¿EEUU está enviando a Israel la madre de todas las bombas (MOAB)?

La decisión de EEUU de vender a Israel su bomba no nuclear más potente, la GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast (MOAB), supone una peligrosa escalada en la militarización de una región ya de por sí volátil. Sienta un precedente profundamente preocupante en lo que respecta al uso de armamento indiscriminado y devastador en uno de los paisajes geopolíticos más frágiles del mundo.

Según informes, la administración Trump ha aprobado la venta de estas bombas de 11 toneladas, capaces de arrasar vastas áreas y destruir búnkeres subterráneos, como parte de una estrategia más amplia para reforzar las capacidades militares israelíes. El momento de esta venta, en un momento de tensiones agudizadas con Irán, plantea graves preocupaciones sobre el riesgo de una mayor escalada y posibles ataques preventivos contra las instalaciones nucleares iraníes.

Steve Witkoff, representante especial de EEUU para Oriente Medio, confirmó la transferencia de armas durante conversaciones de alto nivel. La «Madre de todas las bombas» representa un giro estratégico en el apoyo de EEUU a Israel, con un objetivo muy concreto: neutralizar las instalaciones subterráneas de enriquecimiento de uranio de Irán.

Israel ha solicitado estas poderosas bombas desde principios de la década de 2000, y ha enfrentado reiterados rechazos de gobiernos anteriores. Los presidentes Bush, Obama y Biden rechazaron la solicitud, e incluso Trump inicialmente denegó su aprobación. Ahora, el panorama ha cambiado drásticamente.

Las consecuencias de las MOAB en la guerra urbana

La MOAB, a la que a veces se denomina “la madre de todas las bombas”, fue diseñada originalmente para su uso en zonas de combate abiertas, donde su colosal radio de explosión puede devastar posiciones enemigas sin causar daños colaterales significativos a las zonas civiles. Sin embargo, su posible uso en Oriente Medio, un entorno densamente poblado y políticamente conflictivo, conlleva consecuencias éticas y humanitarias alarmantes.

Dichas armas provocan daños desproporcionados a los civiles. La naturaleza indiscriminada de las bombas de alto rendimiento como la MOAB contradice los principios fundamentales del derecho internacional humanitario (DIH), que exige el uso proporcional y discriminado de la fuerza. El despliegue de un arma de ese tipo en una región que ya sufre ciclos de violencia y desplazamiento sería catastrófico para los civiles, exacerbando la inestabilidad y socavando los esfuerzos por lograr la paz.

Un paso hacia una mayor militarización

La decisión de armar a Israel con la MOAB sigue un preocupante patrón de militarización desenfrenada en la región, en el que se prioriza la venta de armas por sobre las resoluciones diplomáticas. Las sucesivas administraciones estadounidenses se habían negado a proporcionar a Israel municiones de tan alto rendimiento debido a las posibles consecuencias de su uso. El hecho de que ahora se haya levantado esta restricción representa una desviación temeraria de las políticas responsables de control de armas.

Además, esta venta no es un incidente aislado. Es consecuencia de una serie de medidas que han envalentonado la postura militar de Israel, entre ellas la transferencia de municiones antibúnkeres, la continuación de las exportaciones de armas y un apoyo político inquebrantable a sus operaciones militares. Estas decisiones refuerzan un ciclo de respuestas militarizadas a las disputas políticas, en lugar de fomentar vías de negociación y resolución de conflictos.

La comunidad internacional no puede permanecer en silencio ante estas políticas de escalada. El flujo incontrolado de armas explosivas hacia Oriente Medio ha provocado una y otra vez sufrimiento y desplazamiento de civiles y la destrucción de infraestructuras vitales para la paz a largo plazo.

El despliegue de la MOAB en cualquier contexto que no sea el de la guerra convencional corre el riesgo de causar una devastación incalculable, y su venta debe ser condenada inequívocamente.