implica coacción, daño deliberado, ejercicio concreto de fuerza. Cuando la Iglesia invita al matrimonio, lo hace respetando la libertad, exhortando al deber del amor mutuo y a ingresar voluntariamente al compromiso generoso. Si tal invitación fuera “violencia”, también lo sería predicar la virtud del sacrificio, enseñar el deber para con los otros, o comunicar el mandato cristiano de amar. No todo lo que es exigente es violento, sino que, en todo caso, es una advertencia contra aquello que desarraiga al hombre de su causa fin.
[1] Fuente: https://www.businessinsider.com/emma-watson-pressure-to-get-married-women-youth-society-2025-9