La religión es la fuente que provee los lineamientos y principios rectores para la formación ética de una persona y para su positiva vinculación para con quienes lo rodean. Es la herramienta que permite corregir, modificar, enderezar o reforzar actitudes y formas de proceder para con uno mismo y para con otros.
Es precisamente por estas cualidades, que el Colectivismo (en cualquiera de sus vertientes: Progresismo, Socialismo, Ecologismo, Globalismo, etc.) busca sucesivamente descalificar a la religión. Si no depositamos nuestra Fe en Dios, entonces ¿Dónde la depositaremos? En el Estado, en los políticos, en la ONU, en los ideólogos de género, en las teorías maltusianas, etc.
Por ejemplo, donde el Progresismo busca desordenar la naturaleza humana, la religión ordena. Esta corriente ideológica rechaza la naturaleza al establecer, como uno de sus principales postulados, que no se es hombre o mujer en base a la biología, sino que se es hombre, mujer o no binario en base a la propia percepción del individuo. Este postulado no solo carece de todo rigor científico sino que también desborda de soberbia al querer facultar al ser humano como moldeador de su propia existencia. Por ende, apartando a Dios. En cambio, tanto el Judaísmo como el Cristianismo plantean la centralidad de la figura de Dios como Creador de toda la existencia. Siendo el ser humano una creación a imagen y semejanza suya tal cual se plantea en el libro del Bereshit (Génesis). Esta posición no solo brinda una perspectiva totalmente diferente sino que además es muchísimo más científica dado que el Universo existe desde antes del Hombre. Lo cual implica que en la inmensidad de la existencia, el ser humano solo representa una muy pequeña parte. Más aún, gracias a la Ciencia sabemos que solo conocemos el 5% del Universo. Eso significa que entonces desconocemos el basto 95% del mismo. ¿Qué pasaría si universalizamos la postura progresista y ahora los meteoritos se autoperciben planetas o que las estrellas se sienten agujeros negros?
Dios creó al hombre y a la mujer. Y la Ciencia ha demostrado que solo existen estos dos sexos. Por ello es que al Progresismo le molesta tanto la religión. Porque las verdades que manifiesta desde hace siglos son corroboradas por la Ciencia. Y donde hay una verdad, la mentira no entra.
Lo mismo sucede con el libertinaje sexual y el desenfreno donde los ideólogos de género como Beatriz Preciado, proponen «nuevos mecanismos para experimentar placer sexual» donde no haya roles masculinos y femeninos definidos; donde la monogamia sea vista como una imposición heteropatriarcal a eliminar; y donde la centralidad de los actos sexuales sea penetrar el ano con múltiples objetos o «masturbar» extremidades corporales. En una anécdota talmúdica, el Rabí Shalom de Belz planteó cuales eran las tres peores opresiones: la primera cuando se es oprimido por otros pueblos; la segunda cuando se es oprimido por los propios; y la tercera cuando se oprime uno mismo. Es decir, cuando sus propios impulsos lo esclavizan. De las tres, la peor es la última. Puesto que esta clase de esclavitud genera que la persona cargue con un yugo más difícil de quitarse. La sexualidad bien vivida es aquella donde el hombre entiende que naturalmente necesita a la mujer y esta a él. No para entregarse a pasiones carnales de una noche sino para ser una sola carne.
Cuando la sexualidad es mal vivida, el placer es momentáneo pero el vacío interior aumenta. Tanto el Judaísmo como el Cristianismo nos enseñan que las acciones dañinas para el alma repercuten en el cuerpo, y cuando dañamos el cuerpo tendemos a lastimar el alma.
La clave fundamental de la importancia de la religión radica en el amor. Amar a Dios, amarse a uno mismo y amar al prójimo. Sin ir más lejos, los mandamientos no solo son principios rectores sino que, a su vez, descalifican todos los postulados del Colectivismo. Pensemos en cuanto le duele al Socialismo el mandamiento de «No robarás».
Para finalizar, el Colectivismo busca sembrar la duda, la envidia, el resentimiento, el dolor, la avaricia, el odio y la división. En cambio, la religión nos impulsa al Bien mediante la Fe. Después de haber sobrevivido al Holocausto, el Rabí Yosef Kahaneman, llegó a Israel sin un solo centavo. Un día anunció que iba a establecer una gran escuela de estudios religiosos. Muchos lo intentaron disuadir y lo trataron de soñador. Sin embargo, el rabino logró lo que se propuso y creó una de las mayores escuelas de estudios religiosos de todo el mundo. Su respuesta fue contundente: «Soy un soñador pero no estoy durmiendo».
La religión nos da algo que las ideologías colectivistas nunca podrán: esperanza. Tal como dijo Jesús en las bienaventuranzas: «Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados (…), bienaventurados los que tengan hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (…) bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios».