
Elaborado con Jared Kushner y Steve Witkoff, y con el respaldo de Blair por su principal financiador, Larry Ellison, el plan implicaría que Blair liderara una secretaría de 25 miembros, administrando Gaza durante un máximo de cinco años. El mismo Blair que regresa tantos años después de la guerra de Irak que lo tuvo como protagonista junto a Bush como los arquitectos de gran parte de la destrucción y desestabilización de Medio Oriente.
Se cree que Blair se ofreció a liderar el órgano de gobierno interino tras presentar sus planes al Presidente Trump el mes pasado. No se trata de una gobernanza de posguerra en el sentido convencional, sino de un modelo de neofideicomiso; control externo sobre el territorio, la ley y los flujos de reconstrucción, datos y capital.
En un movimiento que combina diplomacia, controversia y realpolitik, el ex primer ministro británico Tony Blair podría encabezar una autoridad internacional de transición en Gaza bajo un plan de paz impulsado por el expresidente estadounidense Donald Trump. El proyecto —según reveló el Financial Times— pretende ofrecer una salida al prolongado conflicto en la Franja tras la devastación de la guerra, pero enfrenta un escepticismo generalizado entre palestinos, analistas y diplomáticos.
Una “Autoridad Internacional de Transición”
El borrador del plan, conocido informalmente como Gaza International Transitional Authority (GITA), plantea la creación de un organismo interino encargado de gobernar y reconstruir el enclave palestino durante un período de transición posterior al conflicto.
Bajo esta estructura, Tony Blair presidiría un consejo internacional supervisor, mientras que un comité palestino tecnocrático administraría los servicios básicos, infraestructura y la gestión civil del territorio.
El objetivo, según los promotores del plan, sería “restaurar el orden, reconstruir Gaza y allanar el camino para una futura transferencia del control a la Autoridad Palestina (PA)”, que gobierna partes de Cisjordania. Sin embargo, la ejecución real dependería de complejas condiciones políticas y de seguridad.
Un papel con límites
Fuentes diplomáticas consultadas por el Financial Times explicaron que Blair no actuaría como un “gobernante soberano” de Gaza, sino más bien como un coordinador internacional con autoridad ejecutiva limitada, encargado de mediar entre las distintas potencias regionales e internacionales.
El plan requeriría un mandato formal de la ONU o de una coalición de países aliados, además de la aprobación de Israel y Egipto, que controlan los accesos a Gaza. En su versión más ambiciosa, la GITA contaría con una fuerza de seguridad multinacional para garantizar la estabilidad inicial y entrenar a policías locales.
La marca Blair: experiencia y polémica
Tony Blair, primer ministro del Reino Unido entre 1997 y 2007, no es ajeno a la política de Medio Oriente. Tras dejar Downing Street, fue enviado especial del Cuarteto para Oriente Medio (ONU, UE, EE.UU. y Rusia) entre 2007 y 2015, donde promovió programas económicos en Cisjordania y mantuvo contactos con líderes israelíes y palestinos.
No obstante, su figura sigue siendo profundamente divisiva. Muchos palestinos lo recuerdan más como un representante de intereses occidentales que como un mediador imparcial. Su papel en la guerra de Irak en 2003 y su cercanía con Washington han reavivado críticas que lo acusan de carecer de credibilidad moral para dirigir una misión en Gaza.
“Blair no es visto como un interlocutor neutral. Para los palestinos, simboliza la política de ocupación con rostro diplomático”, señaló un analista citado por Al Jazeera.
Trump y la “reconfiguración” del posguerra
El plan de Trump —que muchos interpretan como un intento de reposicionar su influencia internacional en caso de un regreso a la Casa Blanca— buscaría instalar en Gaza una estructura política distinta al control de Hamás, pero sin entregarla de inmediato a la Autoridad Palestina, debilitada y sin legitimidad en el enclave desde 2007.
Fuentes allegadas al equipo del expresidente afirman que el propósito es “evitar el vacío de poder” y “garantizar la estabilidad humanitaria y de seguridad” mientras se reconstruye el territorio. Sin embargo, los críticos temen que se trate de una forma encubierta de tutela internacional, con poder efectivo en manos de actores externos y bajo la sombra de Israel.
Obstáculos de legitimidad y soberanía
Las dudas sobre el proyecto son numerosas:
-Rechazo palestino: Tanto Hamás como varios sectores de la Autoridad Palestina consideran inaceptable que un extranjero supervise el territorio.
-Control israelí: Israel insiste en mantener la seguridad fronteriza y el control aéreo, lo que limitaría el margen de acción de cualquier autoridad civil.
-Duración incierta: No está claro cuánto duraría la fase transitoria ni qué condiciones deberían cumplirse para ceder el poder a la PA.
-Apoyo internacional frágil: Europa está dividida respecto al plan y la ONU evita pronunciarse mientras no exista una resolución formal.
Entre el pragmatismo y la desconfianza
Aun con todas sus limitaciones, el plan refleja una búsqueda desesperada por una salida política a la crisis de Gaza, en un contexto donde ni Israel ni la comunidad internacional tienen una propuesta viable de gobernanza posguerra.
Blair podría ofrecer, al menos en teoría, una cara reconocible para la diplomacia occidental y la reconstrucción económica. Pero la historia reciente demuestra que, en Medio Oriente, incluso las “autoridades transitorias” suelen volverse permanentes.
“Gaza no necesita un nuevo gobernador extranjero, sino el reconocimiento de su propio derecho a decidir”, declaró un portavoz palestino en Ramala.
Epílogo: ¿Un nuevo protectorado disfrazado?
La propuesta de que Tony Blair encabece la reconstrucción de Gaza bajo una autoridad internacional revela la tensión central de la política de posguerra: ¿Cómo equilibrar la estabilidad inmediata con la autodeterminación palestina?
Mientras algunos ven en Blair un gestor capaz de negociar con Israel y Occidente, otros advierten que su participación podría perpetuar la dependencia y la ocupación bajo un ropaje diplomático.
La pregunta, entonces, no es si Blair podría gobernar Gaza.
La verdadera pregunta es: ¿A quién serviría realmente ese gobierno?
Fuente: FinancialTimes