
Esta matanza ha devastado a las comunidades locales, mayoritariamente de confesión cristiana, y ha puesto en evidencia no sólo la incapacidad del gobierno nigeriano para proteger a sus ciudadanos, sino también el vergonzoso y persistente silencio de los grandes medios de comunicación internacionales, que han vuelto a ignorar deliberadamente la persecución sistemática de cristianos.
Como noticiaron pequeños portales independientes, “Los fulani masacraron a más de 200 cristianos en el estado de Benue, Nigeria, durante la noche del viernes 13 de junio, atacando a familias desplazadas, incendiando los edificios donde se habían refugiado mientras dormían y matando a machetazos a todos los que intentaban huir”[1].
Los hechos se desarrollaron principalmente en las localidades de Mbalom y Guma, así como en las zonas de Logo, Ukum y Kwande, donde más de 28 pueblos fueron arrasados y cientos de viviendas, iglesias y escuelas fueron reducidas a cenizas. Los atacantes, presuntamente miembros de grupos extremistas fuertemente armados —a menudo identificados como pastores fulani islamistas radicalizados— perpetraron sus crímenes con una brutalidad escalofriante; entiéndase que se tratan de asesinatos a machetazos, disparos indiscriminados, y personas quemadas vivas. Entre las víctimas se encuentran mujeres, niños y ancianos. Algunas fuentes locales, como la diócesis de Makurdi y organizaciones de defensa de los derechos humanos en Nigeria, han denunciado que los cadáveres fueron dejados a la intemperie, sin poder ser enterrados debido al temor persistente de nuevos ataques. Las cifras oficiales del gobierno local de Benue hablan de al menos 200 muertos confirmados, aunque se sospecha que el número real podría ser aún mayor, dada la dispersión de los ataques y la falta de cobertura estatal.
Mons. Wilfred Anagbe, obispo de la diócesis de Makurdi, alzó su voz con firmeza frente a esta tragedia. En una declaración pública, señaló que “lo que está ocurriendo en Benue es un auténtico genocidio” y denunció la complicidad por omisión del gobierno federal de Nigeria, el cual ha mostrado una pasividad escandalosa frente a la violencia continuada contra los cristianos. El obispo también subrayó que “los medios internacionales no parecen considerar dignas de atención las vidas de los cristianos nigerianos”, haciendo un llamado urgente a la comunidad internacional y a las instituciones eclesiales para que intervengan con claridad y determinación. Esta masacre no es un hecho aislado, sino parte de un patrón de violencia sistemática que se repite con trágica regularidad en la región del Cinturón Medio de Nigeria. Según datos recogidos por organizaciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada, Nigeria es uno de los países más peligrosos del mundo para los cristianos. Open Doors por su parte aportó lo siguiente: “Persecución de cristianos es cualquier hostilidad experimentada por parte del mundo como resultado de la identificación de una persona como cristiana. Desde el acoso verbal hasta sentimientos, actitudes y acciones hostiles, los cristianos de zonas con severas restricciones religiosas pagan un alto precio por su fe. Palizas, tortura física, confinamiento, aislamiento, violación, castigos severos, encarcelamiento, esclavitud, discriminación en la educación y el empleo y aun la muerte son solo algunas de las formas de persecución que experimentan a diario. Según Open Doors, un ministerio internacional que sirve a cristianos perseguidos en todo el mundo, solo en el último año ha habido: Más de 360 millones de cristianos viviendo en lugares donde experimentan altos niveles de persecución y discriminación. 5.898 cristianos asesinados por su fe asesinados por su fe. 5.110 iglesias y otros edificios cristianos atacados. 6.175 creyentes detenidos sin juicio, arrestados, condenados o encarcelados. 3.829 cristianos secuestrados”[2].
Pese a estas cifras alarmantes, el silencio de los medios de comunicación hegemónicos occidentales es ensordecedor. Mientras que titulares y portadas se llenan —con razón o no— de cobertura constante sobre conflictos en otras regiones, las matanzas de cristianos en África subsahariana apenas reciben una mención de segundo orden, cuando no son completamente ignoradas. Este doble estándar mediático no es casual. Responde a una lógica ideológica que desvaloriza la vida de los cristianos, especialmente si pertenecen a comunidades rurales, africanas y empobrecidas. La narrativa dominante —profundamente secularizada y marcada por una selectividad moral— parece considerar que el sufrimiento cristiano carece de relevancia política o mediática. La tragedia de Benue plantea una interpelación directa a la prensa del supuesto mundo libre: ¿por qué se ignora deliberadamente el martirio de miles de cristianos? ¿Por qué se elude sistemáticamente nombrar el componente religioso de esta persecución? ¿Por qué el dolor de las víctimas cristianas no convoca la misma empatía ni moviliza la misma solidaridad que otras crisis humanitarias?
Mientras tanto, los sobrevivientes en Benue siguen llorando a sus muertos, sepultando en secreto a sus familiares, refugiándose en improvisados campamentos y rezando por un auxilio que no llega. A pesar de la indiferencia del mundo, su fe permanece firme, similar a lo acontecido en Siria. Como testigos silenciosos del Evangelio, se aferran al Rosario, a la Misa y a la oración, testimoniando con su sangre lo que otros apenas se atreven a nombrar. La comunidad internacional mientras tanto hace gala de la hipocresía mediática. Cada cristiano asesinado por su fe es un mártir, y la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia.
[1] (S/f). Fsspx.news. Recuperado el 24 de junio de 2025, de https://fsspx.news/es/news/nigeria-mas-200-cristianos-asesinados-el-estado-benue-53001
[2] Lausanne Movement. (2024, June 7). Persecución de cristianos en Nigeria – Lausanne Movement. https://lausanne.org/es/global-analysis/persecucion-de-cristianos-en-nigeria