
Este enfrentamiento enfrentó a la flota del Imperio Otomano, que buscaba expandir su dominio marítimo hacia el oeste, contra la Liga Santa, una coalición de potencias cristianas organizada por el Papa Pío V, que incluía a España, Venecia, Génova, los Estados Pontificios y la Orden de Malta. La victoria de la Liga Santa fue tan decisiva que cambió el curso del control naval en el Mediterráneo y dejó una huella imborrable en la historia europea y en la devoción religiosa de la época.
El origen de la batalla se remonta a la expansión otomana en el Mediterráneo oriental. Tras conquistar Chipre en 1570, los turcos amenazaban con avanzar sobre las costas italianas y españolas, extendiendo su influencia hasta el corazón del Mediterráneo occidental. Ante esta amenaza, el Papa Pío V promovió la Liga Santa, buscando unir a los cristianos en defensa de la cristiandad. La flota cristiana estaba comandada por Don Juan de Austria, hijo ilegítimo del emperador Carlos V y hermanastro del rey Felipe II, quien había sido reconocido y enviado a liderar esta misión heroica.
La batalla se libró en el Golfo de Lepanto, frente a la costa de Grecia, donde se enfrentaron más de 400 galeras y 200.000 hombres entre combatientes y remeros. La lucha fue encarnizada y de proporciones épicas: los cristianos contaban con unas 208 galeras y 6 galeazas, mientras que los turcos disponían de unas 230 galeras y 60 embarcaciones menores. La batalla duró aproximadamente cinco horas, y el mar quedó cubierto de sangre y escombros navales, con un saldo de 40.000 a 50.000 muertos, principalmente entre los otomanos, así como miles de heridos y 12.000 esclavos cristianos liberados.
El papel de la religión y la Virgen María fue central en Lepanto. Antes de la batalla, el Papa Pío V promovió la oración del Rosario en toda la cristiandad, pidiendo la protección divina para las fuerzas cristianas. En las galeras se colocaron imágenes de la Virgen y se distribuyeron rosarios bendecidos a los soldados. Según crónicas de la época, el Papa, en Roma, se enteró de la victoria antes de que llegaran los mensajeros, atribuyéndola a la intercesión de la Virgen del Rosario. En agradecimiento, se instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, celebrada cada 7 de octubre, para conmemorar la victoria y la protección divina.
Entre los protagonistas de la batalla destacó Miguel de Cervantes, quien participó como soldado en la flota cristiana. Cervantes fue herido en tres ocasiones y perdió el uso de su mano izquierda, ganándose el título de “el manco de Lepanto”. Años más tarde, describió la batalla como la “más alta ocasión que vieron los siglos pasados”, señalando la magnitud del enfrentamiento y la valentía de los combatientes.
La victoria en Lepanto tuvo consecuencias duraderas. Aunque no detuvo por completo la expansión terrestre otomana en los Balcanes, aseguró que el Mediterráneo occidental permaneciera bajo control cristiano, evitando que los turcos dominaran la navegación y los puertos estratégicos. Además, la batalla fortaleció el prestigio de España y de Don Juan de Austria, convirtiéndose en un símbolo de la unidad cristiana frente al avance otomano. En términos simbólicos, Lepanto consolidó la idea de que la oración y la fe podían acompañar la estrategia militar, y convirtió a la Virgen del Rosario en patrona de la victoria cristiana.
La Batalla de Lepanto no fue solo un enfrentamiento militar, sino un evento histórico y espiritual que marcó un antes y un después en Europa. Fue la combinación de estrategia, heroísmo y fe la que permitió a los cristianos frenar temporalmente la expansión otomana, dejando un legado de memoria histórica, devoción religiosa y literatura que perdura hasta nuestros días. Cada 7 de octubre, cuando se celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, se recuerda no solo una batalla, sino la intervención divina que inspiró a generaciones de europeos a defender su mundo.
Lepanto marcó el límite de la expansión otomana en el Mediterráneo, pero no detuvo su avance en tierra firme. Más de un siglo después, el Imperio otomano volvería a amenazar el corazón de Europa con el sitio de Viena en 1683, donde nuevamente la cristiandad se uniría para frenar la presión turca. Así, Lepanto se inscribe como el primer gran triunfo decisivo de Europa frente a la amenaza otomana, prefigurando la defensa de Viena y el eventual retroceso del poder otomano en Europa Central. Pero, esa es otra historia.