Este concepto fue promovido por la organización Technocracy Inc., fundada por el ingeniero Howard Scott y el ingeniero M. King Hubbert (quien más tarde sería famoso por la teoría del “pico del petróleo”). La idea central era que la gestión de la economía y la sociedad debía basarse en principios científicos y técnicos, eliminando la política partidista y el sistema de precios. En lugar de utilizar dinero, se proponía una distribución de bienes y servicios basada en la energía consumida para producirlos.
El «Technate of America» representaba una unidad geopolítica, económica y energética, que abarcaba América del Norte, Central, el Caribe y el norte de América del Sur. Se concebía como una entidad autosuficiente, organizada para maximizar la eficiencia energética y la producción, gestionada por expertos en lugar de políticos electos. Esta visión incluía la movilización total de recursos y personas bajo un control centralizado, lo que le otorgaba un carácter autoritario.
Joshua N. Haldeman, abuelo materno de Elon Musk, fue un miembro destacado de este movimiento en Canadá. En 1940, fue arrestado por su participación en Technocracy Inc., que fue considerada una organización ilegal debido a sus actividades subversivas durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, Haldeman se trasladó a Sudáfrica, donde continuó su involucramiento en movimientos políticos de corte autoritario y conspirativo.
Aunque el movimiento tecnocrático perdió fuerza antes de la Segunda Guerra Mundial, sus ideas han resurgido en debates contemporáneos sobre la relación entre tecnología, gobernanza y democracia. Algunos observadores han señalado paralelismos entre las visiones tecnocráticas del pasado y las tendencias actuales hacia la tecnocracia y el autoritarismo en ciertos sectores.
La idea era crear un bloque continental autosuficiente y organizado por expertos y científicos, donde la producción y distribución de recursos se planearía técnicamente, sin depender de mercados ni sistemas políticos tradicionales. Era, en esencia, un estado tecnocrático continental, no un país con fronteras convencionales.
Algunos historiadores, como William Akin (Technocracy and the American Dream, 1977), describen el movimiento como “una utopía continental con rasgos imperialistas disfrazados de eficiencia científica”.
El Technate equivalía a un imperio administrativo donde la legitimidad no provenía del voto ni de la soberanía nacional, sino del criterio técnico y energético.
En términos actuales, podría decirse que era una versión tecnocrática del panamericanismo, pero con el poder concentrado en una élite científica que buscaba “racionalizar” todo el continente.
Hoy, los equivalentes serían los gigantes tecnológicos (Big Tech): Google, Microsoft, Amazon, Meta, Tesla/SpaceX, OpenAI, etc.
Y cuando un presidente como Trump (o cualquier otro) se sienta a negociar con estas corporaciones sobre inteligencia artificial, ciberseguridad, datos, energía y control digital, está reconociendo que la tecnología define la gobernanza.
Si el poder político se fusiona con las Big Tech, se puede dar una forma de “tecnocracia corporativa”:
-Control de la información (redes sociales, IA).
-Control de la economía digital (plataformas, criptos, fintech).
-Control de la seguridad y vigilancia (cámaras, biometría, big data).
En la práctica, esto se parecería más a un Technate privado-corporativo, no a uno científico neutral.

Según los mapas y descripciones que se conservan del “Technate of America”, la propuesta concebía una unidad geopolítica que abarcaba América del Norte, América Central, el Caribe y el norte de Sudamérica, incluyendo Venezuela, y se extendía hacia México, EEUU y Canadá.
La idea era unificar las regiones con abundantes fuentes de energía (petróleo, hidroeléctrica, carbón, minerales) en una sola entidad coordinada científicamente —lo que ellos llamaban una “continental energy region”.
Canadá y Groenlandia serían claves por su potencial hidroeléctrico y de recursos naturales, mientras que Venezuela y el Caribe se integraban como “regiones de suministro energético”.
No se trataba de políticos y gobiernos, no se contemplaba un sistema democrático representativo: el control estaría en manos de una élite técnica que tendría la autoridad absoluta para organizar la vida económica y social. Los ciudadanos no podrían elegir a sus líderes ni modificar las decisiones técnicas.
Su propuesta tenía rasgos de imperialismo tecnocrático:
–Abolía las soberanías nacionales y los sistemas legales existentes.
-Imponía un sistema de control centralizado continental administrado desde una sede técnica.
-Las decisiones se tomarían por “directiva científica”, no por voto ni representación política.
-Las regiones “menos desarrolladas” serían reorganizadas según criterios de eficiencia, no de autodeterminación.
El individuo se subordinaba al plan central: qué producir, cuánto consumir, cómo distribuir… todo decidido desde arriba. Aunque no era “dictatorial” en el sentido clásico (no se trataba de un caudillo militar), sí era dictatorial en lo estructural, porque eliminaba la libertad política.
En la práctica, las decisiones no se tomarían por debates parlamentarios o votaciones, sino por cálculos de eficiencia energética, estadísticas de producción y distribución óptima de recursos.
En algunos diagramas de Technocracy, Inc. se mencionaba la idea de dividir el continente en “functional sequences”, algo así como ministerios energéticos o productivos. Uno de ellos, el “Energy Distribution Sequence”, sería el que administraría cuánta energía le corresponde a cada ciudadano en forma de “certificados energéticos” en lugar de dinero.
Ejemplo: en lugar de usar dinero, se proponía un sistema de “certificados de energía”, equivalentes a la cantidad de energía usada en producir bienes y servicios.
Todo se planificaba como si la sociedad fuera una fábrica gigantesca, donde se mide cuánto entra (recursos naturales) y cuánto sale (bienes producidos).
El camino es largo, pero los indicios que muestra el gobierno de Donald Trump parecen encaminarse según los acuerdos anunciados:
“Project Stargate” — Inversión privada para infraestructura de IA
En enero de 2025 Trump anunció una inversión del sector privado de hasta US$500.000 millones para infraestructura de inteligencia artificial. Es un compromiso importante con tecnología y expansión de capacidades de IA en EEUU.
Compañías como OpenAI, Oracle, SoftBank participan, construyendo centros de datos.
Orden Ejecutiva sobre IA — EO 14179
Firmada el 23 de enero de 2025. Tensaba las políticas previas del gobierno de Biden, revocando algunas y estableciendo un plan para promover liderazgo en IA libre de “sesgos ideológicos o agendas sociales”.
Se da una directiva para elaborar un plan de acción dentro de los siguientes 180 días.
“Fair and Reciprocal Plan” sobre comercio
En febrero, se publicó un memorándum para desarrollar un plan comprensivo que corrija desequilibrios comerciales internacionales, asegurando “lugares justos” en las relaciones comerciales, reduciendo déficit, protegiendo trabajadores, etc.
Medidas para defensa de las compañías tecnológicas de regulaciones extranjeras
También en febrero 2025 hay una directiva (“Safeguarding America’s Sovereignty Over its Economy”) para proteger empresas americanas de lo que el gobierno llama “prácticas, multas, políticas de gobiernos extranjeros” que afectan negativamente a compañías de EEUU.
Incluye la posibilidad de imponer aranceles o medidas de represalia si se aplican impuestos digitales (digital services taxes), multas u otras regulaciones que EEUU considere injustas para sus empresas.




