
A días de sucedida la elección legislativa en provincia de Buenos Aires que enfrentó dos proyectos de país radicalmente opuestos y puso como principal vencedor al comunista y actual gobernador Axel Kiciloff, desde el seno del gobierno nacional todavía se está digiriendo la contundente derrota. Desde las redes sociales, se buscan culpables entre lavadas de manos y acusaciones de traiciones, infiltraciones y espionaje. El presidente Milei, sin perder tiempo, realizó una nueva reunión de gabinete en Casa Rosada, instruyó a su Jefe de Gabinete a convocar una mesa de diálogo federal con los gobernadores y creó una Mesa Política Nacional para concentrar las futuras decisiones de campaña en un núcleo duro más cerrado. Mientras, continúa decidido a no separarse de su hermana y asegura que el programa económico “no se moverá ni un milímetro”. Dado su discurso en el búnker de La Libertad Avanza luego de conocerse los apabullantes resultados, parece al fin haber “entrado la bala” y su electorado se esperanza con sus mensajes de autocrítica y cambio de rumbo. De lo que no se puede dejar de hablar es de la innegablemente pésima campaña electoral que llevó a cabo el armado de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires, la cual se ve reflejada en los resultados.
El primer gran error de estrategia fue nacionalizar la elección. La provincia de Buenos Aires, al igual que las provincias del interior, no son Capital Federal. Su población no maneja la misma lógica electoral, y por lo tanto no se pueden usar las mismas estrategias que le dieron al liberalismo el triunfo meses atrás en CABA. El destinatario no es el mismo, por lo tanto las características del mensaje y las formas de reproducirlo deben variar. No entender esta premisa básica de la ciencia política local denota un peligroso novatismo, o una aún más peligrosa autoconfianza, por no decir soberbia.
El segundo gran error de La Libertad Avanza fue meterse de lleno en la dicotomía “peronismo – anti peronismo”. En una provincia con profundo arraigo peronista en su población, demostrado en una indiscutible tendencia de triunfos electorales ininterrumpidos por parte del Partido Justicialista (muchos de sus territorios no han cambiado de color político desde la vuelta de la democracia), sin que siquiera les sea a sus habitantes lo suficientemente relevante la pobrísima eficacia de sus gestiones gubernamentales (lo mismo los votan), jugar la carta de polarizar con el signo político con el que se identifican miles de familias bonaerenses, signo heredado a través de generaciones enteras y convertido casi en una religión para muchos, con sus tatuajes, sus estatuas, sus pinturas y sus canciones, es, cuanto menos, arriesgado. De nuevo la soberbia de un espacio que se cree invencible asomando en cada decisión del proceso electoral.
Si observamos los resultados comiciales de las P.A.S.O. 2023, veremos que el voto a Javier Milei fue un voto de carácter transversal. Es decir, hubo, por un lado, un voto anti peronista; por otro, un voto más bien de centro, y también un voto peronista “no k”. Cada uno de éstos fueron fundamentales para la victoria de la fuerza comandada por el economista libertario devenido en político, pero sin duda el más importante y difícil de mantener es el del votante peronista (como será de fundamental que, para aquel triunfo, aportó un 10% del resultado robado directamente del vientre mismo del peronismo). Finalmente, la táctica de La Libertad Avanza apuntó a un cuarto sector, que son los que no se identifican con ninguna fuerza partidaria y, principalmente, al descontento con la política tradicional. Fue en ese lugar donde pegó fuerte el discurso contra la “casta”. Es por esta razón que al “fenómeno Milei” en 2023 no hay que verlo como resultado de un “voto castigo” o “voto bronca” como muchos analistas repiten buscando desacreditar el suceso, sino como un “voto esperanza”.
Estas votaciones significaron un rompimiento con todo eso, metiendo a personajes como Ramón “Nene” Vera (histórico dirigente peronista de lealtades frágiles que militó para el kirchnerismo, Sergio Massa y Cambiemos, actual diputado provincial de LLA) o Sebastián Pareja (quien estuvo casi 20 años viviendo del Estado, definición del empleado público que el Presidente dice detestar) como armadores de la provincia de Buenos Aires. Paréntesis: a diferencia de lo que muchos creen, en 2023 el voto que podemos denominar tradicionalmente como “gorila” no fue para Javier Milei, sino que estuvo dirigido hacia Patricia Bullrich, candidata del Pro y acompañada por su fórmula radical Luis Petri. Recién en el balotaje ese voto se desplazó hacia quien terminó resultando ganador de la contienda. Es decir, este voto anti peronista nunca le perteneció de manera legítima a Milei, sino que los heredó al existir una gran demanda y una vacante en la oferta de postulantes a Presidente. Fin del paréntesis.
En estas recientes elecciones bonaerenses también se quiso apuntar a ese voto anti peronista haciendo uso del eslogan “kirchnerismo nunca más”, intentando que el electorado supiera identificarse con la diferenciación entre un peronismo “puro” y el contaminado o cooptado por el movimiento kirchnerista. Así, de nuevo se terminó polarizando. Pero hay otro detalle: un lema como “kirchnerismo nunca más” no funciona si del otro lado se presentan candidatos que vienen justamente del kirchnerismo. Esto genera un descreimiento total: en aquellos que te apoyaron por simpatizar con el discurso en contra de la casta, en aquellos votantes fieles del Pro y la UCR que estaban dispuestos a dar su voto de confianza, y en muchos otros decepcionados de la política en general. Para colmo, en ese intento frustrado de diferenciar al peronismo “de Perón” del peronismo kirchnerista y terminar polarizando otra vez, se rompió ese vínculo que Milei tenía con aquel 10% peronista que lo había apoyado en 2023. Y es que, lamentablemente, en este país, la política es un Boca – River, y si en algún momento entrás en esa dicotomía, ya no podés salir. Entonces tenés dos opciones: o sos 100% gorila y le sacás todo el jugo a esa posición, o sos 100% peroncho. Milei, sin quererlo, se terminó convirtiendo en un gorila tradicional sin el apoyo del gorilismo tradicional. Encima, si observamos más de cerca, descubriremos que también se va perdiendo el apoyo del votante tradicional del Pro u la UCR, que en este caso ni siquiera fue a las urnas, sino que prefirió quedarse en casa frente al faltante de representatividad.
Ahora bien, si analizamos la campaña del peronismo, veremos que se trató de una campaña clásica, que apuntó a retener su electorado y a no polarizar. No hubo discursos sobre levantar la proscripción de Cristina y expresiones radicales por el estilo, todo lo contrario a la actuación de La Libertad Avanza. En esta situación en particular, en esta contienda, polarizar era perder. Y la experiencia de Kiciloff y su equipo demostró contar con la sensibilidad suficiente para identificar esta consigna. No así la del Presidente y su hermana.