A lo largo de los últimos meses han surgido vastedad de noticias las cuales, a pesar de ligeras diferencias insustanciales, comparten una conclusión común más que particular: Continuar con los confinamientos iniciados por el Covid-19 podrá ser una de las estrategias más efectivas con la que contarán los Estados para cumplir sus promesas reafirmadas tras la COP-26 en cuanto a “afrontar” el cambio climático causado “por las actividades humanas”. Cierto es que el pánico es una excelente estrategia de control para una sociedad que sigue tolerando subas de impuestos, recortes de libertades, cambios de hábitos exigidos de forma coercitiva por el Estado y mayor intervención del sector público en todas las áreas privadas. Al final, el pánico de las personas disminuye tras el tiempo, pero las atribuciones que una vez tomó el Estado gracias a este casi nunca son abandonadas.
Ante tal controversia y las reacciones de millones de personas a lo largo del mundo, medios internacionales como la BBC han publicado a mediados de noviembre que no habrá “confinamientos climáticos”. Pues, “a medida que avanza la pandemia, las vacunas entran en vigencia y muchos países, particularmente los ricos, se acercan un poco más a la normalidad, este giro de Covid hacia el cambio climático es algo que los investigadores han observado en varios espacios en línea. Una forma en que ISD ha visto este juego es en torno al término ‘bloqueo climático’. Se usa para referirse a la idea completamente infundada de que en el futuro podríamos tener bloqueos al estilo Covid para contrarrestar el cambio climático. El término ha ganado popularidad entre los usuarios de YouTube que venden teorías de conspiración, pero los científicos del clima dicen que los bloqueos no serían una estrategia seria para mitigar el cambio climático. Los bloqueos de Covid, por ejemplo, solo redujeron marginalmente las emisiones de gases de efecto invernadero”[1].
No obstante, cierto es que la militancia ecologista ha sabido usufructuar el estancamiento económico global que trajo miseria y penuria a millones de seres humanos para reafirmar la tesis según la cual somos un “cáncer”[2] [3] para el planeta y que, a falta de actividad humana, el mismo se “recupera”[4]: En este sentido, por ejemplo, el conocido medio de contenido ambiental National Geographic publicaba una nota el 18 de marzo de 2020 titulada “El planeta, el principal beneficiado por el coronavirus”[5]. Aunque también hay quienes han sabido afirmar que, en verdad, la pandemia es culpa de la humanidad, al arrasar con la deforestación el hábitat de numerosas especies[6], como los murciélagos, haciendo caso omiso al relato oficial de la OMS, o quienes han afirmado que, en esencia, la pandemia por coronavirus tiene su origen en el calentamiento global[7]. La politóloga argentina Flavia Broffoni en “Extinción: ¿Qué estás haciendo para evitar el colapso?”, afirma: “El virus Sars-coV-2 es de origen zoonótico. Esto quiere decir que su propagación entre los humanos responde a cualquier otra enfermedad: se transmite por un salto desde una especie que no debería estar, en algunos contextos, en contacto con la otra. […] La COVID-19 nos dejó algunas enseñanzas sobre estas interfaces y sus implicancias. David Quammen exploró las razones de las pandemias en su libro de 2012 Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic. Allí sostiene que una población humana enorme, sumada a una creciente población de animales industrializados, combinada con la destrucción de los hábitats naturales y los ecosistemas alterados, resulta en un combo que podría convertirse fácilmente en la venganza final de la naturaleza contra la humanidad”[8]. Finalmente, concluye: “Más allá de las teorías sobre el origen del nuevo Coronavirus […] los virus asociados con los murciélagos surgieron debido a la pérdida de sus hábitats, a causa de la deforestación y la expansión agrícola”[9].
Disimiles no son las apreciaciones presentadas por dos de los más influyentes escritores ecologistas en Argentina como lo son Mariastella Svampa y Enrique Viale, quienes sostienen que “la pandemia tiene orígenes socioambientales, aunque se tienda a invisibilizarlos. Como indican numerosos estudios, virus como el SARS […] encuentran múltiples causas ambientales, entre ellas la deforestación indiscriminada […]. Todas estas variables ofician como caldo de cultivo de los “virus zoonóticos” que saltan de los animales a los humanos y poseen un alto grado de contagiosidad. El covid-19 no es, seguramente, una excepción”[10]. Cabe destacar, en este sentido, que en China, lugar donde se produjo el virus, “en la actualidad, la superficie forestal está creciendo en más de dos millones de hectáreas por año”[11], y el mundo, en general, “es literalmente un lugar más verde que hace 20 años”[12], en parte gracias a los alimentos genéticamente modificados, que tan bastardeados son por los sectores ecologistas. Empero, cada vez resulta más evidente lo que desde un principio lo fue: Que el Covid-19 no tiene origen zoonótico, sino experimental. Debido a ello “Joe Biden, presidente de Estados Unidos, anunció una investigación urgente para despejar cualquier duda. Espías británicos, también involucrados en la pesquisa, creen que la hipótesis es ‘factible’”[13], anuncia el diario BBC, “las especulaciones sobre la posibilidad de que el virus hubiera surgido en el Instituto de Virología de Wuhan, uno de los principales laboratorios de investigación de China, comenzaron el año pasado y fueron propagadas por el expresidente Donald Trump”[14], y ahora son a fondo investigadas por el Servicio de Inteligencia Británico[15], pero lo cierto es que en el terreno científico esta cuestión nunca ha sido desacreditada, así lo demuestra una Carta publicada el 14 de mayo del presente año por 18 científicos donde se pidió expresamente investigar la cuestión: “Como científicos con experiencia relevante, estamos de acuerdo con el director general de la OMS , los Estados Unidos y otros 13 países y la Unión Europea que una mayor claridad sobre los orígenes de esta pandemia es necesaria y factible de lograr. Debemos tomar en serio las hipótesis sobre los efectos de contagio tanto naturales como de laboratorio hasta que tengamos datos suficientes. Una investigación adecuada debe ser transparente, objetiva, basada en datos, que incluya una amplia experiencia, esté sujeta a una supervisión independiente y se gestione de manera responsable para minimizar el impacto de los conflictos de intereses. Tanto las agencias de salud pública como los laboratorios de investigación deben abrir sus registros al público. Los investigadores deben documentar la veracidad y procedencia de los datos a partir de los cuales se realizan los análisis y se extraen conclusiones, de modo que los análisis sean reproducibles por expertos independientes”[16].
Pero, en cualquier caso, ambas teorías (que el mundo se recupera en la ausencia de la actividad humana y/o que el virus es una “respuesta de la Tierra a nuestro comportamiento) corren en la misma dirección: el ser humano constituye un mal para el planeta; y ya sea que se produzca un cese en sus actividades sobre el mismo, este se recuperará, o, por el contrario, las mismas traerán consigo males como respuesta. La paralización de la economía mundial ciertamente ha contribuido a la reducción de emisiones de contaminantes, a costa de la inseguridad económica y alimentaria de millones de personas.
Sin embargo, la idea de los “confinamientos climáticos” parece distar mucho de ser una inventiva de sectores trasnochados de internet, cuando es una alternativa estudiada a través del financiamiento del propio gobierno británico. Así lo explicita informe “Absolute Zero”, publicado en noviembre de 2019 por UK FIRES, un grupo de académicos de seis importantes universidades del Reino Unido financiado por el Consejo de Investigación de Ingeniería y Ciencias Físicas, y que comprende un consorcio de socios industriales suscriptores de sectores intensivos en recursos que trabajan con académicos de Cambridge, Imperial College, Oxford, Bath, Nottingham y Strathclyde, que están financiados desde 2019 y hasta el año 2024 por una subvención del programa de £ 5 millones del Consejo de Investigación de Ingeniería y Ciencias Físicas es un Consejo de Investigación Británico[17]. Dícese el susodicho informe: “Las grandes acciones [para alcanzar el objetivo especificado por la ONU de cero emisiones de Gases de Efecto Invernadero] son: viajar menos distancia, viajar en tren o en autos eléctricos pequeños (o completos) y dejar de volar; usar menos la calefacción y electrificar la caldera en la próxima actualización; lobby para la construcción con la mitad del material durante el doble de tiempo; deje de comer carne de res y cordero. Cada acción que tomamos para reducir las emisiones, en el hogar o en el trabajo, crea un efecto dominó positivo”[18].
Es preciso hacer hincapié en que, para los redactores de este estudio, “además de reducir nuestra demanda de energía, ofrecer cero emisiones con las tecnologías actuales requiere la eliminación progresiva del transporte aéreo, el transporte marítimo, el cordero y la carne de res, el acero de alto horno y el cemento”[19]. Al mismo tiempo, “asegurar que el carbono sea cero es una cuestión de regulación, con prohibiciones sobre el uso de carbono similares a las prohibiciones sobre el uso de asbesto.[20]”
“Tenemos que reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero a cero para 2050: eso es lo que nos dicen los científicos del clima, es lo que piden los manifestantes sociales y ahora es la ley en el Reino Unido. Pero no vamos por buen camino.”[21] “Además, obedecer la ley de nuestra Ley de Cambio Climático requiere que dejemos de hacer cualquier cosa que cause emisiones independientemente de su fuente de energía.”[22] Finalmente, se concluye que “el precio efectivo del carbono debe ser prohibitivamente alto para el 2050. Un tema clave sobre cómo implementar esto es el cronograma de cómo el precio debe crecer (o las restricciones deben volverse más estrictas) desde ahora hasta el 2050. […] Aunque hay muchas ideas nuevas sobre aviones eléctricos, no operarán a escalas comerciales dentro de 30 años, por lo que cero emisiones significa que durante algún tiempo todos dejaremos de usar aviones”.[23]
Al mismo tiempo, esta parece ser una idea que comienza a generalizarse a lo largo del mundo. Recientemente, el diario estadounidense The New York Times dedicó una nota a la economista de izquierda Mariana Mazzucato. La misma es una profesora de Economía de Innovación y Valor Público en el University College de Londres que, a pesar de su extensa trayectoria académica en su área de estudio, se ha convertido en una figura pública durante los últimos años, al punto en que “su mensaje ha atraído a una serie de políticos estadounidenses. La senadora Elizabeth Warren, demócrata de Massachusetts […] ha incorporado el pensamiento de la Dr. Mazzucato en varias implementaciones de políticas […]. La Dra. Mazzucato también ha consultado con la Representante Alexandria Ocasio-Cortez, Demócrata de Nueva York, y su equipo sobre las formas en que una política industrial más activa podría catalizar un Green New Deal. […] [Una] figura carismática en un campo polémico que no genera muchas estrellas – recientemente apareció en la edición del Reino Unido de la revista Wired […] Sus ideas […] están encontrando una audiencia receptiva en todo el mundo. En el Reino Unido, el trabajo de la Dra. Mazzucato ha influido en Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, y Theresa May, ex Primera Ministra [Síc.], y ha asesorado al líder escocés Nicola Sturgeon en el diseño y puesta en marcha de un banco de inversión nacional. También asesora a entidades gubernamentales en Alemania, Sudáfrica y otros lugares. […] ‘Los gobiernos se han dado cuenta del hecho de que la forma de pensar de la corriente principal no les está ayudando’, dijo, explicando su atractivo para los políticos y los responsables de la formulación de políticas.”[24]
Dicha profesora ha causado gran controversia en los tanto en el Reino Unido como en los Estados Unidos en las últimas semanas, al aseverar en su columna del sitio Project Syndicate (financiado, como puede verse en sus propios reportes, por fundaciones como Open Society, Bill & Melinda Gates Foundation, MasterCard Foundation, o la propia European Climate Foundation), que “el mundo se está acercando a un punto de inflexión en el cambio climático, cuando proteger el futuro de la civilización requerirá intervenciones dramáticas. Evitar este escenario requerirá una transformación económica verde y, por lo tanto, una revisión radical de los sistemas de gobierno corporativo, finanzas, políticas y energía”; “A medida que el COVID-19 se extendió a principios de este año, los gobiernos introdujeron cierres para evitar que una emergencia de salud pública se salga de control” -escribió-. En un futuro cercano, es posible que el mundo deba volver a recurrir a los bloqueos, esta vez para hacer frente a una emergencia climática.”[25]
En este sentido, resulta ser un dato de color el financiamiento de dicho sitio, pues son justamente personajes como Bill Gates y George Soros quienes se han beneficiado cuantiosamente en términos económicos gracias a los confinamientos a lo largo de todo el mundo y la revolucionarización de la economía global hacia una “economía verde”, principalmente por medio de sus inversiones a través del fondo Breakthrough Energy Coalition, -respaldado también por la European Climate Foundation- y las tecnologías renovables[26].
Para nuestra autora, resulta crucial comprender que “bajo un ‘bloqueo climático’, los gobiernos limitarían el uso de vehículos privados, prohibirían el consumo de carne roja e impondrían medidas extremas de ahorro de energía, mientras que las empresas de combustibles fósiles tendrían que dejar de perforar. Para evitar tal escenario, debemos reformar nuestras estructuras económicas y hacer el capitalismo de manera diferente”[27].
Incluso durante el año 2020, Glen Peters, director de investigación del Centro de Investigación Climática Internacional (CICERO), con sede en Oslo (Noruega), exigía que “si podemos mantener algunas de las restricciones vigentes sería beneficioso para algunos de nosotros, si podemos trabajar algo más desde casa, si no viajamos tanto ni tan lejos para ir a congresos internacionales, si podemos hacer esas cosas a distancia, eso puede ayudar a reducir las emisiones sin afectar demasiado a nuestras vidas, pero evidentemente no queremos tener restricciones que nos impidan visitar a nuestros abuelos o tomar un café con los amigos”[28].
En definitiva, la idea es simple: como lo expresa National Geographic, “durante este evento global mortal sin precedentes, millones de personas que podían quedarse en casa hicieron exactamente eso. Los autos quedaron estacionados en las entradas. El transporte aéreo se detuvo. Las fábricas disminuyeron o se detuvieron. Los edificios públicos cerraron sus puertas. Incluso la construcción se ralentizó. Casi todos los sectores de la economía que usa energía reaccionaron al shock de una forma u otra. El resultado fue una de las mayores disminuciones en la historia moderna en la cantidad de dióxido de carbono que emiten los seres humanos. Durante los primeros meses del 2020, las emisiones diarias globales de CO2 promediaron un 17 por ciento menos que en el 2019. En los momentos de los bloqueos más restrictivos y extensos, las emisiones en algunos países rondaron casi un 30 por ciento por debajo de los promedios del año pasado, dice Glen Peters, uno de los autores del análisis Nature Climate Change y científico del clima en el Centro de Investigación Internacional del Clima de Noruega”[29].
Ahora bien, si se tratara de un calentamiento invernadero, causado por actividades humanas, haría más calor en la troposfera (la capa de la atmósfera terrestre que está en contacto con la superficie de la Tierra), a unos 10 o 12 km aproximadamente de la atmósfera, que en la superficie. Esto se debe a la propia función del efecto invernadero: el sol emite calor a la tierra, si no fuera por los gases de efecto invernadero, esta radicación solar rebotaría hacia el espacio, haciendo que nuestro planeta fuese aproximadamente 35°C más frío, imposibilitando la vida en el mismo. Los gases invernadero retienen el calor en la troposfera terrestre, a unos cuantos kms de la superficie, y es aquí, justamente, donde la T° debería ser más alta, siguiendo esta teoría, si fuesen los gases de efecto invernadero los responsables del calentamiento. Pues, en definitiva, todos los modelos del IPCC indican que el calentamiento debería ser más rápido según se ascienda desde la superficie a la atmosfera. No obstante, como nos recuerda el profesor John Christy, del Departamento de ciencia atmosférica en la Universidad de Alabama en Huntsville, donde también es el director del Centro científico del sistema terrestre, y autor en conjunto del capítulo 2 del Tercer reporte de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, quien en 1991 fue galardonado con la medalla al descubrimiento científico excepcional por la NASA, y en 1996, con un premio especial de la Sociedad Meteorológica Americana por sus avances fundamentales en nuestro seguimiento del clima: “Lo que llevamos observando continuamente es que en casi todo el planeta la mayor parte de la atmosfera no se está calentando tanto como la superficie. Esto nos rompe todos los esquemas, porque la teoría al respecto es muy clara, y la teoría dice: ‘si la superficie se calienta, la atmosfera debería calentarse aún más deprisa’. Pero el aumento de la temperatura en esa zona, no es muy significativo, y no se corresponde para nada con la teoría con la que los modelos informáticos se están basando”[30]. De hecho, como la propia NASA informa en una nota publicada en 1996 y editada este mismo año: “Durante el siglo pasado, las mediciones de temperatura realizadas en la superficie de la Tierra indican un calentamiento de aproximadamente 1 grado Fahrenheit, una tendencia que ha ido aumentando en las últimas dos décadas. Desde 1979 hasta 1996, el período cubierto por el registro de satélites de Spencer y Christy, los registros de superficie y atmosféricos no están de acuerdo. Para este período de superposición, el registro de superficie indica un calentamiento de aproximadamente 0,24 grados F (0,14 grados Celsius) por década, mientras que el registro del satélite muestra que la atmósfera se enfría a aproximadamente 0,07 grados F (0,04 grados Celsius) por década […]”[31].
Un punto a destacar en este sentido es que, como dijo el hidrogeólogo canadiense y profesor en el Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Ottawa, Ian Clark, “no se puede decir que el CO2 determina el clima, en el pasado nunca lo ha hecho”[32]. A decir verdad, durante comienzos del siglo XX, buena parte del mundo seguía en condiciones preindustriales, y fue inmediatamente finalizada la II Guerra Mundial que buena parte del Mundo Subdesarrollado emprendió un acelerado proceso de industrialización que hizo incrementar las emisiones totales de dióxido de carbono antropogénicas. Es decir, luego de la segunda mitad de la década de 1940, justo cuando la temperatura superficial de la Tierra comenzó a decaer hasta la década de 1970, paradójicamente, enmarcada por la recesión económica que provocó el cese de la actividad económica.
De hecho, como nos recuerda el director del Centro de Estudios Climáticos de la Universidad de Delaware, David Legates: “Alrededor de la mitad del calentamiento durante el siglo XX se produjo antes de los años cuarenta, y los valores de la variabilidad natural es para todo o casi todo el calentamiento global”[33]. En otras palabras, las emisiones de CO2 que, según hemos visto, serían las responsables directas del aumento de la temperatura global, comenzaron a crecer exponencialmente luego de 1940, acompañadas de una tendencia a la baja de las temperaturas superficiales que llegó hasta la década de 1970 (cuando la temperatura global volvió a aumentar[34], en un marco en que la actividad económica y el “boom de la posguerra” se detuvieron, como corolario de la Gran Depresión. En los últimos 150 años, la temperatura promedio ha subido sólo 1.2°C, acompañada -es cierto-, de un incremento ostensible de cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En este sentido, toda la tesis de cambio climático antropogénico podría resumirse en el tipo de falacia lógica Post hoc ergo propter hoc, a saber: “después de esto, ocurrió eso; entonces, a consecuencia de esto, se da eso” o, si se prefiere, “como el evento Y siguió al evento X, el evento Y debe haber sido causado por el evento X”. No obstante, la mayor parte de este incremento tuvo lugar antes de 1940. Desde ese momento, la temperatura ha caído casi de forma ininterrumpida durante 3 décadas y media, hasta 1975, y ha subido durante tres. Si en 1940 la temperatura media de la Tierra era de 0.12°C, para mediados de la década de 1970 era de -0.01°C[35]. No hay ninguna certeza empírica, a lo largo de la larga historia climática de la Tierra, que demuestre que el CO2 haya determinado alguna vez la temperatura global. Si la teoría de cambio climático antropogénico sostenida por la ONU fuera verídica, de 1940 a 1975, periodo de mayor industrialización en la historia, la T° promedio de la superficie terrestre debería haberse incrementado en niveles nunca antes vistos. Empero, durante este lapso de tiempo la T° promedio descendió de forma ininterrumpida.
A modo de conclusión, por demás evidente resulta la inutilidad de los confinamientos en términos climáticos. No obstante, la Teoría de Cambio Climático Antropogénico resulta muy fructuosa en tanto que concentra una gran capacidad de aunar poder. El cambio climático es la estrategia del gran reseteo hacia una economía centralizada, pero no ya solo por parte de la izquierda, sino también por parte del corporativismo verde. La idea de un control de la economía más riguroso se vuelve imprescindible para afrontar al mismo, bajo la legitimación que de él hace el catastrofismo climático. Así, capitales que durante décadas han capitalizado con contaminación de diversos tipos, como los de la familia Rockefeller, ahora logran que los Estados comiencen a financiar emprendimientos “verdes”, que pertenecen a ellos mismos. El cambio climático es la estrategia que resuelve de forma efectiva el control total de la economía, y resuelve de forma eficaz el principal objetivo del movimiento ecologista desde su consolidación: lograr la mayor regulación de la historia. Pues como diría H. L. Mencken: “La urgencia por salvar a la Humanidad es casi siempre una máscara que oculta las intenciones por gobernarla”.
[1] https://www.bbc.com/news/blogs-trending-59255165
[2] Ehrlich, P., Ehrlcih, A. “La explosión demográfica” (1993); Barcelona. Ed.: Salvat. p. 13.
[3] O que los humanos son “una plaga sobre la Tierra”, como manifestó el divulgador ambientalista David Attenborough; cuando la actriz Clara Lago expresa luego de su papel en el film “Orbita 9” que “los humanos somos la plaga más terrible que ha tenido la Tierra”.
[4] https://www.ecologistasenaccion.org/wp-content/uploads/2020/04/informe-calidad-aire-covid-19.pdf
[5] National Geographic. (18 de marzo de 2020). El planeta, el principal beneficiado por el coronavirus. Recuperado de: https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/planeta-principal-beneficiado-por-coronavirus_15325
[6] Véase: FAO en: http://www.fao.org/3/a0789s03.html y Natalichio, R. (19 de abril de 2020). La deforestación y el surgimiento de nuevas epidemias. Eco Portal. Recuperado de: https://www.ecoportal.net/covid-19/deforestacion-y-el-surgimiento-de-nuevas-epidemias/
[7] Rodríguez Pecino, B. (12 de mayo de 2020). COVID-19 y cambio climático: cinco lecciones que nos deja la pandemia. Ayuda en Acción. Recuperado de: https://ayudaenaccion.org/ong/blog/sostenibilidad/covid-19-cambio-climatico/
[8] Broffoni, F. Extinción: ¿Qué estás haciendo para evitar el colapso?. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, pp. 23-31.
[9] Broffoni, F. Extinción: ¿Qué estás haciendo para evitar el colapso?. Ob. Cit. pp. 58-59.
[10] Svampa, M.; Viale, E. El colapso ecológico ya llegó. Buenos aires: Siglo XXI Editores, 2021, p. 262.
[11] Norberg, J. “Grandes avances de la Humanidad” (2016); Buenos Aires. Ed.: El Ateneo. Traductora: Ana Bello. P. 159.
[12] NASA Ames. (11 de febrero de 2019). La actividad humana en China e India domina el enverdecimiento de la Tierra, muestra un estudio de la NASA. Recuperado de: https://www.nasa.gov/feature/ames/human-activity-in-china-and-india-dominates-the-greening-of-earth-nasa-study-shows
[13] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57306183
[14] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-57277406
[15] Whipple, T. (27 de mayo de 2021). ¿Podría una fuga de laboratorio de Wuhan ser realmente la culpa de Covid?. The Sunday Times. Recuperado de: https://www.thetimes.co.uk/article/wuhan-lab-leak-covid-xfllfst8x
[16] Bloom, J. y otros. (14 de mayo de 2021). Investigar los orígenes de COVID-19. Science. Vol. 372, Número 6543, págs.694. Recuperado de: https://science.sciencemag.org/content/372/6543/694.1
[17] https://www.climatedepot.com/2021/06/25/uk-funded-academic-report-absolute-zero-in-2019-urged-climate-lockdowns-stop-flying-no-new-roads-airport-closures-stop-eating-beef-lamb-stop-doing-anything-that-causes-emissions-regard/
[18] Allwood, J.M. a , Dunant, C.F. a , Lupton, R.C. b , Cleaver, C.J. a , Serrenho, A.C.H. a , Azevedo, J.M.C. a , Horton, P.M. a , Clare, C. c , Low, H. e , Horrocks, I. e , Murray, J. c , Lin, J. f , Cullen, J.M. a , Ward, M. d, Salamati, M. d, Felin, T. e , Ibell, T. b , Zho, W. f , Hawkins, W b . 2019. University of Cambridge. Absolute Zero. UK FIRES. Pp. 3. Recuperado de: https://www.ukfires.org/wp-content/uploads/2019/11/Absolute-Zero-online.pdf
[19] Ibíd. Pp.15
[20] Ibíd. Pp.39
[21] Ibíd. Pp. 1
[22] Ibíd. Pp. 1
[23] Ibíd. Pp. 50
[24] https://www.nytimes.com/2019/11/26/business/mariana-mazzucato.html
[25] Mazzucato, M. (22 de septiembre de 2020). Evitar un bloqueo climático. Project Syndicate. https://www.project-syndicate.org/commentary/radical-green-overhaul-to-avoid-climate-lockdown-by-mariana-mazzucato-2020-09
[26] Ibíd.
[27] Ibíd.
[28] Fuentes, F. (20 de mayo de 2020). Varios expertos piden mantener algunas restricciones para frenar el calentamiento global. EuroNews. Recuperado de: https://es.euronews.com/2020/05/19/varios-expertos-piden-mantener-algunas-restricciones-para-frenar-el-calentamiento-global
[29] Borunda, A. (26 de mayo de 2020). La disminución de las emisiones de carbono, por las restricciones de COVID-19, no apaciguará el cambio climático. NG. Recuperado de: https://www.nationalgeographicla.com/ciencia/2020/05/disminucion-de-las-emisiones-de-carbono-no-apaciguara-el-cambio-climatico
[30] Eyquem, J. 2017, Oct. 5. La gran estafa del calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/YsLOdGxJzL8
[31] Meshek, M. (s. f.) Máximas y mínimas de temperatura. Earth Data. Recuperado de: https://earthdata.nasa.gov/learn/sensing-our-planet/highs-and-lows-of-temperature
[32] Eyquem, J. 2017, Oct. 5. La gran estafa del calentamiento global [Archivo de video]. Recuperado de https://youtu.be/YsLOdGxJzL8
[33] Legates, D. (mayo de 2006). «Climate science: climate change and its impacts». NCPA. Wayback Machine. Recuperado en: file:///C:/Users/User/Downloads/Climate%20Science_%20Climate%20Change%20and%20Its%20Impacts.pdf
[34] Kennedy, C. “¿Significa ‘calentamiento global’ que se está calentando en todas partes?”. (29 de octubre de 2020). NOAA Climate.gov. Recuperado de: https://www.climate.gov/news-features/climate-qa/does-global-warming-mean-it%E2%80%99s-warming-everywhere#:~:text=Today%2C%20though%2C%20every%20decade%20since,relatively%20short%20span%20of%20time
[35] Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA. 17 de febrero de 2021. “Temperatura Global”. Climate.nasa.gov. Recuperado de https://climate.nasa.gov/vital-signs/global-temperature/